SAN MARTÍN Y LA GUERRA CIVIL EN LAS PROVINCIAS UNIDAS

Por El Historiador   ***
 
Hacia 1820, estando asegurada la independencia en las Provincias Unidas, San Martín se encontraba en Chile, también liberado, camino al Perú, donde todavía las fuerzas realistas comprometían el proceso iniciado ya hacía una década atrás.


Desde allí, mirando hacia el Plata, se convencía de que un gobierno fuerte o una monarquía constitucional -como también lo había sugerido Belgrano- eran la mejor opción para las Provincias Unidas. Estaba convencido de que el regionalismo y el atraso socioeconómico de muchos pueblos convertiría al proyecto federalista en el puntapié de la anarquía.

Pero aun a pesar de esta propuesta pragmática, se preocupaban por dejar en claro el contenido democrático y antiabsolutista de su pensamiento.

Este pensamiento quedó plasmado en su Proclama a los habitantes de las Provincias del Río de la Plata, lanzado desde Valparaíso, el 22 de julio de 1820.

Allí, preocupado por las libertades y demandas democráticas, San Martín abjuró del federalismo, pero se negó a participar de una guerra civil apuntando sus ejércitos contra los gobiernos federalistas de las provincias.

En la fecha en que fue escrita esta proclama, recordamos las sentidas palabras del general que encabezaría pronto la libertad del Perú.

Fuente: «Proclama a las Provincias del Río de la Plata», Valparaíso, 22 de julio de 1820, en Neftalí Carranza, Oratoria Argentina, La Plata-Buenos Aires, Sesé y Larrañaga Editores, 1905.

«Vuestra situación no admite disimulo; diez años de constantes sacrificios sirven hoy de trofeo a la anarquía; la gloria de haberlos hecho es mi pesar actual cuando se considera su poco fruto. Habéis trabajado un precipicio con vuestras propias manos y acostumbrados a su vista, ninguna sensación de horror es capaz de deteneros. El genio del mal os ha inspirado el delirio de la federación. Esta palabra está llena de muertes y no significa sino ruina y devastación. (…) Pensar en establecer el gobierno federativo en un país casi desierto, lleno de celos y de antipatías locales, escaso de saber y de experiencia en los negocios públicos, desprovisto de rentas… es un plan cuyos peligros no permiten infatuarse ni aún con el placer efímero que causan siempre las ilusiones de la novedad. (…) Si dóciles a la experiencia de diez años de conflictos no dais a vuestros deseos una dirección más prudente, temo que cansados de la anarquía suspiréis al fin por la opresión y recibáis el yugo del primer aventurero feliz que se presente, quien lejos de fijar vuestros destinos, no hará más que prolongar vuestra incertidumbre. (…) yo os dejo con el profundo sentimiento que causa la perspectiva de vuestra desgracia; vosotros me habéis acriminado aún de no haber contribuido a aumentarla, porque éste habría sido el resultado si yo hubiese tomado una parte activa en la guerra contra los federalistas: mi ejército era el único que conservaba su moral y me exponía a perderla abriendo una campaña en que el ejemplo de la licencia armase mis tropas contra el orden. En tal caso era preciso renunciar a la empresa de libertar al Perú y suponiendo que la suerte de las armas me hubiera sido favorable en la guerra civil, yo habría tenido que llorar la victoria con los mismos vencidos. No, el general San Martín jamás derramará la sangre de sus compatriotas… (…) ¡Provincias del Río de la Plata! El día más célebre de vuestra revolución está próximo a amanecer. Voy a dar la última respuesta a mis calumniadores: yo no puedo menos que comprometer mi existencia y mi honor por la causa de mi país; y sea cual fuere mi suerte en la campaña del Perú, probaré que desde que volví a mi patria, su independencia ha sido el único pensamiento que me ha ocupado y que no he tenido más ambición que la de merecer el odio de los ingratos y el aprecio de los hombres virtuosos.»

José de San Martín

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