LA VICTORIA POPULAR Y EL NUEVO PODER

Por Luis Alfonso Mena S.   ***

Derrotados el odio, la mentira, la trampa y la represión.

El domingo 19 de junio, 11.292.758 colombianas y colombianos votamos por Gustavo Petro y Francia Márquez, y decidimos empezar a cambiar el desastre que nos dejan las oligarquías en el poder desde hace 203 años, desde cuando el 7 de agosto de 1819 se materializó nuestra primera independencia.

Millones de compatriotas se movilizaron por selvas, montañas, ríos, costas y valles; veredas, barrios, calles y plazas en busca de las urnas para votar por el Cambio y derrotar el odio, la mentira, la trampa, el miedo, la amenaza de fraude, la corrupción y la represión que atentaron durante meses contra el corazón y la mente de la población, bombardeada a diario por la propaganda del gobierno, la narrativa falaz de sus medios de comunicación y la gavilla de sus candidatos escalonados.

Todos esos actores del establecimiento fueron vencidos: 688.102 votos fue la diferencia final entre Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, diferencia que le otorgó una victoria sólida y clara a los candidatos presidencial y vicepresidencial del Pacto Histórico y del Frente Amplio nucleado en torno suyo, aunque los encuestadores del sistema vaticinaban un supuesto ‘voto-finish’ con el aspirante de toda la derecha unida.

La del 19 de junio ha sido la mayor votación alcanzada por candidato presidencial alguno en toda la vida republicana de Colombia, y ese honor les corresponde a un hombre y a una mujer surgidos de la base popular, curtidos en la lucha social e inscritos en los postulados del progresismo, las ideas alternativas y la filosofía de izquierda.

Con breves períodos en los que en 203 años algunos progresismos liberales intentaron reformas sociales finalmente frustradas a sangre y fuego por las mismas élites liberales, conservadoras y uribistas (mixtura de ambas), la nuestra ha sido la historia de las desigualdades, las segregaciones, las traiciones y todas las violencias.

Somos protagonistas ahora de una nueva época que probablemente durará décadas y que debemos saber trasegar, con inteligencia y firmeza, para sortear las infinitas emboscadas que nos tenderán en el camino que apenas comienza.

La victoria de Petro y Francia ha dado nacimiento a una criatura, el cambio, que solo crecerá alimentada por la savia popular y que demorará en dar no pocos de sus resultados definitivos. Por ello requeriremos de mucha paciencia.

Varias de las transformaciones de fondo solo se verán en toda su magnitud en cuatrienios siguientes, finalizadas por quienes recojan la posta de los dos líderes actuales, pues tendremos que empezar a construir hegemonías populares para dar continuidad a lo que podría constituirse en nuestra segunda independencia.

Seamos conscientes de que es solo el inicio, pues viene lo más difícil: empezar a derrumbar dos siglos de inequidad, racismo y exclusiones, generadores fundamentales de la violencia atávica que ha signado nuestra historia de guerras, matanzas, masacres, magnicidios y crímenes de lesa humanidad.

Gesta épica

El 19 de junio configuró una gesta popular memorable fraguada a lo largo de más de un año, que comenzó en abril de 2021 con el histórico alzamiento social contra las políticas neoliberales de Iván Duque, y que se prolongó durante meses, a pesar de la brutal represión y las masacres perpetradas por el gobierno.

Como lo destacó el presidente electo en su emocionado discurso de la victoria y lo reiteró el jueves 23 de junio, al recibir del Consejo Nacional Electoral la credencial que lo certifica oficialmente como presidente electo, en este triunfo tiene papel sustancial la juventud, especialmente aquella que participó en las multitudinarias protestas de 2019 y 2021, y que incluso días antes de las elecciones estaba siendo reprimida y encarcelada por el régimen.

Tres millones de nuevos votantes, principalmente gente pobre, y un millón 300 muchachos, entre los 18 y los 21 años, que se la jugaron por el cambio, que dijeron “no vamos a dejar pasar esta opción cierta de un gobierno diferente”, rubricaron el triunfo y poder pasar de los 8.541.617 votos alcanzados en la primera vuelta del 29 de mayo, a los 11.292.758 de la segunda ronda, el 19 de junio.

Ha sido una auténtica victoria popular, contra la manguala del régimen, porque los 10.604.656 votos por Hernández en un importante porcentaje no son de él, son el producto de la unificación de todas las maquinarias y las mafias del viejo país, enredados en las cuales quedaron muchos ciudadanos que creyeron en sus matrices de desinformación y calumnias, y cayeron en sus trampas.

Las manifestaciones de júbilo y amor popular por la victoria reflejan el nivel espontáneo y sincero de compromiso que con la construcción de esta victoria tuvo un sector muy grande del país, que en las últimas semanas se vio sometido a una campaña de la derecha para torcer su voluntad, su entusiasmo y su voto.

Pero las difamaciones contra Petro, Francia y el Pacto Histórico no lograron los propósitos pretendidos por la prensa del sistema, y, en cambio, la participación de la gente en la jornada del 19 de junio se convirtió en un reto de movilización, a pesar de las dificultades de transporte y la falta de recursos, y el resultado final se esperó con una expectativa pocas veces palpada en la historia popular.

Las explosiones de alegría en hogares, centros comerciales, plazas públicas, campos y ciudades reflejan el nivel de aceptación que Petro, Francia y la lucha por el cambio de verdad alcanzó en el alma de la mayoría del pueblo.

Nuevos vientos

Petro y Francia no nos defraudarán. La amenaza del gatopardismo (“cambiar para que nada cambie”) no se abrirá paso, porque la fórmula presidencial del Pacto Histórico tiene una trayectoria limpia e inquebrantable que evitará el desvío.

El cambio por la vida, una de las ideas centrales de la campaña, se empezó a abrir paso desde el momento mismo de la elección: llamada del presidente de EE.UU. al presidente electo Petro en pie de igualdad; contacto con el presidente de la República Bolivariana de Venezuela para la normalización de relaciones y dar fin a la nefasta política de Duque en la frontera; nuevas definiciones de las fuerzas partidistas para conformar mayorías sólidas del Pacto Histórico y aliados en Cámara y Senado, con el fin de garantizar el trámite expedito de las reformas económicas, sociales y políticas que urge el cambio; aceptación de diálogo por parte de Álvaro Uribe tras reunión de empalme de Petro con Iván Duque para aliviar las tensiones en el país; acercamiento de la mayoría de los gremios al presidente electo; directrices desde ya en materia de educación, gastos y política económica por parte del nuevo jefe del Estado.

Todos estos hechos y muchos otros en marcha son evidencia del nuevo clima político, muy distinto al que activistas de extrema derecha y fanáticos del fascismo, como algunos que persisten con mensajes criminales en redes, esperaban tener para incentivar la guerra de odios e iniciar el cerco económico.

Sin embargo, la alerta del pueblo y sus organizaciones debe seguir siendo máxima, la derecha no duerme y la conspiración sigue latente.

El fenómeno político que constituyen Petro, Francia y el gigantesco respaldo popular brindado a su lucha y a su programa han conmocionado a las viejas élites y ha hecho cimbrar las estructuras del establecimiento, no solo en Colombia, sino en todo el continente.

Hemos comenzado el camino de los cambios y del nuevo poder. Empieza lo más difícil. Pero la alegría de la victoria popular y el convencimiento de que tenemos la razón histórica anidan en nuestras mentes y en nuestros corazones como motores de las transformaciones urgentes que espera la patria.

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