LOS 70 AÑOS DE LA REINA: LÍA CRUCET

Por Maia Debowicz   ***

Con un escote desbordante y la exuberancia de alguien que hizo del contoneo más básico una marca registrada, Lía Crucet se convirtió hace tiempo ya en un emblema de la cumbia. Canta desde fines de los 80 por la liberación femenina, siempre se negó a enfrentar a sus compañeras por un punto de rating y es una cara y un nombre reconocible por si mismo, sin apodos, ni maridos, ni escándalos: un icono de lo queer mucho antes de Ru Paul, con la voz rasposa y sensual, el ombligo siempre al aire y esa impronta de misterio que toda diva tiene para convertirse en mito.


Ni de traje Chanel combinado con un collar de perlas ni luciendo sombreros Ascot. Esta Reina de metro setenta embute su exuberante figura en ceñidos vestidos sirena, derramando voluptuosa carne por escotes estratégicos y vertiginosos. Los bots detecta pezones de las redes sociales enloquecerían si asistieran a uno de sus tantos recitales. No es exhibicionismo: las tetas de Lía Crucet se desbordan, rompen el dique constreñido y moral del límite del corpiño. En sus inicios un periodista le preguntó si sus pechos eran operados. “¿Silicona, yo? Si tuviera una prótesis, cuando bailo no se me escaparía siempre un pezón”, respondió. Sobre sandalias o botas blancas de cuero, Lía Crucet alterna las minifaldas y los corpiños repletos de flecos con vestidos al cuerpo que tienen un agujero en la panza para que el ombligo sea el centro de la fiesta.

Lía Crucet cantó por primera vez en público en el boliche Tornado, de José C. Paz. En 1988 lanzó con el sello Leader Music su primer hit. “Yo no soy abusadora” es una canción feminista donde la mujer, superada, le da una patada en el culo al tipo que no la valora. “Yo te dejé, yo no te quería/Yo te dejé y ya no te quería/Porque no me dabas a mí pa’ la comida/Porque no me dabas a mí pa’ la comida/Gracias a Dios, que me libré de ti/Como una sirvienta tú me tenías a mí/Todo el día metida en la cocina/Y nunca me sacabas ni a la esquina”, le canta Lía a su ex marido en el videoclip.

Sus inicios en el mundo de la bailanta estuvieron marcados por los programas de Roberto Fontana, la persona que le dio espacio en la televisión a un género musical que algunos sectores calificaban como “grasa”: la cumbia. Lía realizaba su show hipnótico en Sábados musicales entre números de Los Wawancó, Antonio Ríos y Alcides. Canta con su voz gruesa e imponente El picaflor, Qué bello, En tu pelo, La camisa colorada y su mayor éxito La güera Salomé. Al mismo tiempo que surgió Lía irrumpió en la movida tropical Gladys “La Bomba” tucumana con su pollera amarilla.

Los medios de comunicación y parte del ambiente se empecinaron en enfrentarlas. Sin embargo, Lía no se cansó de aclarar que Gladys era su gran amiga. A las dos les costó mucho que las dejaran de mirar de reojo en el ambiente. A veces se sentían solas y por eso se cuidaban tanto entre sí.


Lia se negó siempre a que le pongan una rival: Gladys


Una Grace Jones de la bailanta

Lía Crucet pisa el escenario de A pleno sábado y lo recorre completo como si fuera una bailarina de ballet, pero en vez de girar en puntas se contornea bien plantada. Menea su cintura y sacude la cadera de izquierda a derecha mientras sus largas piernas traducen en físico el ritmo tropical. Lía baila con la velocidad justa, ni demasiado lento ni tan rápido para que no corramos el riesgo de perdernos sus pasos. Nunca buscó hacer coreografías complejas, su mirada popular reside también en que quien la mire pueda imitar todos sus movimientos.

Toda niña nacida a mediados de los 80 jugó en la infancia a ser Lía Crucet prendiéndose un corpiño de la madre arriba de la remera y agitando el pecho para adelante y para atrás. La Reina de la Bailanta tiene un poder que no posee la Reina de Inglaterra. Cuando Lía se sube al escenario nos dice a través de sus canciones que si ella pudo hacerse un lugar a los codazos en un medio poblado de hombres otras mujeres también pueden. Ese fue su mensaje desde la primera vez que cantó en público. Construyó el legado y marcó el camino para futuras voces femeninas. “La bailanta es un medio donde cantan hombres y mujeres. Pero muchas mujeres se quedaron en el camino y lamentablemente somos las únicas dos”, le dijo con pesar a Susana Gimenez refiriéndose a ella y a la Bomba. Si bien muchos le dieron a Lía el título de “Reina de la bailanta”, cada vez que le preguntaban a ella quién es la reina respondía que era Gladys. Nunca tuvo problemas en compartir el trono.

De la Tetamanti a ícono popular

Delia “Lía” Crucet nació en Gerli el 8 de agosto de 1952 en una familia humilde junto a tres hermanos. Creció en Lanús y asistió a la escuela n.º45 de Avellaneda. La directora le ordenó que no usara delantales ajustados para no distraer a los profesores. A los 18 años se casó con su novio de la adolescencia y se convirtió en la madre de Karina. Poco tiempo después decidió separarse y criar a su pequeña hija ella sola. Los primeros trabajos de Lía fueron como modelo, pero en muchos castings la rechazaban por sus medidas: 110-70-110. Fue entonces que pensó que, tal vez, su lugar estaba en el teatro de revistas.

Compartió camarines con Moria Casan, Ethel Rojo, Alberto Olmedo y Jorge Porcel. Pero quién le daría un giro a su carrera es Jorge Corona. El cómico que la bautizó en el programa Finalísima como “La Tetamanti”. Apodo que en los últimos años fue cuestionado más de una vez. Lía aclaró en las últimas entrevistas que dio en televisión que ama y le divierte llevar ese título. Corona le pidió a Lía que grabara unos temas con él. Cuando el director de Leader Music, Kuki Pumar, la escuchó le propuso grabar su propio disco.

La música la alejaría de las plumas, pero la uniría a Tony Salatino. Su marido y representante hasta el día de la fecha. En esos primeros años Lía realizaba veinte shows por fin de semana, diez minutos en cada localidad para cumplir con todos sus públicos. Desde 1988 hasta hace unos pocos años. Debido a problemas de salud abandonó los escenarios, jamás dejó de cantar.

Modelo a seguir

La televisión de los 90 estuvo protagonizada por Lía Crucet. No solo en programas musicales: la reina de la bailanta agitaba el living de Almorzando con Mirtha Legrand, se confesaba en La noche de Moria, participaba de un sketch humorístico en Videomatch y visitaba seguido a Antonio Gasalla en El palacio de la risa. Interpretando al personaje de la empleada pública, Gasalla le preguntó a Lía si iba a hacer las compras con esos escotes y vestidos ajustados. Su respuesta contundente fue que ella no se encarga de hacer los mandados, eso es responsabilidad de su marido. Lía siempre tuvo una actitud feminista e inspiradora: cuando su cuerpo dejó de ser esbelto y ganó kilos no pensó nunca en modificar su vestuario. Siguió teniendo el pupo al aire y las caderas delineadas por telas elastizadas. Mostrando que el paso del tiempo y el subir de peso no te quitan sensualidad ni te condicionan el look.

En 1993 Lía ganó un Premio Ace en la categoría música tropical, como solista femenina, por su álbum Noche fantástica. El premio se lo entregó un jovencísimo Potro Rodrigo con una melena larga y ondulada. Cuando pronuncia el nombre de Lía los músicos saltan de la silla y la abrazan fuerte como si fueran un equipo de fútbol que acaba de ganar un campeonato. La gente del salón grita y aplaude efusivamente porque si gana Lía, ganamos todos. Ella sube al escenario con los pezones asomando en el escote de un vestido de gala color celeste. Se para frente al micrófono y le dedica la estatuilla en primer lugar a Dios por iluminarla siempre.

Lía siempre le agradece a Dios, pero una vez le agradeció a Gilda. Le pidió trabajo para su hija Karina y a cambio le hizo una promesa. Gilda intercedió a favor de su pedido y Lía cumplió la promesa: la visitó en el cementerio y le dejó una rosa sobre la tumba. No la considera un ángel, tampoco una santa. Para ella Gilda es una intermediaria con Dios.

Lía festejó sus siete décadas con sus fans


Lía es madre, abuela y bisabuela

Con su marido Tony adoptaron a Ezequiel cuando tenía tres meses, quien la acompañaba cada vez que cantaba en televisión. Cuando un periodista le preguntó cómo era tener un hijo no biológico ella respondió “Es mi sangre, no hay ninguna diferencia”. En 2004 ingresó a la movida tropical Karina, la princesita. Los programas de chimentos intentaron pinchar a Lía para ver qué opinaba de la recién llegada. “Tiene buenas letras y convoca, atrapa”, dijo. De su boca solo salen elogios para las colegas.

En 2012 Lía fue diagnosticada con cáncer de útero. Se sometió a un tratamiento que incluyó rayos y quimioterapia. Superada la enfermedad regresó al trabajo: cantar en casamientos, aniversarios, bailantas y boliches. Lía enamoró a hombres y mujeres: cantó muchas veces en la disco Amerika y la fiesta queer Eyeliner, donde más de una chica se le tiró encima para robarle un beso.

En 2008 se unió a los artistas que son parte de la fiesta Bizarren, organizada por Nicolás Cors. Cuando el locutor grita “Y llega la número uno” y aparece Lía, la multitud estalla. El mayor reconocimiento no está en la ovación sino en que cada uno de los espectadores sabe las letras de sus canciones. “En el momento que la empezamos a llamar a Lía para nuestra fiesta no tenía el lugar que se merecía fuera del ámbito de la música tropical. Con el tiempo fue instalándose como una artista popular muy querida. Difícilmente alguien hable mal de Lía. Trascendió su ámbito original y es prácticamente una artista de culto aceptada y respetada por todos los públicos”, me dice Nicolás Cors. Quien trabajó con Lía en distintos puntos del país hasta que llegó la pandemia.

Mientras muchos programas de chimentos apostaron al amarillismo y los escándalos de la vida privada de Lía, la movida tropical se encargó de protegerla. Marcela Baños la presentó una y mil veces en Pasión de sábado, y hasta le cantó el feliz cumpleaños en vivo como si fuera parte de su familia. “Lía llegaba y se sentaba con su vestido en el sillón del estudio como la reina madre a disfrutar de todo el programa. Observaba todo seria, porque ella es seria. No es de sonreír porque sí. Y cada uno de nosotros nos acercábamos a Lía para sacarnos una foto con ella, de a uno. Ella sonreía para cada foto, siempre. Nunca decía que no”, me relata Marcela. Desde hace varios años Lía vive en Mar del Plata junto a su marido Tony. Lo último que se supo de ella es que está internada en una clínica psiquiátrica. Frente a algunas versiones, Lía grabó un video donde aclara que no tiene esquizofrenia como trascendió en los medios sino bipolaridad. “Voy a salir de ésta”, le dijo a todos sus fans.

Marcela cuenta que Lía siempre les manda mensajes, a través de Tony, para transmitirles que los está mirando por televisión. “Lía mira el programa y se emociona. En casi todos los programas le mandamos saludos para darle ánimo. Porque la movida tiene como un ritual de preservar y de respetar mucho a nuestros artistas. Los que se fueron, y los que están, como Lía que está en una situación particular, los cuidamos un montón desde el cariño y el afecto a través de la pantalla. No los olvidamos. Es algo muy característico en la cumbia”.

El 8 de agosto la Reina de la bailanta cumplió 70 años. Hace unos días le escribí a Tony Salatino para preguntarle cómo está Lía. Me responde que está muy bien, que recibe visitas en la clínica y se alegra con cada persona que la va a ver. Para celebrar las siete décadas de vida, Lía pasará el día en su casa donde recibirá a su club de fans, atento y fiel a cada movimiento de la artista. Quien también fue inspiración y materia prima para las drags queen. Con más de 30 años de carrera, una vez le preguntaron a Lía por qué elegía la música por sobre todas las cosas. “Por el amor de la gente”.

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