CÓMO PONERLE FRENO A LA INFLACIÓN

Por Guido Lorenzo y Cecilia González Bonorino   ***

Si bien el año pasado cerró con una desaceleración significativa de los precios respecto de 2019, en los últimos meses la inflación crece a cifras que anualizadas alcanzan una tasa del 50 por ciento anual y encienden las alarmas oficiales.  



Imagen:
Guadalupe Lombardo

Producción:
Florencia Barragán

——————————————————————————————————————————–

A tiempo de sincerarse

Por Guido Lorenzo (*)

La inflación debe ser una de las principales preocupaciones que está teniendo el gabinete económico.
Por más que se intente disimular con el dato del 36 por ciento de la inflación de 2020, en los últimos 5 meses estamos navegando a un ritmo de 45/50 por ciento. Quizás lo más preocupante es que esto es sin haber avanzado en el descongelamiento de precios regulados y tarifas, y con relativa estabilidad en el mercado de cambios.

El problema es estructural, Argentina acumula cerca de 2.000 por ciento de inflación en los últimos 10 años y cada vez se fue asentando un escalón más arriba. Pensar en estos tiempos en el problema inflacionario de 2011, cuando la tasa rondaba el 20 por ciento, suena raro. Pasaron gobiernos y políticas y no logran erradicar el problema, pero el agua cada vez nos hunde un poco más. Retornar a esa inflación de 20 por ciento sería hoy todo un logro, y aún así seguiríamos con una inflación elevada.

Lamentablemente aspiramos a algo mucho más modesto, la Ley de Presupuesto considera una inflación del 29 por ciento que es defendida por el ministro Martín Guzmán pero que choca con lo que vive el consumidor día a día. Está el objetivo de reducir gradualmente la inflación, pero entre la realidad y el objetivo está faltando un plan de acción.

En diciembre fue la carne, hace dos semanas los lácteos, la que pasó fue el pan, y ahora las frutas…cada semana sale una figurita distinta del paquete, pero el problema es el paquete. Los daños directos se ven en los indicadores socioeconómicos, pero hay toda una serie de distorsiones que se generan por el fenómeno inflacionario afectando al lado real de la economía.

Uno que actualmente preocupa es la falta de certidumbre acerca de cuál va a ser la tasa de inflación del 2021 y en adelante. Consultoras privadas advierten de un 50 por ciento o más, pero el gobierno insiste en que rondará el 30 por ciento. En esas condiciones es muy difícil realizar cualquier tipo de contrato, desde fijar un precio, un presupuesto, un contrato de alquiler, etc. Así la iniciativa privada difícilmente aparezca. El impulso fiscal sirve como remedio, pero no puede ser la constante del empuje de la economía.

Al no tener aún acceso a los mercados de deuda, a diferencia de otros países, Argentina tiene que atravesar un shock transitorio con emisión de una moneda que está cada vez más desvalorizada. El esquema del déficit permanente tiene límites en nuestro país.

Avanzar con la actualización de tarifas y otros servicios regulados sobre el nivel actual de inflación nos puede hacer subir otro peldaño en la escalera inflacionaria. Lo que marca la evidencia empírica es que, a tasas más altas de inflación, mayor es la probabilidad de aceleración, o menor es que descienda. Así que tenemos que tratar de no seguir escalando como sucedió en los últimos 15 años.

Hay que empezar a sincerarse que la inflación de este año difícilmente sea inferior al 40/45 por ciento si no se quiere entrar en más distorsiones y encauzar un camino de coordinación de expectativas alrededor de objetivos creíbles. El gobierno anterior hacía mucho trabajo para intentar coordinar, pero tenía metas ridículas. El actual tiene objetivos realistas, aspirar a que la tasa de inflación baje de a 5 puntos porcentuales por año, pero no está pudiendo lograr convencer al público que la inflación ronde el 30 por ciento.

Se hace más daño insistiendo sobre una meta poco realista que sincerarse y asumir que lo coyuntural fue la baja inflación en los meses de ASPO y que el problema sigue estando presente. Confundir al público dificulta un normal desenvolvimiento de la actividad. La victoria del 36,1 por ciento de inflación en 2020 puede ser efímera, se revierte apenas aparezcan los primeros registros de inflación mensual. Sin embargo, emprender un camino de desinflación desde los verdaderos niveles actuales es lo realmente virtuoso.

Hasta ahora los salarios creciendo por debajo de la inflación en los últimos 3 años, la tasa de desempleo de doble dígito y la administración del tipo de cambio permiten que no se espiralice el fenómeno. Si uno piensa que la reactivación de la economía será posible, entonces los salarios no pueden seguir siendo los únicos que corran por detrás de los precios. Ya utilizada el ancla tarifaria queda la cambiaria y choca con el objetivo de mediano plazo de exportar más. Hay que dejar de aferrarse a metas incumplibles.

* Economista (UBA), director ejecutivo de LCG.

——————————————————————————————————————————–

Los retos de 2021

Por Cecilia González Bonorino **

Hace tres años que estamos insertos en un círculo vicioso que agudiza cada vez más el deterioro social y productivo en nuestro país. A las consecuencias de las políticas que implementó la gestión anterior, se sumó la pandemia y el aislamiento que impactaron con mayor fuerza en la población más vulnerada y en las MiPyMes, que ya habían sido los sectores más afectados por las políticas de desregulación y ajuste estructural de los últimos años.

En este marco, el gobierno tomó diversas medidas con el objeto de paliar los efectos negativos sobre el ingreso de los hogares, la producción y el empleo: el ingreso familiar de emergencia, bonos extraordinarios, congelamiento de tarifas, pago de salarios con recursos públicos, etc. También fue central la renegociación de la deuda externa y el sostenimiento del tipo de cambio, evitando que bruscas devaluaciones colapsaran la situación económica y social. Esto a su vez repercutió en la inflación, que se redujo en 17,7 puntos con relación al año anterior. De esta forma se logró contener el mal momento, excepcional, que estamos viviendo.

El 2021 será un año atípico porque van a transcurrir varios meses hasta volver a la normalidad. La incertidumbre que genera la pandemia hace muy difícil prever el comportamiento de la economía. Todos los pronósticos afirman que habrá crecimiento por el mayor uso de la capacidad productiva, los salarios deprimidos, la mayor demanda global, las tasas de interés internacionales bajas y el repunte de los precios internacionales de las commodities; pero hay mayores discrepancias en torno a cómo evolucionarán la inflación y el déficit fiscal. En cuanto a estas, mejor que las previsiones es tomar a cuenta las medidas que las determinarán.

La pandemia exige al Estado un gasto extraordinario que está siendo financiado con emisión monetaria, la cual impacta en la inflación a través del tipo de cambio ya que parte de esta liquidez presiona la demanda de dólares y en consecuencia la devaluación. Frente a estas variables, el gobierno busca descomprimir el gasto desarmando paulatinamente las medidas de contención por la Covid-19, y ampliar su financiamiento fortaleciendo el mercado local de capitales.

Vinculado al déficit fiscal, también se asoma el descongelamiento de tarifas de los servicios públicos y los combustibles. Estos precios impactan en el gasto y la inflación, pero además repercuten en la distribución del ingreso y el aliento al crecimiento vía reducción de costos para las empresas; razón que lleva al gobierno a idear un descongelamiento progresivo en función de la capacidad adquisitiva.

Por otra parte, la recuperación de la economía reactivará la puja distributiva, esto es la pelea por la recomposición de las rentabilidades de las empresas y el salario real, que también presionan la inflación. Para esto se creó el Consejo Económico y Social, que será clave en la definición de precios y salarios, entendiendo al último como el dinamizador del consumo, la inversión y el crecimiento.

Por último, el alza de los precios internacionales de las commodities agrícolas tendrá un impacto positivo en el ingreso de dólares y la recaudación, pero con el consecuente incremento de la presión inflacionaria. Frente a esto, el gobierno gestiona un plan que pondrá límites a los precios de los alimentos, que incluye el refuerzo del programa Precios Cuidados, la continuación de Precios Máximos y convenios con aceiteros y frigoríficos.

Las herramientas están, el desafío es lograr que sean suficientes y efectivas para que la recuperación se distribuya de la forma más progresiva posible, en el país más desigual que deja la pandemia. Avanzar en este sentido, en el marco de la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional y en un año electoral, donde probablemente se refuercen las tendencias desestabilizantes abogando por el regreso de las políticas neoliberales, será el principal desafío no solo para el gobierno sino para que la recuperación nos alcance a todas y todos.

** Economista UBA e integrante del Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav).

 

Enlace permanente a este artículo: http://ellibertadorenlinea.com.ar/2021/02/06/como-ponerle-freno-a-la-inflacion/