ARAMBURAZO: LA SÍNTESIS PENDIENTE

 
 
por Pablo Ayala   ***

El 1 de junio se cumple medio siglo del ajusticiamiento del dictador Pedro Eugenio Aramburu. El militante y ex autoridad partidaria del justicialismo, Pablo Ayala, enmarca históricamente el suceso y aporta su perspectiva política.

Hace 50 años un grupo de jóvenes peronistas secuestra a Pedro Eugenio Aramburu, el fusilador de obreros del 56, el que prohibía al pueblo nombrar a Perón y a Evita, el que secuestró el cadáver de Eva Perón y permitió los vejámenes a su cuerpo embalsamado. Ya el General Juan José Valle horas antes de ser fusilado le habría escrito una carta donde como una profecía le adelantaba que algún día alguien vengaría su muerte. Es el debut de la organización Montoneros. A partir de ese hecho se transformaría en el articulador mayoritario de la Juventud Peronista, pero es saltearnos demasiado.

«Lo de Aramburu» fue un hecho festejado por todo el pueblo peronista, digámoslo con todas las letras. Hacía un año nomás el país había vibrado con esa formidable insurrección popular, esa unión entre estudiantes y obreros que fue el Cordobazo que luego se repetiría en otras ciudades demostrando que la hora de los hornos había llegado. Para la incipiente organización fue el golpe en el colchón que juntaría todas las bolitas dispersas en el centro. Esas bolitas eran los distintos grupos juveniles que venían luchando contra la dictadura en todo el territorio.

Hagamos una aclaración antes de continuar: uno es hijo de su tierra si, pero mucho más hijo de su tiempo y quizá sea muy sesgado el análisis del pasado con el diario del Lunes, me hago cargo de eso. La segunda aclaración es que no fue la juventud la que eligió el camino de la violencia, que es el cliché más trillado a la hora de revisar los ’70. La violencia provino de la oligarquía que bombardeó la Plaza, que intervino sindicatos, que proscribió al movimiento mayoritario y prohibió al pueblo nombrar a su líder.

Roto el frente gorila en 1966 no quedaba ningún camino institucional porque hasta los partidos políticos que habían sido parte de los días de la Libertadora en 1955 estaban prohibidos y la universidad, el otro reducto antiperonista de antaño, fue intervenida en «la Noche de los bastones largos». Como el final de El Eternauta, donde la zona liberada esperaba a los humanos que resistían, ese camino se trató de una trampa: caer en el callejón sin salida del enfrentamiento militar de aparato a aparato que llevó a la muerte a muchos militantes.

Pero retrocedamos un poco, un grupo de adolescentes que se conocen en el Nacional Buenos Aires donde el Padre Mugica les revela la realidad de los hacheros del Chaco Santafesino y esa realidad los llevaría a la opción armada cuando se fusionan con el grupo de Sabino Navarro dónde también revestía Carlos Hobert. Perón mismo en sus videos clandestinos afirmaba que la violencia en manos de los pueblos no era violencia sino justicia.

Hace 50 años la juventud le demostraría al gorilaje que el peronismo estaba dispuesto a pagar con sangre el regreso de Perón a la patria. Existía un chiste en aquellos años. Ya sabemos que los chistes muchas veces expresan cuestiones del inconsciente. Era más o menos así: Perón estaba en el balcón. La gente abajo gritaba -La vida por Perón!-. Entonces Perón lanza una pluma y dice -A quien le caiga esta pluma dará la vida por mí-. El chiste termina con la misma gente gritando abajo «La vida por Perón» y soplando para arriba.

Esa era la idea del gorilismo sobre el pueblo peronista: la idea de un pueblo cobarde que era incapaz de dar la vida por su líder pese a que la resistencia ya había dado muestras de heroísmo y valor. Montoneros fue el comienzo de la guerra frontal por el regreso de Perón y eso es lo que rescato en este 50 aniversario. Que fuimos capaces de presentar batalla y luchar juntos por el regreso del líder con la juventud al frente. Los días del «Luche y vuelve» y la campaña del Tío Cámpora consolidó el poder territorial de los frentes de masas de la JP.

Después sobrevendrían tristes desencuentros en los que no voy a ahondar, pero podría enumerar rápidamente: la masacre de Ezeiza, el error del asesinato de Rucci que Montoneros nunca asumió pero que el trajín de los tiempos le endilgó, la disputa con Perón acerca de tiempo o sangre, y esa discusión casi de padre e hijos. Perón diciéndole a Oscar Alende después del 1° de Mayo que a los jóvenes a veces había que darles un tirón de orejas, los contactos del General con la Organización a través de Dante Gullo y Norma Arrostito. Roberto Perdía dice en su último libro que Montoneros caracterizaba al General con el nombre clave de UFUN, esto es «Único Factor de Unidad Nacional» aún después de la ida de la Plaza.

La posterior demonización de la juventud maravillosa por la Teoría de los dos demonios, nos impidió a los peronistas de la generación traicionada de los ’90 asumir aquella etapa floreciente de imaginación y creación como propia, centrandose solo en el relato de la violencia, a la vez que abría el camino a la traición neoliberal del menemismo que hizo que muchos, que en aquellos años se miraban de reojo, se pasaran juntos con armas y bagajes al bando liberal y que muchos que se habían enfrentado en distintas facciones en la década del ’70, resistieran juntos al neoliberalismo entreguista y cipayo.

No he venido aquí a cerrar heridas, aunque sería un gran paso comenzar a hacerlo. Tampoco a que me puteen quienes quieren dejar a los Montoneros afuera de la historia peronista para sacar esa parte heroica de nuestro movimiento. No sé quitarnos como ya lo hicieron a Oesterheld, a Claudia Falcone y a Rodolfo Walsh de los nombres de nuestras unidad básicas, solo para entregarse a los brazos del enemigo histórico. O para que me puteen quienes desde la izquierda pretenden negar a Perón desde un montonerismo falaz.

Los Montoneros fueron parte de la historia peronista. Yo diría fueron y son. No solo porque su último sello formal, el Peronismo Revolucionario, siguió resistiendo en los ’80 alrededor de la CGT de Ubaldini, y llegan incluso a ser una parte importante de la militancia territorial del FREJUPO, al fin y al cabo el sello al que Menem le propondría revolución productiva y salariazo, antes de correr a los brazos del Consenso de Washington.

Y más allá de su último sello formal, continúa en miles de sus viejos militantes que siguen militando en espacios políticos u organizaciones sociales o en quienes sin haber vivido esa historia nos miramos en ella como guía moral para transformar el presente. Y esto va más allá del posterior devenir de Patricia Bullrich y otros de esa calaña, ser revolucionario no es una patente vitalicia sino un combate cotidiano dijo alguien que cayó combatiendo en nombre de esto que sostuvo hasta el último minuto de su vida.

La oligarquía, que pretende ser dueña de la historia, como lo es de todas las otras cosas, nos reescribió la historia a su antojo.
Y yo me niego a eso. Mi generación necesita una síntesis histórica que se transforme en las banderas de las luchas por venir. Y la estamos elaborando sin pedir permiso ni someternos al arbitrio de las élites intelectuales que en su holgazanería pretenden transformarse en inspectores de revoluciones.

Porque un día un grupo de muchachos peronistas secuestró a un fusilador y dió comienzo a una historia de la nos queda mucho por rescatar. Porque por eso han muerto nuestros muertos. Porque por eso un día en La Rueda de William Morris, Abal Medina y Ramus corrieron contra las balas policiales en la única puerta del bar y allí cayeron luchando. Porque por eso Sabino Navarro resistió días en el monte cordobés y cuando la policía encontró su cuerpo aún tenía la pistola amartillada. Porque el General Perón sigue siendo el UFUN que nos conduce a la definitiva liberación nacional.

Hace 50 años mostramos que ya no éramos los buenos cristianos que ponían la otra mejilla. Una generación que no supo jamás que era la democracia abría el camino para vivir una y la vivieron como pudieron. Como el gauchaje insurrecto contra el mitrismo pagaron el precio de ser demonizados por la historia liberal.

Me niego a formar parte de ese coro. Vaya mi honra eterna a los muertos en la guerra popular. Cantemos:

 

«Ayer fue la resistencia,
Hoy Montoneros y FAR,
Con Perón yendo a la guerra,
A la guerra popular.
Perón, Perón
Que grande sos…»

Enlace permanente a este artículo: http://ellibertadorenlinea.com.ar/2020/07/03/aramburazo-la-sintesis-pendiente/