ROBERTO PERDÍA Y EL DEBATE SOBRE LA CONTRAOFENSIVA: «SE INSTALARON MUCHAS MENTIRAS»

 
Por Agencia Paco Urondo   ***

 

A continuación, reproducimos la entrevista realizada por el portal ANRed a uno de los ex líderes de la organización Montoneros, en relación al debate en torno a la contraofensiva que la organización lanzó entre 1979 y 1980:

Roberto Cirilo Perdía, uno de los tres dirigentes sobrevivientes de la conducción montonera, dialogó con ANRed sobre el carácter que tuvo la acción llevada a cabo entre 1979 y 1980, y que implicó el retorno al país de alrededor de cien militantes, de los cuales 94 fueron víctimas del aparato de inteligencia del ejército argentino. Balances, críticas y autocríticas respecto al tema no presentan el mismo significante si se las reflexiona desde el sentido común reaccionario o “democratozo” que si se lo hace a partir de una reivindicación de la lucha revolucionaria que aconteció en el país por esos años. Esta entrevista apunta un poco a alimentar el debate entre quienes, con sus acuerdos y diferencias, se asumen en la perspectiva histórica de transformación estructural de la sociedad.

– ¿Cómo explican y cuáles entendían eran las motivaciones que dieron lugar a la contraofensiva?


– Acá hay varias mentiras que se han instalado a título de verdad en la sociedad argentina. Una tiene que ver con aquellos que plantean que la resistencia solo fue la resistencia de la gente en la calle y las huelgas, y que lo que hizo la llamada “subversión” no pesó. Acá hubo una conjunción de situaciones que fundamentalmente se sintetiza en el año 79′ con la confluencia de la lucha guerrillera y la aparición de la resistencia. En abril del 79′ hay una huelga general y hay grandes movilizaciones. Fue justo el año donde se da la contraofensiva. ¿Qué fue esa contraofensiva? ¿Una casualidad? ¿In invento? ¿Una cosa que se dio porque sí? No, había una lógica en la sociedad argentina que fue lo que a nosotros nos lleva a denominar como contraofensiva lo que estaba sucediendo en la Argentina y a lo cual nos sumamos.

En los últimos 40 años pasaban golpes militares, después resistencia popular, la resistencia popular hacía que se convocaron a elecciones, llegaba un gobierno débil y después se repetía el golpe militar, y así se reproducía el fenómeno
. Era algo que estaba como lógica en la sociedad y que el golpe del 76′ quiere romper y plantean “ahora nos quedamos en serio”. En abril del 79′ hubo un paro de la comisión de los veinticinco gremios que actuaban como CGT. En septiembre es el mes con la mayor parte de las operaciones nuestras y de las caídas de los compañeros nuestros y simultáneamente son momento de importantes luchas. Por ejemplo, durante el paro de la Renault los servicios de la represión se llevaban a compañeros que no eran militantes, los metían en cana por 48 horas y los largaban. El conflicto primero sale derrotado pero empiezan a aparecer pintadas dentro de la fábrica donde convocan a movilizarse a Plaza de Mayo. Hicieron llamar al presidente de la Renault, vino el presidente de la Renault, resolvió el conflicto, liberaron a los presos y reincorporaron a los despidos. Ese era el clima de época en el mundo sindical y uno no puede separar ese clima de la resistencia o la contraofensiva. No es que lo producimos nosotros, lo que digo es que había y estaba en el ambiente eso, y lo que nosotros hicimos fue recoger ese ambiente y ponerlo en vida militante que es lo que sabíamos hacer.


– ¿Si estaba empezando a haber un movimiento sindical que encabezaba la resistencia, por qué definen desde Montoneros reinsertarse en el país desde lo militar y no desde lo estrictamente sindical?


– La idea que teníamos nosotros en ese momento es que ellos (la dictadura) podían coexistir con el fenómeno del conflicto sindical en el tiempo, a través del tiempo. El temor que teníamos era que el conflicto sindical lo pudieran ir moderando, y controlando la situación, con el riesgo de que la dictadura pudiera continuarse en el tiempo. En ese marco, lo que planteábamos era que lo que podía romper esto era que si metíamos una acción militar en el medio del conflicto producía un efecto distinto y los obligaba a repensar.


– Detrás de esta cuestión ronda el debate de si hubo un balance y autocrítica en torno a la militarización que fueron asumiendo las organizaciones armadas en los setenta. ¿No hay en esta medida un sesgo militarista?

– Balances hay, balance único que sintetice no hay. Es una deuda que tenemos. En el libro “Montoneros. El peronismo combatiente en primera persona”, hago varias valoraciones autocríticas, arrancando por una, y la principal que es no haber triunfado. Esa es una deuda para con los compañeros que no están y para las familias que padecieron. Fuimos a un enfrentamiento con la voluntad de ganar, no con la voluntad de perder. Dentro de eso hay un montón de autocríticas. No hago una autocrítica respecto a la contraofensiva del 79′, sí hago una autocrítica respecto a algunas formas de la contraofensiva. ¿Por qué no hago una autocrítica de la contraofensiva del 79′? Me baso en un dato: las dictaduras del cono sur duraron, como promedio (Chile, Bolivia, Brasil y Uruguay), tuvieron un promedio de duración de 17 años. La dictadura argentina duró 7 años. Dónde están esos 10 años que se le ganó en libertades cívicas a los procesos dictatoriales, esos diez años son la sangre derramada y el dolor. Acá se peleó con un nivel más alto, costó más, es cierto. En los defectos tiene que ver con el voluntarismo pero el otro aspecto positivo es que eso dio sus frutos en el achicamiento de la dictadura. Fue producto no solo de la contraofensiva sino de toda la resistencia desplegada esos años. Esa es una forma de medir la realidad.

El otro elemento importante que pesa más en todo esto es que hubo tres tipo de actividades en la contraofensiva: la militar, la propagandística y la política. Las bajas no fueron en la parte militar, las bajas fueron en la parte propagandística y, centralmente, en la parte política. La parte política tenía como misión conectarse con los emergentes que iban apareciendo. Yo creo que nosotros no supimos comprender, y esa es la autocrítica, la profundidad a la que había llegado la dictadura y nos fuimos a meter en sitios donde tenían un gran volumen de control sobre la sociedad, es decir, el control social sobre la nueva militancia o lo que estaba pasando. Ese fue uno de los principales errores. Ahí fueron las grandes bajas.

Detrás de esta discusión el hecho importante fue la identificación de quién era el enemigo, que es lo que les pesa. Que la Argentina sepa y se le diera identificación física al enemigo: el poder oligárquico, Martínez de Hoz y su equipo. Cuántos libros se han escrito para decir que nosotros somos responsables de la dictadura. Los que estamos marcando al enemigo, estábamos marcando donde nacía la dictadura. La dictadura nace en la imposibilidad de controlar la rebeldía popular con la camiseta peronista del sindicalismo. Nosotros pusimos un modo de acción que ponía la acción sindical y militar y fue lo que a los tipos los sobrepasó.

El “Rodrigazo” es eso o (la lucha metalúrgica en) Villa Constitución, ahí es donde creo se definen a tomar la decisión (del golpe). El núcleo más importante de Villa Constitución era la fábrica Acindar, que tenía como presidente a Martínez de Hoz y el vicepresidente era el general López Aufranc, que es el primer oficial del Estado Mayor que viaja a Francia a hacer los cursos antisubversivos que habían hecho los franceses en Argelia. Ahí se conjuga el gran capital con el tema antisubversivo. Todo eso venía siendo cuestionado y también los cuestionamos al final del proceso. Ahí están los responsables, ahí están los asesinos y criminales reales.

“Dos demonios” que vuelven

La “teoría de los dos demonios” tuvo su bautismo formal en la pluma de Ernesto Sábato, presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), y autor del prólogo del libro/informe Nunca Más. El planteo de dicha tesis busca ubicar en el mismo plano de responsabilidades a la dictadura militar con aquellas organizaciones que la enfrentaron entre 1976 y 1983. Inaugurada esta perspectiva, la persecución judicial a los militantes setentistas se mantuvo a lo largo de las décadas, principalmente durante los llamados gobiernos progresistas.

El 15 de agosto de 2003 el juez Claudio Bonadío disponía la detención de Roberto Cirilo Perdía y Fernando Hugo Vaca Narvaja, así como el pedido a España de la captura de Mario Roberto Firmenich, los tres exmiembros de la conducción Montoneros. Se los responsabilizaba, junto a represores del Batallón de Inteligencia 601, de la muerte y desaparición de 15 militantes que habían sido parte de la llamada “contraofensiva montonera”. Sin prueba alguna, los referentes de dicha organización serán liberados tiempo después, mientras que los militares terminarán siendo juzgados en los años siguientes.

Ante la pregunta sobre la vigencia o influencia de la “teoría de los dos demonios”, el exmilitante montonero asume que el problema es mayor a las afirmaciones públicas que puedan realizarse y responde a los problemas irresueltos del país: “(esta discusión) es y va a ser una disputa constante hasta que triunfe la revolución. No es casual que los sectores progresistas cumplan un rol en esta situación. Creo que tiene que ver con otra cuestión. En 1983 asumió Alfonsín, pasaron 39 años, y en ese momento se define que con la democracia se come y se educa. Lo que pasa es que 40 años después ocurre que nada de eso se cumplió, sino que la tragedia de la dictadura es continuada por la democracia, no en las libertades cívicas pero sí en la cuestión económica. Todos tuvimos algo que ver, y me incluyo, con que en estos 40 años dejamos esta democracia. Esto es un desastre y la Argentina vive una crisis profunda. Después de 40 años de democracia, mayoritariamente peronista, mayoritariamente progresista, y nos dejan este país. Ahí está la mejor respuesta a lo que pasó en Argentina. Los progresistas pensaron que con sus palabras y las formas institucionales podían dar respuesta a lo que pasaba. O acaso lo que sucede en la Argentina de hoy tiene que ver con la “subversión” o las huelgas. Hay un sistema como tal que está funcionado y hay que luchar contra este sistema. El mundo paralelo que construyen (las clases dirigentes) se les está cayendo. La situación se va a dar vuelta, no cuando un genio gane una elección, sino cuando el pueblo tenga poder y el pueblo va a tener poder cuando termine con este sistema. Sin destruir este sistema de poder no va a haber poder popular. La mayor parte de la prensa y del pensamiento progresista piensa lo contrario, convencido que porque tienen tres diputados, o ganaron un municipio ese es el camino”.

“Los mandaron al muere”

Corriendo de lado el debate en torno a sí la táctica definida por la conducción de Montoneros en 1978 fue correcta o desacertada, una frase se fue asumiendo al momento de referirse a la “contraofensiva” y apunta a que la dirección de la organización “mandó al muere” a los militantes. Más allá de hacer una subestimación de las decisiones tomadas por quienes aceptaron volver al país, el planteo esconde un prejuicio infundado de que los integrantes de la dirección se refugiaban en el exterior mientras mandaban a la militancia a pelear.

El planteo desconoce acontecimientos y momentos precisos donde el grueso de la conducción ingresó clandestinamente al país, lo que le costó la vida a varios de ellos: “acá, en Argentina, de la conducción desaparecen (Raúl) Yaguer, (Horacio) Campiglia, desaparece “Carlón” (Eduardo Pereyra) Rossi en ese período. Desaparecen o son asesinados. Salíamos y entrábamos clandestinamente, yo no sé cuántas veces entré y salí del país. La contraofensiva se define en un plenario mayor, éramos unos treinta y pico de compañeros que eran los mayores cuadros de la organización. Lo definimos después del mundial de fútbol cuando estaba la euforia y la idea de que la dictadura se consolidaba. Dijimos que no y que se iba todo al carajo. Cuando el pueblo puede respirar, el pueblo lucha”.

Más allá de las valoraciones y balances que se hagan de dicha época, el piso de debate, por lo menos para quienes se asumen dentro del campo popular, debería partir de la reivindicación de quienes, con sus aciertos y errores, dejaron todo por transformar la realidad. En la vorágine de los medios de comunicación todo pareciera confundirse y a veces el “error” de la militancia señalada pareciera haber sido el solo hecho de haber sobrevivido.

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