Como contrapartida a ese discurso hegemónico y excluyente, todo lo referente al imprescindible desarrollo socio económico y a librar a las naciones subdesarrolladas de las asfixiantes tenazas del poder financiero transnacional, parecen temas ausentes por completo, o poco menos.
El Papa es de los pocos, o el único, referente mundial que se refirió concretamente al tema, con total autoridad moral y sin formar parte de las fuertes disputas geopolíticas. Y seguramente es uno de los motivos por los que el establishment lo odia y ataca tanto.
Y esa aparente contradicción u “olvido”, o muy diferentes grados de importancia asignados a esos dos ejes de análisis, no parecen ser casuales, sino por el contrario podría afirmarse que conforman el meollo central de los dos objetivos del núcleo del Poder Real Atlantista.
El objetivo declamativo es el cuidado del medio ambiente como supuesta prioridad total; mientras que el objetivo real evidenciaría ser buscar mantener (o algo tardíamente recuperar) el poder real a favor del Núcleo Atlantista; el cual no tolera el mundo multipolar ni la firme marcha hacia el poder geopolítico, por parte de las Potencias Continentalistas, en particular China, Rusia y aliados cercanos.
Esa afirmación puede parecer muy dura o exagerada, si no se analiza con el debido cuidado y profundidad, el amplio conjunto de antecedentes que desde lo geopolítico, lo económico y lo declamativamente ambiental, puede evaluarse y constatarse; claro que para entenderlo es imprescindible quitar la gruesa maraña de telarañas mentales que día a día instalan y refuerzan los factores del Poder Real Profundo, por medio de sus múltiples tentáculos de difusión y de cooptación cultural, en operaciones de pinzas que evidencian estar muy bien digitadas siguiendo sofisticadas técnicas de cooptación mental a escalas masivas.
La doble vara impuesta implícitamente, se nota a poco de analizar el tema medioambiental. Los grandes polucionadores masivos del medio ambiente, han sido y son los países consolidados como desarrollados, y unos pocos de los emergentes que claramente se ganaron su lugar en el exclusivo “club” de las grandes potencias económicas; todos ellos, en diversos grados, evidencian seguir contaminando a gran escala, sin parecer tener en muchos casos, intención concreta alguna de morigerar sus procesos económicos en aras del supuesto y declamado conservacionismo. En castizo simple, promueven –en lo enunciativo- medidas supuestamente ambientalistas, pero sus prioridades están en seguir impulsando el desarrollo y el poder real, desde lo crudamente geopolítico.
Más aun, en el contexto actual de una crisis energética considerable, desatada por una conjunción de “cisnes negros” (eventos negativos no previstos, o no evaluados en sus potenciales severas consecuencias), todo parece indicar que apelaran a fuentes muy contaminantes de energía (como el carbón y el petróleo, o el hoy conflictivo gas natural), antes que inducir a una restricción del consumo.
Existen muchas aristas indefendibles, o al menos de muy dudosa sustentabilidad técnica, de las medidas de “cuidado ambiental”, que pese a eso son reiteradamente expuestas por las grandes agencias noticiosas y por periodistas supuestos expertos en energía.
- Promoción a ultranza de eólicas y solares. Se ocultan sus muy altos costos reales, sus contaminaciones vinculadas, y sus muchos problemas ambientales, además de la baja calidad por ser energías intermitentes.
- Casi total omisión de la hidroelectricidad, pese a ser renovable y eficiente.
- Muy poco énfasis en lo nuclear, sin considerar que produce energía de calidad, es muy segura, de menores índices de polución que eólicas y solares, ni del impulso al desarrollo tecnológico que significa la tecnología nuclear.
- Se enfatiza el posible uso masivo del hidrógeno como vector energético, pero no se explican sus limitaciones logísticas ni sus huellas de carbono, además del no menor tema de la seguridad, por su potencial peligroso índice de accidentología.
- Se demoniza al carbón, siendo que en muchas regiones o países es hoy casi insustituible, no considerándose las maduras tecnologías existentes para limitar sus poluciones, como por ejemplo lo hace China.
- Se enfatiza el uso de automotores eléctricos, pero no se explica que sus supuestos ahorros ambientales pasan a ser meramente declamativos, si recargan en sistemas eléctricos de matrices predominantemente termoeléctricas, como la de Argentina.
- El gas natural es mostrado en forma poco clara o incluso despectiva, siendo que es por mucho el hidrocarburo menos contaminante, es abundante, y claramente hoy no existen substitutos totales y eficientes que lo puedan reemplazar. Hoy es considerado como alternativa viable de transición energética hacia una matriz más limpia. Sus críticas están muy impregnadas de prejuicios muy vinculados a lo geopolítico, con la estrecha visión eurocéntrica que caracteriza al núcleo del Poder Atlantista.
- Nada se dice de los horrorosos índices de polución y de degradación humana, que son consecuencias directas del subdesarrollo, el cual a su vez el provocado por el capitalismo salvaje, pregonado y promovido por los personeros del neoliberalismo y de la globalización a ultranza.
Algo similar están haciendo en Argentina, en donde priorizan en forma desproporcionada y con argumentos groseramente mentirosos, a eólicas y solares, con altísimos costos fiscales para subvencionar acentuadamente a esas ineficientes energías, con lo cual nos están llevando a un preocupante escenario de pobreza energética inducida; dentro de lo cual dificultan o impiden las imprescindibles construcciones de centrales hidroeléctricas y nucleares, eficientes y económicas por kWh. Con eso acentúan el sesgo termoeléctrico de nuestra matriz energética, del cual son socias y complementarias las “renovables” eólicas y solares.
A nivel mundial, son tibios o inexistentes los apoyos para las energías hidro y nuclear, mientras que el gas natural, de cuyo abastecimiento depende en gran medida la vieja Europa, es aceptado a regañadientes como necesario insumo de transición, siendo la verdad es que a los Atlantistas les molesta la creciente dependencia que tienen del creciente abastecimiento desde Rusia, lo que les genera un insoluble problema geopolítico, en el marco de tensiones y enfrentamientos que dominan la agenda entre Europa Occidental y sus aliados menores de Europa Oriental, respecto al gigante bicontinental ruso, que demuestra jugar sus fichas con cuidadosa firmeza.
Ese contexto geopolítico no parece ser cabalmente comprendido en su compleja realidad en Argentina, donde se estaría apostando al subordinado rol de simple exportador de gas natural en vez de montarse una poderosa industria petroquímica basada en ese abundante hidrocarburo. Y con asombro e indignación, constatamos que el abastecimiento a todo el territorio argentino, no es prioridad para algunos factores de decisión, que solo piensan en la exportación, sin importarles la integración nacional que significan los gasoductos –hoy muy incompletos-, ni el desarrollo tecnológico e industrial que implica promover la petroquímica.
CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos