IVA, ASADOS Y PARQUÉ

 

Por Ignacio Vila  ***

Días atrás, el Presidente Mauricio Macri anunció una serie de medidas económicas tendientes a fortalecer los ingresos de un amplio sector de la población, luego de una fuerte devaluación que impactó negativamente en la vida económica de lxs argentinxs.

La medida que más polémica generó en el ámbito económico fue la rebaja del Impuesto al Valor Agregado (IVA) a una serie de alimentos de primera necesidad. La gran incógnita es si la reducción del impuesto se convertirá en una baja de los precios. La medida ha sido utilizada en otras épocas y nunca dio el resultado esperado: los precios nunca bajaron, o sólo por breves períodos, y los mayores beneficiados han sido los grandes empresarios que han obtenido mayores niveles de rentabilidad.

Cómo funciona el IVA

Argentina cuenta con una economía que se caracteriza por un alto nivel de informalidad. Uno puede sentirse disgustado con esta situación, pero es una descripción objetiva de nuestra realidad. Esta característica es una enorme traba cuando se busca reducir los precios mediante la quita de un impuesto, básicamente, porque en estos casos el impuesto no se cobra.

Veamos cómo funciona el IVA en el siguiente ejemplo. Un comercio minorista -un supermercado, un kiosko, un almacén- que trabaja bajo todas las normales legales, compra arroz a un productor o a un revendedor. Imaginemos que el precio del arroz es de $10 por cada paquete. El precio que pagará el comercio minorista será de $10 más IVA. La alícuota del IVA es, en este caso, del 21%, por lo cual el precio final del paquete de arroz será de $12,10. Pero de todas maneras, como el IVA es un impuesto al consumo, el comercio paga este impuesto pero funciona como un adelanto. En el mismo momento que paga los $2,10, este monto se le acredita en su cuenta de AFIP y el organismo de control pasa a deberle al comercio estos $2,10. Es decir, el dinero que el comercio pagó por el IVA a su proveedor, AFIP se lo devuelve en forma de crédito. En fin, el comercio no paga nada de IVA.

Luego, el comercio ofrece el arroz a sus clientes. En este caso lo ofrece a $15 más IVA. Como la alícuota es del 21%, se le suman $3,15, lo que da un resultado final de $18,15. En este caso, el comercio cumple el rol de recaudar el impuesto, es decir, esos $3,15 que cobró de IVA en el precio de venta son propiedad del estado, y no del comercio. Es decir, al mismo tiempo que recibe el dinero de parte de su cliente, pasa a deberle a la AFIP $3,15. Como previamente había pagado $2,10 de IVA al momento de la compra, sólo deberá pagar la diferencia entre el IVA que pagó al momento de comprar y el IVA que cobró al momento de vender.

Economía en negro


¿Pero qué pasa si el comercio compra y vende “en negro” o bajo la figura de monotributista?
En estos casos, la situación es absolutamente distinta, aunque los precios parezcan iguales. Siguiendo el ejemplo anterior, el comercio paga el arroz a $12,10 y lo vende a $18,15, pero no interviene AFIP en ningún momento de la operatoria. Por tanto, los $2,10 que en el ejemplo anterior quedaban en manos del comercio, en este caso, también los paga pero no se acreditan a su favor en ninguna cuenta. En el mismo sentido, al momento de vender, el precio completo queda para el comercio y no recauda nada en nombre de AFIP.

En el primer caso, donde el comercio opera “en blanco”, el comercio puede bajar el 21% de su precio de venta y esto no afectará a su operatoria, ya que ese dinero que deja de cobrar, en realidad era propiedad del estado. Ahora no cobrará el IVA pero tampoco se le genera una deuda con AFIP. Antes vendía a $18,15 y debía pagarle a AFIP $3,15. En fin, le quedaban $15. Ahora cobrará $15 y no deberá pagar nada más.

En el segundo caso, el comercio cobraba $18,15 y el 100% del precio quedaba para el comercio. Si tiene que reducir el precio en un 21%, tendrá que pagarlo de su bolsillo.

En Argentina, hay decenas de miles de almacences, kioscos, mercados y ferias que venden los productos de esta manera. No se trata de grandes evasores, sino más bien de sectores débiles que no logran formalizar su actividad. Esta medida los afecta enormemente ya que tendrán que ver cómo explican a sus clientes que, más allá de los dichos del presidente, ellos no pueden sacarle el IVA al arroz, básicamente, porque no sobrevivirían al intento. Lo mismo sucede en el caso de los monotributistas. El gobierno nacional nuevamente hace gala del desconocimiento de cómo funciona la Argentina real y sólo toma decisiones en base a una teoría económica que está lejos de cumplirse en nuestro país. No se trata de difundir ni defender el comercio irregular, pero es importante destacar que la medida busca reducir los precios de los alimentos básicos y  no se puede desconocer la realidad del sector en nuestro país.

A favor de los más grandes

De este modo, esta medida es una gran ventaja para los grandes actores del comercio de productos masivos: son las cadenas de supermercados quienes podrán bajar los precios de estos alimentos sin bajar un centímetro su rentabilidad y, al mismo tiempo, sacar rédito frente a estos miles de pequeños comercios que ofrecerán los mismos productos pero sensiblemente más caros. La medida no hace más que aumentar la concentración de la economía en manos de estos grandes actores en detrimento de los pequeños comerciantes barriales. Con un nuevo agregado: a medida de que los pequeños comercios se fundan, los supermercados volverán atrás con los descuentos y transformarán el esfuerzo fiscal en un aumento de sus ganancias.

Por eso, es preciso comprender que este tipo de medidas, de compleja explicación y aplicación, tienen lugar por el completo desprecio de los sectores gobernantes sobre lxs trabajadores, en general, y sobre lxs más pobres, en particular. El gobierno intenta con esta medida que los sectores más vulnerados por sus propias políticas puedan volver a comprar estos alimentos. En ese marco, acepta hacer un esfuerzo fiscal para intentar reducir el precio final de la comida.

Pero los pobres no tienen un problema impositivo, sino de escasez: les falta plata. En lugar de llevar adelante este tipo de maniobras, el gobierno simplemente podría depositar dinero en las cuentas de los sectores más humildes. Así, estas personas recibirían el dinero y luego comprarían los alimentos que necesitan. Sería mucho más directo y sencillo. Pero, ¿por qué no lo hace? Porque los actuales gobernantes tienen la absoluta convicción de que si a lxs pobres se les da dinero, estos lo van a desperdiciar, lo van a malgastar. Es necesario, entonces, hacer un direccionamiento específico para que compren únicamente aquellos productos que los economistas de Juntos por el Cambio creen necesario para la vida de lxs pobres. Tienen fuertes sospechas, como siempre, de que usemos el parquet para hacer el asado.

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