Por Gustavo Ferreyra ***
Abril de 1985, Raúl Alfonsín y el “pueblo inflacionario”. Marzo de 2004, Néstor Kirchner en la exEsma y el reencuentro con el “alto pueblo”. Presente, año 2020, Alberto Fernández y sus citas a Alfonsín y Kirchner. Marzo o abril se imponen siempre como disyuntiva en Latinoamérica. O Néstor Kirchner o Raúl Alfonsín. En Latinoamérica no hay bigamia que valga: la realidad fuerza y denuncia siempre.
Marzo, 2004. Discurso de Néstor Kirchner en la ex Esma. Por muchas razones que sería para mí fatigoso enumerar, reencuentro de un gobierno con el alto pueblo. Un discurso más improvisado, más torpe incluso que el de diecinueve años atrás, pero el encuentro con el alto pueblo hace que las palabras distorsionen, que las emociones quiebren los raciocinios, que la misma astucia política se nuble por momentos. Porque el alto pueblo existe siempre y a la vez existe solo por momentos. El bajo pueblo existe siempre, día a día, momento a momento; se lo escucha en las radios, en la televisión, imprime todos los días casi todos los diarios. El alto pueblo calla, a veces por años. Un marzo, Néstor Kirchner lo sacó a la luz, se reencontró con él y, paradójicamente, el alto pueblo no estaba ahí. Fue el discurso en el que un cónyuge se declara en matrimonio y el otro cónyuge, el alto pueblo, ni siquiera se daba por enterado. En la ex Esma, había un público de personas con ideas de alto pueblo pero que no podían dar el sí por él. El sí del alto pueblo, ¿cuándo llegó? El lector sabrá. ¿El día en que vio a su cónyuge metido en un cajón se dio por enterado?
Hoy Alberto cita constantemente a Néstor Kirchner y a Raúl Alfonsín. Los invoca y los une. Quizá, no esté errado en esa invocación conjunta. “Hará bien”, digo yo, que soy escritor y no político. Mi lema es: “no se puede desde la tribuna decirle qué hacer al director técnico, porque el DT maneja un oficio y tiene una información de los que uno carece”, así de sencillo. Así que…
Pero (ciudadano que al fin opina y que levanta el dedito) no dejo de ver que marzo o abril se imponen siempre como disyuntiva en Latinoamérica. O Néstor Kirchner o Raúl Alfonsín. En Latinoamérica no hay bigamia que valga: la realidad te fuerza y te denuncia siempre. La misma embajada norteamericana te fuerza sí o sí al matrimonio monógamo. La embajada norteamericana no deja a ningún gobernante de estas tierras bígamo o soltero, lo casa con alguien. Al menos, hasta la pandemia ha tenido, más que suficiente, el poder para hacerlo. Y Alberto no va a ser la excepción. Las extrañezas de la historia lo pusieron ahí, en el atrio de la iglesia.
A veces pareciera que la historia es más lógica que un silogismo, a veces pareciera que es más extraña todavía que los seres vivos. Yo mismo, que en el 2003 voté al eterno pingüino y en el 2010 lloré su muerte, no estuve en ese acto en la ex Esma. Estaba en la pileta de ciudad universitaria, refocilándome al sol a pocas cuadras del evento. Canallita pequeño burgués. Sí, pero también las extrañezas de la historia del individuo. Porque sí estuve en la Plaza de mayo aquel abril de 1985, cuando no había votado a Alfonsín y jamás me simpatizó en lo más mínimo. Estuve, joven trotskista yo, en la columna de la Juventud Peronista, y con ella me fui de la Plaza de mayo. Caminaba al lado de un Fairlane desvencijado. Nos íbamos después de un casorio en el que la novia fue otra. Sobre el capot del Fairlane, una mujer joven lo denunciaba por un megáfono: “Ay, ay, ay, ese discurso se lo hizo Alsogaray”, gritaba destempladamente. Iba con unos jeans claros, algo ajados pero que no le sentaban nada mal. Era Patricia Bullrich.