ES TIEMPO DE APOYAR SERIAMENTE A LA COMUNICACIÓN POPULAR

Por Tavo Cibreiro   ***

El rol de la comunicación popular en el proceso histórico actual: informar y comprometer a las audiencias en relación a su entorno económico, social y cultural. De ser impulsada como política estatal, y con el financiamiento adecuado, la comunicación popular puede dar un salto de calidad, llegando a generar empleo genuino.

Desde casi siempre, la comunicación popular, alternativa y comunitaria ha buscado su lugar dentro de la sociedad argentina. Una zona donde moverse sin obsesiones predeterminadas, ni alteraciones “mutantes” propias del sector.

En otras palabras, un espacio de reconocimiento, donde el ejercicio de la comunicación no masiva sea un derecho cotidiano, con igualdad de oportunidades y viabilidad económica en su desarrollo. Obviamente, esa profunda indagación histórica, sobre como representar el mundo, pasó por diferentes momentos políticos, sociales y culturales. Al mismo tiempo, la construcción de un convenio disruptivo nunca fue algo sencillo.

Tal vez, la complejidad de su postura intelectual, más los arrebatos en el intercambio de experiencias, contaminaron el proceso de maduración y provocaron un retraso en la disposición de la lucha colectiva. Así fue como, entre otras cosas, la estigmatización se volvió inevitable.

Sin embargo, y más allá de lo mencionado anteriormente, a la comunicación popular se le pide mucho todo el tiempo y se le da poco. Muy poco. Por estos días, desde una porción importante de la comunidad, se le exige terminar con la hegemonía, realizar productos estéticamente bellos y vanguardistas. Asimismo, sofocar la ausencia de masividad antagónica y vigorizar las miradas propias sobre los asuntos más significativos de la batalla cultural. Imposible de cumplir. Más allá de la existencia de varios proyectos colectivos excelentes, en red y con muy buen alcance.

En términos estratégicos, resulta relevante, y urgente, asumir el tropiezo y repensar la visión utópica, convirtiéndola en una realidad concreta y habilitante de nuevos sentidos.

«Este momento histórico, en cuanto a las condiciones sociopolíticas de nuestro país y la región, nos obliga a no reducir la comunicación a una mera transmisión de contenidos. Por el contrario, debemos avanzar mucho más, a fin de comprometer a nuestras audiencias con su entorno económico, social y cultural. El discurso hegemónico nos aparta de ese camino y nos oculta, con astucia, su vertical intención de favorecer a unos pocos y pocas a costa de unos muchos y muchas«.

Entonces, en la nueva etapa que se aproxima, la comunicación alternativa, popular y comunitaria deber ser considerada como una política de estado. Sin lugar a dudas. No sólo para la búsqueda de una autonomía discursiva, necesaria en cualquier proyecto emancipador, sino también, como generadora de empleo genuino y constante.

Para cumplir con esos objetivos concretos y posibles, no alcanza sólo con guardar lugares o hacer “fulbito” político con capacitaciones eternas y, en muchos casos, redundantes. Es total y absolutamente necesario encontrar fuentes seguras y firmes de financiamiento. Dicho de otro modo, el sector necesita plata para dar ese salto de calidad. Plata para pagar la luz y sueldos. Plata para comprar insumos y tecnología. Los Evitas o los animalitos inofensivos del neoliberalismo, no importa. Plata. Cuando se aborda este tema, casi siempre, la problemática se reduce a la mala distribución de la pauta pública o a la ausencia de programas de fomento. Cuestiones importantes pero no únicas. En consecuencia, la pauta privada se resigna. Se olvida. Por distintos motivos, nunca se proyectan estrategias claras para conseguirla.

Posiblemente, los medios alternativos, dentro de la lógica comercial, aún no sean receptores ideales de los presupuestos publicitarios de las empresas. Por ello, el estado debe allí estar presente, con políticas fiscales de incentivo y generando un contexto propicio para la inversión privada en el sector. Por ejemplo, descuentos en ganancias, Ingresos brutos y/o IVA (para los inversores), de fácil aplicación, pueden ser dispositivos instantáneos para capitalizar a los sin fines de lucro. Además, préstamos a tasas subsidiadas para equipamiento y la eliminación de impuestos municipales, provinciales y nacionales.

En síntesis, el razonamiento corporativo ha monopolizado el desarrollo de las industrias culturales y del régimen mediático en particular, relegando contenidos, miradas y potenciando la concentración en todas sus formas. El estado debe romper esa inercia comprobada y visualizar alternativas realizables. Fortalecer la comunicación anti hegemónica es la opción correcta, en desmedro de nadie y a favor de todos y todas.

*** Tavo CibreiroComunicador popular. Docente. Miembro de Ucaya e integrante fundador de FM Fribuay/ Tambien integrante de Mueve Argentina. Trabaja en la fm530 y la radio de la Universidad de La Matanza

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