MASSA, EL HOMBRE QUE TEJE Y ESPERA

 

Por Gabriela Pepe   ***

Busca imponer su agenda productiva mientras CFK y Fernández definen la guerra. Administra desconfianzas. Suena como ministro y quiere ser el candidato 2023.

“Terminó una etapa de debate y viene el tiempo de dedicarnos a leyes que promuevan la inversión y el empleo»
. El jueves por la noche, mientras todavía resonaba la novela palaciega del Consejo de la Magistratura, Sergio Massa intentó vender su proyecto a 21 embajadores de la Unión Europea en Argentina. La reunión tuvo como objetivo formal “reforzar los vínculos parlamentarios, económicos y políticos” con el Viejo Continente, pero el presidente de la Cámara de Diputados puso el eje en las leyes de desarrollo productivo – cuyo tratamiento tiene en carpeta el Congreso-, que se encargará de capitalizar desde su lugar de socio componedor del Frente de Todos (FdT) y una especie de vocero del electorado abandonado.

Massa está haciendo los deberes. Con Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner en guerra, el líder del Frente Renovador intenta ser el hombre de los acuerdos y representar el espíritu amplio y diverso del FdT que las tensiones dejaron en el olvido y focaliza en cuestiones concretas de la economía que preocupan a la sociedad, a la espera de que todo aclare y la política lo llame a subir un nuevo escalón, ya sea en el Gabinete nacional o en una futura candidatura presidencial para la que nunca deja de trabajar.

Intenta desde un lugar naturalmente incómodo. Una lista nutrida de dirigentes y consultores afirma que el Congreso es un mal lugar para construir. Que la sociedad “odia la rosca” partidaria que se evidencia en el recinto y se huele tras bambalinas. Y que si Massa aspira a crecer electoralmente “tiene que volver al Ejecutivo y mostrar gestión”.

El camino no está allanado. Desde hace tiempo, Massa suena entre los posibles candidatos a ocupar un ministerio en el Gabinete nacional. En la grilla aparece como potencial reemplazante de Martín Guzmán en Economía, en un súperministerio mucho más grande, que incluya otros rubros, como producción y turismo. Sería la oportunidad para lucirse de alguien que tiene mucha más fe en la recuperación económica que Cristina y Máximo Kirchner. Massa dice que no está “buscando trabajo” y que se siente cómodo como presidente la Cámara baja.

El Presidente tiene un dilema. Como Massa, en el peronismo suenan los nombres de otras figuras de peso, como Daniel Scioli o Agustín Rossi, que podrían darle dinamismo y peso a la gestión, cambiar el aire y darle envión a una administración ya desgastada por las distintas crisis y las internas. Reforzar el Gobierno, ya en clave electoral. Es un consejo que Fernández recibe cada día de parte de dirigentes de distintas tribus del peronismo y que evalúa para un futuro no tan lejano, pero que quiere ejecutar una vez que los rumores se hayan disipado.

“Alberto necesita nombres fuertes que se asocien con él. Dirigentes como Daniel o Agustín lo van a hacer protagonista. Con Sergio siempre es más complicado, juega mucho para él, pero tiene una capacidad espectacular, dice una figura de peso en el peronismo que dialoga con Cristina, con el Presidente y con Massa. ¿La presencia de Massa amenazaría el protagonismo presidencial? Es el riesgo que mide Fernández, que además lo ve más como un socio de Máximo Kirchner y Eduardo de Pedro que como un neutral.

El titular de la Cámara de Diputados entiende que solo podría desembarcar en el gabinete si eso fuera fruto de un acuerdo entre los Fernández, que marque una suerte de refundación del espíritu con el que el FdT nació en 2019. Esa negociación aparece lejana en los papeles. Sin embargo, en la intimidad del oficialismo circula la certeza de que las posiciones del Presidente y la vice comenzaron a acercarse silenciosamente en las últimas semanas.

Por eso, la confrontación bajó el tono público y se vieron algunas señales de concordia. El anuncio de Fernández en Vaca Muerta fue una de ellas. En Neuquén, el Presidente lanzó el inicio de la obra del gasoducto troncal Néstor Kirchner. Lo hizo sentado junto a Axel Kicillof y otros funcionarios que responden a la vicepresidenta, el secretario de Energía, Darío Martínez, y el subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, y el presidente de YPF, el pingüino Pablo González, y otros funcionarios de La Cámpora. Durante su discurso, Fernández elogió la estatización de YPF que llevó adelante Cristina y hasta se refirió al yacimiento como “vaca viva”, como solía hacer la vicepresidenta.

Aunque generaron algunos ruidos, los movimientos en torno al Consejo de la Magistratura también estuvieron medianamente coordinados. Por instrucción del Presidente, Juan Manzur dijo que la jugada de Cristina en el Senado estaba “dentro de los parámetros legales”, mientras que Gabriela Cerruti recordó los cuestionamientos de Fernández al funcionamiento de la Justicia y Vilma Ibarra, albertista de pura cepa, salió a defender la legalidad de la designación de Martín Doñate. El jefe de Gabinete dijo, además, que el jefe de Estado había dado la orden de “no hablar de política”. Fernández quiere bajar los ruidos internos y enfocarse en la gestión.

Como contó Letra P, Massa ofició como puente entre el Presidente y Cristina, mientras la vice cocinaba la decisión de romper el bloque del oficialismo en el Senado. Había pasado varias horas en el despacho de Cristina y fue el encargado de mantener al tanto al Presidente. El lunes, también había estado en la Casa Rosada. Fue el primero que ingresó desde el ala presidencial al Salón Blanco, donde el gabinete esperaba los anuncios de Fernández y Guzmán.

Antes, Massa había recibido en Diputados a los gobernadores del Norte Grande, que reclaman el tratamiento de leyes ligadas a la producción, con las que buscan mover el avispero del Congreso y sacarlo de la parálisis que le imprimen las tensiones políticas. Acordaron avanzar “en un plazo de 30 días” en leyes relacionadas con la promoción económica: la ley automotriz, electromovilidad, cannabis medicina, el comité de Bajos Submeridionales, Compre Argentino, entre otras.

En privado, los gobernadores lo dejan claro: están hartos de la pelea Alberto-Cristina, quieren soluciones concretas y miran con terror las elecciones presidenciales. Massa aprovechó la ocasión para correrse de la guerra interna y subirse al discurso de la producción, con el que se siente cómodo y con el que busca potenciar su perfil. Lo tiene medido. Las leyes vinculadas a la producción pueden representar apenas el 30% de las coincidencias del FdT pero son el 70% de los intereses de los votantes.

El líder del Frente Renovador no quiere ser el mediador en el conflicto. Massa espera que el Presidente y la vice resuelvan sus diferencias pero mantiene distancia prudencial. Y mira correr el reloj con preocupación mientras fortalece su perfil. Una encuesta que circula entre las cabezas del FdT muestra que el 80% de los votantes del espacio en 2019 defiende la unidad. Lo mismo pasa con el 55% de los argentinos, independientemente de su filiación política.

Entre las demandas, el electorado pide más ADN del FdT original. Amplio y diverso, con diferencias, pero que no esté enfrascado en las disputas internas y ponga el foco en los problemas reales de la sociedad, principalmente la inflación y el desempleo.

Ese es el punto en el que Massa entiende que se hace fuerte. Mientras el espacio se sumerge en disputas políticas feroces, el tigrense intenta conectar con las demandas del electorado, se construye como el vocero del sentido común, cultiva el diálogo con gobernadores propios y ajenos, sigue obsesivamente los detalles de la gestión de las áreas de gobierno que controla, hace silencio sobre cuestiones ligadas a la política palaciega, habla para la clase media e intenta aggiornar el discurso peronista a los tiempos modernos. Busca vende más pragmatismo y resolución de problemas que rosca. Cree que es quien mejor encarna el espíritu del armado 2019.

En las mesas de decisión del FdT saben que Massa busca erigirse en el Alberto de 2023, la alternativa de Cristina para interpelar al electorado amplio, a la clase media esquiva. En el cristinismo hay quienes dudan de que la confianza de la vicepresidenta pueda llegar tan lejos. Mientras, Massa muestra pruebas de que supo cumplir acuerdos sin perder su identidad y trabaja por su sueño, ser el candidato de la unidad. Sabe que por fuera del FdT no hay supervivencia posible y que ya no tiene margen para otra vuelta en el aire como la que dio en 2019.

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