EL VIRUSNAUTA


Por Carlos Galli   ***

En estos días de terror generalizado, no podemos dejar de traer a la memoria la épica gesta de Juan Salvo en El Eternauta, insuperable obra de Germán Oesterheld, cuando descubren la caída de una nieve mortal que aniquilaría a gran parte de la humanidad, la que bien podría ser parangonada con las bombas atómicas, los feroces bombardeos con napalm en Vietnam, o fósforo blanco en Irak, o más acá, en nuestras tierras, el glifosato sojero sobre cultivos y personas.

A lo largo de -aproximadamente- cinco décadas de fatigar viejas y destartaladas Underwood, Remington o las más perfeccionadas Olivetti (para los más jóvenes estas eran marcas de máquinas de escribir), hasta confluir en las primeras y precursoras computadoras Commodore 64, he moldeado notas pretendidamente sesudas, imaginariamente inteligentes, algunas con ínfulas risueñas, con deseos atrapantes, pero nunca me aboqué a la redacción de una tan fantasiosa o disparatada como la que ahora estoy comenzando a pergeñar, donde en algún momento de la misma confluirán la realidad con la ficción junto a algunos personajes políticos, haciendo la salvedad que la pienso desde el más absoluto desconocimiento médico, sin negar la actualidad, sin querer herir susceptibilidades, sin ironías, asumiendo el riesgo de aparecer como un descolgado y anhelando que al momento de su difusión la pesadilla haya acabado o esté en vías de hacerlo.

El seis de febrero, apenas a días de darse a conocer incipientes noticias sobre el coronavirus, intercambiamos con Miguel, un amigo que la vida me regaló a través del correo de lectores del entrañable matutino Tiempo Argentino (sin ser adelantados o visionarios) algunas ideas sobre la aparición de esta peste justo justo en. …CHINA, en el exacto momento en que el gigante asiático expande su capacidad y hegemonía y es prácticamente acreedor de todo el mundo.

Este virus, sin omitir su gravedad es -desde mi perspectiva- una nueva forma de dominación y mediante su utilización han implantado el miedo y el terror generalizados y a través del cual va a haber –indudablemente- perdedores y ganadores, contándose entre los primeros miles de millones de personas indefensas y amedrentadas, que ya han visto hasta cuadruplicarse los precios de protecciones médicas elementales, y entre los segundos los laboratorios, ya que cuando aparezca –“Salvadora”- la vacuna o un antídoto embolsarán inimaginables sumas de dinero. Se me ocurre que esto no casual. Hace pocos años, se produjo un inesperado rebrote del virus Ebola en África y su posterior diseminación mundial donde no se descartó la “Mano negra” de EEUU, a través de su laboratorio de armas biológicas de Fort Detrick, o cuando (en 2014) liberaron la bacteria Ántrax.

Entre nosotros, la situación logró que todos pasemos a ser sospechosos de todos: vecinos con vecinos, empleados con clientes, futbolistas o artistas con el público, compañeros de trabajo con el resto, docentes con sus alumnos, que miremos con insidia o temor a alguien que estornuda, tose o esputa, ocurriendo lo mismo en cualquier transporte público, e incluso, entre los miembros de nuestras familias, alarmándonos hasta frente a un natural carraspeo de algún integrante, todo esto al margen de recibir ríos de correos o WhatsApp –indudablemente- bien intencionados con “soluciones” cuasi atinadas, disparatadas, creíbles, increíbles pero de los que se desconoce quién los preparó, rigor científico, origen o naturaleza, no debiéndose descartar un impiadoso (pero no original) control poblacional mundial tal como ocurriera –por ejemplo- con innumerables personas esterilizadas durante la Alemania nazi, en Estados Unidos por motivos eugenésicos, en India, Japón, Méjico, o más recientemente en Perú, con alrededor de doscientas mil mujeres nativas sometidas a esta práctica durante la segunda presidencia de Alberto Fujimori.

Muchos de quienes tenemos juventud acumulada, no podemos dejar de traer a la memoria la épica gesta de Juan Salvo y sus acompañantes (protagonistas de El Eternauta), insuperable obra de Germán Oesterheld, (asesinado junto a sus cuatro hijas y tres yernos por la dictadura de Videla) cuando descubren atónitos -interrumpiendo una partida de truco- la caída de una nieve mortal que aniquilaría a gran parte de la humanidad, la que bien podría ser parangonada con las bombas atómicas arrojadas por el Gran Satán del Norte sobre Japón, los feroces bombardeos con napalm en Vietnam, gas mostaza durante la segunda guerra mundial o fósforo blanco en 2004 en Irak, o más acá, en nuestras tierras, el glifosato sojero sobre cultivos y personas.

A los copos le siguen los Cascarudos, enormes insectos aniquiladores de aquello que se cruce en su derrotero, comparables –se me ocurre-, con los Macri, Bolsonaro, Iván Duque, Lenin Moreno, la flamante dictadora boliviana Jeanine Añez, el genocida Sebastián Piñera o el recientemente asumido Luis Alberto Lacalle Pou en Uruguay.

Luego, tras cartón, irrumpen en escena los Manos, controlantes de los Cascarudos, que en la realidad podrían ser ubicados en los países más desarrollados conjuntamente con los EEUU, no agotándose en éstos las peripecias de Juan y su grupo de resistencia puesto que a continuación aparecen los Gurbos, animales que arrasan con todo tras su paso y en este punto que se me ocurre enlazarlos con el FMI o cualquier otro grupo económico mundial impiadoso y sojuzgante.

Por último, tras éstos, tal como en nuestra realidad, aparecen los ELLOS, seres a los que los humanos jamás llegaron a ver sus rostros, como ocurre –por ejemplo- con los fondos buitres o con los directores ejecutivos de cuanta multinacional ruede por el mundo.

En una de sus estrofas el tema Presente, de Ricardo Soulé, –ícono de los 70’- interpretado por Vox Dei reza “Todo tiene un final, todo termina”, y la última etapa de este extraño escrito (hasta para mí), me lo brindó Daniel, otro querido amigo Tiempoargentinista, cuando me aconsejó leer Apocalipsis, y a partir de allí comprendí muchas cosas.

Final final, y apostaría doble contra sencillo: yo, a Emanuel Macrón, Vladimir Putin, Ángela Merkel, Xi Jinping, Mateo Renzi, Benjamín Netanyahu, o Donald Trump los veo con pocas o escasas posibilidades de contraer la enfermedad.

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