Las apariciones del ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, son conocidas por su espectacularidad. Las puestas en escena del médico y militar se dieron en situaciones de conflictos entre civiles, por lo general y a veces con la policía. Pero, ¿qué pasa cuando el desmadre se da puertas adentro? ¿Por qué Berni no puede controlar la insurgencia de los uniformados ni evitar las muertes que provocan?
La represión acontecida en la noche del jueves 6 en las inmediaciones de la cancha de Gimnasia y Esgrima de la Plata, en el bosque platense, vuelve a dejar al descubierto la política de seguridad del ministro. Berni hoy es repudiado por gran parte del arco político del Frente de Todos y su permanencia al mando de la seguridad de la provincia más populosa de Argentina está en vilo. Por su parte, el ministro no ha hecho autocrítica alguna.
La historia de la Policía Bonaerense tiene por demás episodios luctuosos. El jueves sumó una nueva página de la tristemente célebre “maldita policía”, que en la época de Ramón Camps tenía bajo su dirección los centros clandestinos de detención. O el capítulo del comisario Fanchiotti, condenado a prisión perpetua por el asesinato de Maximiliano Kosteki y de Darío Santillán.
Lo primero que hizo Berni cuando le llegaban las noticias desde La Plata fue culpar el club tripero por la excesiva venta de entradas y la organización del espectáculo, sin embargo nada dijo de la actuación de los uniformados. Es más hasta esgrimió que la actuación policial fue correcta. Todo esto mientras el ministro se disponía a brindar una entrevista en televisión.