Por Flor de la V ***
Cada verano que llega veo la misma postal en las playas argentinas: mujeres aferradas a sus pareos como si fueran el último salvavidas del Titanic. ¿Por qué? ¿Por qué le damos ese poder a les demás? Seguimos siendo víctimas de los prejuicios ajenos. Yo pensaba que con estos últimos años de lucha, liberación, feminismo, marea verde y la manija de fin de año, la situación iría cambiando, pero cada verano se repite ese patrón.
Imagen: Leandro Teysseire
Primero, lo que debemos tener claro: ¡no es nuestra culpa! Los medios de comunicación, la publicidad, las redes sociales y las revistas ejercen una constante violencia simbólica sobre nuestros cuerpos.
Como mujer de los medios y trans sé de lo que estoy hablando. Durante años me sometí a duros entrenamientos, dietas estrictas y tratamientos que casi rozan la tortura para poder encajar en el modelo de mujer cis y no sentir esa mirada constante sobre mí. Todo en vano, porque si hay algo que abunda en Argentina son les jueces del cuerpo, que nos ponen en el banquillo de los acusados por no tener el peso perfecto y nos cuestionan si somos gordas, flacas, si calzamos 42, si tenemos pelos, celulitis, estrías, arañitas en las piernas, cicatrices, la espalda ancha, pantorrillas gordas y la lista puede ser interminable. Todo será usado en nuestra contra de forma discriminatoria y prejuiciosa. Lo peor de todo es que una misma se vuelve fiel ejecutora de estas sentencias. Es difícil escapar.
Para mí, el pasillo de la carpa fue durante años mi peor pesadilla, para muchas mujeres lo sigue siendo. Muchas chicas se preocupan por algunas estrías o un poco de celulitis: imagínense cómo se sentirían ustedes si todas las miradas fueran constantemente a sus genitales. Muches tienen una obsesión con la entrepierna de las mujeres trans. ¡Sí! La idea fija… si se nota algo, si estamos operadas, ¿cómo hacen? ¿Por qué preocupa tanto eso? Para todes les interesades, les cuento, se llama truquín o trucar. Y sí, puede ser doloroso (intenten sentarse solo unas horas sobre sus genitales a ver qué se siente). Las mujeres trans lo hacemos por legítima defensa, si no cumplimos con los estándares cis-normativos de la femineidad, somos castigadas. ¡Tenemos que empezar a generar mejores maneras de pensar y actuar el género!
Debemos luchar contra los estereotipos, ese tiene que ser nuestro nuevo objetivo y revolución: luchar contra los prejuicios que nos sembraron en la cabeza hasta borrarlos para siempre y aprender a amarnos como somos. El cuerpo perfecto no existe.
Les comparto las palabras de una compañera, @lulydibuja, que debemos repetir tipo mantra: «Hoy los cuerpos perfectos ya no son de princesas indefensas, las películas y dibujos nos cuentan que existen la diversidad y que nutrirnos de ella nos hace seres mejores, hoy criamos y acompañamos a nuestros niños, niñas y niñes, para que sean fuertes,segures, y tengan más herramientas para lidiar con el sistema que nos exige «ser de determinada manera»». Coincido con Luly: el mejor cuerpo no es aquel que vemos en revistas, sino el que portan quienes viven su existencia gozando, sintiendo y tomando decisiones que no dependan (tanto) de la mirada ajena. Lo importante es que si queremos un mundo más amoroso y empático, trabajemos para que la multiplicidad (y no la homogeneidad) del cuerpos sea lo asumido como norma.