HISPANIDAD BIEN ENTENDIDA NO ES ESPAÑOLISMO

por Carlos Andrés Ortiz   ***

El 12 de octubre Colón, súbdito español del entonces dominio de la Corona Española en la amplia zona central de la actual Italia, en nombre del reino al cual pertenecía, llegó a América.

Curiosidades de la historia, se afirma que nunca supo que había descubierto un nuevo continente, el cual por otra curiosidad histórica lleva el nombre de otro súbdito hispano nacido en la península itálica, Américo Vespucio.

Gran suceso que cambió las estructuras del poder mundial y provocó también profundos cambios sociales y culturales a escala planetaria, los cuales siguen en muchos aspectos teniendo plena vigencia hoy.

Más allá de gruesos errores, e incluso hechos aberrantes cometidos en muchos casos por los Adelantados, Comandantes, e incluso Virreyes y otras autoridades peninsulares constituidas en nuestro continente; si no se quiere pecar de ingenuos o de poco o nada objetivos, se debe analizar todo el contexto y todas las consecuencias que sobrevinieron luego del arribo de Colón a estas tierras.

Por supuesto no se trata de justificar ni menos aun avalar los muchos hechos negativos perpetrados por los que buscaban enriquecerse pronto y al como sea, ni de los que ebrios de poder y cegados por el odio y la impunidad, perpetraron hechos atroces e incluso aberrantes; pero –insisto- quedar encerrados únicamente en eso, es tener acentuada miopía histórica y carecer por completo de visión amplia de la historia y sus consecuencias geopolíticas.

Corresponde analizar el otro lado de esa compleja y contundente realidad, que fue el prolongado período de dominio español en casi todo el continente americano, incluyendo en ello a amplias partes de Brasil y a prácticamente casi todo el sur de EEUU, arrebatado a México a mediados del siglo XIX.

Dentro de las reales motivaciones de esa gran monarca que fue Isabel I de Castilla, también llamada La Católica, estaba expandir la Fe cristiana en los territorios recién descubiertos, y precisamente por esa intención fue que las expediciones contaron con sacerdotes, quienes tenían por misión no solo asistir a los expedicionarios, sino –y como gran objetivo espiritual- evangelizar a los nativos de los por entonces nuevos dominios hispánicos.

La amplia visión integradora de Isabel La Católica, continuada por sus sucesores, motivó la creación de hospitales, colegios mayores y Universidades, en los por entonces nuevos territorios extra peninsulares de España; así como la orden expresa de integrar a las poblaciones de América, incluso facilitando las uniones entre españoles y nativas americanas, lo cual dio origen étnico a las poblaciones predominantes en las mayorías de nuestros países. Algunos nativos de nuestro continente incluso alcanzaron relevancia cultural y política, llegando a integrar las Cortes de España.

Nada de todo eso sucedió con los procesos de expansión y conquista de otras potencias europeas, como Gran Bretaña, Francia, Holanda, Portugal, y en otros continentes potencias menores como Bélgica; cuyos accionares marginaron, combatieron, e incluso llegaron a fomentar la aniquilación de poblaciones nativas, como sucedió en América del Norte. Pero esto no lo cuentan los que difunden la “leyenda negra de España”, digitada hábilmente por los poderes semi ocultos de Gran Bretaña y otras potencias, y repetidas irracionalmente por las “progresías” tan entusiastas como poco formadas.

Por cierto que el accionar de los monarcas Isabel y Fernando, que como humanos que eran no estuvo exento de errores, como la expulsión de los judíos y lo mismo pero menos conocido, respecto a los musulmanes, luego de la completa derrota militar de estos últimos. Lo ideal hubiera sido la tolerancia religiosa y la integración cultural –como los hubo bajo el prolongado dominio de los moros-, pero los fervores que causan las guerras, se impusieron a la racionalidad. Mas este ya es otro tema.

Poco dicen y mucho ocultan los cultores del ateísmo o del anticatolicismo visceral, que el cristianismo, con su doctrina piadosa y humanista, suplantó y eliminó muchas prácticas aberrantes de varias de las múltiples religiones chamánicas existentes, las cuales incluían sacrificios humanos y otros tipos de violencias, incluida la situación de sumisión total o esclavitud de las etnias avasalladas por los grandes imperios americanos existentes en esas épocas, como los incas y los aztecas.

A la vez, el catolicismo, al expandirse a escala continental, junto a la vigencia del idioma castellano, fue parte principalísima de la formidable armazón cultural que unió y une a las diversas naciones en las que otros poderes –en particular los británicos y sus “primos” instalados en nuestro continente-, lograron fragmentarnos.

La Fe en común, el idioma en común, y todo el andamiaje legal hispánico, forjaron el fuerte contexto cultural, el cual persistió casi sin mella, en las múltiples realidades nacionales forjadas en los procesos independentistas.

Ninguno de los otros continentes muestran la notable solidez cultural, que como notable argamasa afectiva, une a los pueblos de Íbero América y El Caribe; que con la herencia cultural que nos legó España, evitamos ser una babel de idiomas, religiones y pautas culturales muy distintas e incluso muy enfrentadas desde la lejana noche de los tiempos.

Tan amplia y ecuménica fue la visión heredada, que por regla general hemos recibido de muy buen grado y con generosidad, a inmigrantes de diversos orígenes y culturas muy diferentes, integrándolos efectivamente al Ser Nacional de la patria en que se afincó cada uno de ellos, dentro de la Patria Grande de Íbero América, que aun no terminamos de construir.

Muy pocos conocen la existencia del Informe Rockefeller, de 1969, que analizó la fuerte ligazón cultural de nuestros pueblos, y que para destruirla y fragmentarnos en forma irreconciliable, propuso atacar en forma sistemática los tres grandes factores de nuestra unidad iberoamericana: lengua, religión e historia en común.

De ahí las imposiciones de neologismos anglosajones (que separan a nuestras poblaciones, pues no todos los entienden, y nos alejan de las raíces culturales propias); de ahí los constantes y feroces ataques anti católicos y la proliferación de sectas e iglesias de marcado perfil anti católico y muy afín a dictados del “norte”; y de ahí las tergiversaciones históricas y el fomento de odios y pensamientos que nos dividen.

Es evidente que ni las progresías (tan superficiales y tan maleables), ni muchos sectores culturales y de difusión con carencias formativas, ni el grueso de los uniformados, y mucho menos los estamentos de clase media que se asumen como oligarcas aspiracionales, conocen ni entienden del tema; menos aun su importancia esencial para nuestro futuro.

Queda en claro, que defender la notable herencia cultural hispánica, no significa caer en un “españolismo” que pretende volver a subordinarnos a los dictados de Madrid, hoy y desde hace varias décadas subsumido como simple operador dócil a los dictados del agresivo accionar de las Potencias Atlantistas.

 

Carlos Andrés Ortiz

Analista de Temas Económicos y Geopolíticos

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