EE.UU: LAS RAÍCES RACISTAS DEL ESTADO PROFUNDO

 Por Rolando Prudencio Biancon   ***

¿Dónde se pueden encontrar las causas para explicar lo inexplicable; lo que increíble y surrealistamente ha sucedido en el capitolio estadounidense el pasado 6 de enero?

Y es que era impensable para el más escéptico ver lo que ocurrió aquel día; por todo lo que EE.UU. se ha ufanado por mostrarse ante el mundo, como el país dechado de todas las virtudes democráticas, pero además respetuosos de la ley.

Así mismo, porque precisamente ha presumido ser la panacea y paradigma de la democracia, lo que obliga a que se deban buscar las explicaciones, allá donde aparentemente no están las respuestas como es en el propio Establishment estadounidense, sino en lo más recóndito de la Real politik estadounidense, y que es lo que se ha comenzado a conocer como: el Estado Profundo, o Deep Estate, por sus siglas en inglés.

Y es que a diferencia de lo que ha sucedido en otros países donde la presencia hegemónica de los EE.UU., ha sido explícita a través de las embajadas, y que es lo que se conoce, y que actúa como «poder fáctico», o «supra estado»; dentro los Estados, es los EE.UU. ese poder cumple el Deep Estate o Estado Profundo.

Y es que así como en cierta medida la soberanía de los demás Estados ha estado condicionada y controlada por este «poder fáctico», que es el papel que cumplen esas legaciones diplomáticas, en función hacer prevalecer sus intereses imperiales, ya que en muchos casos tienen la última palabra en varias decisiones «soberanas» que deben tomar los Estados; ya sea por ejemplo influyendo desde los nombramientos de funcionarios en puestos claves para los intereses de los EE.UU., hasta en la elaboración de leyes nacionales.

Uno de los casos en los que se pudo ver el peso que tiene la embajada estadounidense en Bolivia, fue a mediados de la década de los 90, con el nombramiento para la lucha contra el narcotráfico del ex coronel Faustino Rico Toro por parte del gobierno del MIR, que fue observada y vetada su designación por la embajada estadounidense, dejándose sin efecto la misma, acusado por narcotráfico. O el caso de la aprobación de las leyes de capitalización que fueron redactadas en inglés en EE.UU. y que debía esperar el congreso boliviano su traducción para su aprobación durante el gobierno MNR.

En cambio, el caso se dentro la propia política norteamericana, ya sonaría contradictorio la existencia de esos poderes fácticos, ya que como es obvio no deberían existir, pero los mismos; sí existen, aunque no como en el caso del papel que como «poder fáctico» o suprapoder juegan las embajadas; sino de forma casi fantasmagórica, imperceptible; vale decir en la que éste Deep State,  Estado Profundo emerge como una estatalidad profunda y que es la que realmente define la forma en la que los políticos norteamericanos deben gobernar; y que como es obvio es en función a los intereses de ese Estado Profundo, conformado por grupos oligárquicos como: el lobby sionista estadounidense, la banca, la familia Rockefeller, las corporaciones trasnacionales, y cuántos otros más a quienes no se los conoce, justamente por el nivel de hermetismo en el que se mueven pero son los que realmente gobiernan para sí.

Respecto a las motivaciones que une a este Estado Profundo, como era de esperarse está el poder económico; pero también otro de orden mucho más subjetivo, como es el racial, y que es el que con más eficacia los une, y ha unido a grupos de poder, basándose en la superioridad racial, tal como fue el papel catalizador que cumplió el racismo en la Segunda Guerra Mundial.

Es por ese motivo que la aparición de los seguidores supremacistas de Trump, durante la toma del Capitolio da la pauta de haber apelado a una cuestión irresuelta en los EE.UU., como es el racismo, por lo que no suena exagerado explicar en esos términos éste fenómeno, no sólo por su puesta en escena blandiendo banderas confederadas, o símbolos nazis por parte de sus seguidores del QAnon; sino por los sucesos de violencia racial que precedieron al desenlace que se dio en el Capitolio protagonizado por los Proud Boys, como fue la escalada asesinatos de varios miembros la comunidad negra a manos -o en otros casos bajo los pies- de policías blancos, como el asesinato de George Floyd quien murió al ser pisado por el policía blanco Dereck Chauvin, quien le pisó -valga la redundancia- el cuello hasta que perdiera la vida.

Es más, se podría afirmar que estos eventos sirvieron para que la administración Trump premeditadamente vaya naturalizando en la opinión pública hechos de violencia racial por parte de la Policía, como los vividos hace meses contra la comunidad negra, y que lejos de contar con la reprobación de Trump, fueron más bien motivo de represión ordenada por él mismo contra quienes indignados levantaron su voz, como fue la arremetida contra el movimiento: Live Black Matter (La vida de los negros importa).

Si bien es cierto que los EE.UU., parece haber retomado la normalidad después de la posesión de Joe Biden; y más allá de que a su despedida Trump haya advertido: «Vamos a volver de alguna manera”, lo que a Biden le toca enfrentar, y cuando no, es cortar las raíces de ese Estado Profundo, cuyas raíces -valga la redundancia- racistas son las que lo sostienen aún.

 

 

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