LOS RIESGOS DE ÍCARO (SOBRE PERONISMO Y AUTOCONVENCIMIENTO)

 Por Julián Axat   ***

Suponer que la fórmula Fernández-Fernández es una gran fórmula, y que logrará arrasar en las elecciones, es, desde ya una hipótesis plausible, pero que debe ser hecha posible por la potencia militante que implica desbordar la autocomplacencia de las redes, y asumir de lleno la realidad.

En la mitología griega, fue Ícaro quien escapó del laberinto inventado por su padre Dédalo en Creta. Ante la insistencia de Ícaro, a Dédalo se le ocurre un juego para salir del laberinto: construir alas y salir por arriba. Con alas de plumas pegadas con cera de abejas, Ícaro vuela emocionado por la belleza que ve, le palpita el corazón por la atracción del sol, el corazón le grita su libertad mientras se acerca. Ícaro, desoyendo las advertencias del padre, sigue ese ímpetu, pero se le derriten las alas al acercarse demasiado al sol; cae y muere.

El escritor Argentino, Leopoldo Marechal  decía “de todo laberinto se sale por arriba”. Marechal además de prosista, se consideraba un poeta peronista depuesto por la revolución fusiladora del 55, y –en esa función de poeta–  sabía que también dejaba una metáfora para la política.

Con la encerrona política de estos tiempos, la metáfora marechaliana de la salida del laberinto por arriba, reaparece por estos días; pero con cierto olvido de la segunda parte: la atracción del sol que derrite las alas de cera de Ícaro.

Si bien la decisión de CFK de ungir a Alberto Fernández como candidato a presidente, aparece como brillante, la misma resulta también como una sordina triunfalista de algunos que la ven como un trastocamiento del tablero -de tal magnitud-, que implicaría el camino de no retorno de la formula de reelección presidencial.

La sordina triunfalista funciona como un sol abrasador de alas. Me refiero a los climas de las redes sociales y ciertos medios que reproducen las algarabías de llegada (y no de paso), sin analizar cuidadosamente la realidad a la que nos enfrentamos.

Nadie duda que la convicción militante parte de un supuesto objetivo táctico, también perceptivo de coyuntura.  Sin duda se ha trastocado el tablero, parece un hecho objetivo. Pero someter a crítica el anhelo y no subestimar al enemigo, parece la clave. Claro que se trata de salir de la noche profunda en la que nos han sumergido. La esperanza,  que se haga el día, soñar con un mañana mejor para nosotros y las nuevas generaciones. El problema: las obturaciones, los grados de cerrazón y profecías que no se auto-cumplen.

Una de las distorsiones más comunes de las redes sociales tipo facebook, instagram, twitter, etc; es que son autorreferenciales. Nos llenamos de amigos autocomplacientes, con parecidas consignas, gustos y correcciones que reproducen microclimas que impiden “reconocer” las señales contrarias a otras comunidades, con otras empatías. Los análisis y perspectivas del grupo o comunidad virtual, presentes en la realidad política de las redes tienen únicamente a los “trolls” como aguafiestas disruptivo, generando confusión y llevando las cosas al estado cloacal de las redes, vomitando todo tipo de odios, bajezas y deseo de eliminación del “otro”. “Otro” estado de la política.

El auto-convencimiento es un dispositivo de poder y de motivación personal en las redes, donde se producen cadenas de militantes que se creen que están en la calle, pero siguen atrapados en las redes; y donde se repiten y comparten frases, opiniones, gestos, ideas como lugares comunes de la política que no irrumpe ni transforma. Lugares de corrección y comodidad intelectual con mucho de auto-convencimiento y repetición de slogan.

Los especialistas en el comportamiento humano consideran que el “auto convencimiento”  se trata de una estrategia útil para potenciar el pensamiento positivo y no dejarse vencer por la adversidad, por posibles excusas o por la propia pereza de ver algo distinto. O como un mecanismo de autodefensa ante el difícil momento que uno está pasando, que lo hace ver  y creer en otra cosa –mejor y más placentera- que dista de ser real.

En vez de ser un elemento para  afrontar la nueva realidad o de asumir un compromiso crítico, la pereza intelectual del auto convencido, descansa en que la decisión piramidal del líder, es ya  un acto de resultado exitoso. No hay nada más que luchar, ya está, ya va a venir. Es en efecto de  cascada, todos los convencidos creen -en su microclima de red- que serán tarde o temprano, sin hacer mucho más que replicarlo hasta el cansancio en las redes hasta reforzar el convencerse, convertidos en una comunidad de beneficiados.

Por momentos se cree que el enemigo ha quedado paralizado de ese modo. Por lo que no sabrá por dónde salir. Que hay un cambio de época que ya se percibe… Que el modelo está agotado, etc. Mientras los propios creen que salieron del laberinto volando cual Ícaros; del otro lado se pergeñan las mil formas para derretir esas alas. Subestimar al adversario y quedarse maravillado con el propio movimiento, es un error de ajedrecista principiante. Así como nosotros nos reinventamos, el enemigo también se reinventa.

Sabemos que la derecha es adelantada en reinvenciones, pues nunca es siempre la misma derecha, y que su capacidad de reinvención es infinita, como infinitos son sus recursos simbólicos, económicos, financieros y geopolíticos.

La reinvención es un juego de guerra por cambio de reglas en función de nuevos roles y protagonistas. Todos se reinventan en un TeG que ya no es el 1, sino el 2 y 3, y así… cambian de colores, de sloganes, de métodos, de bases. Así el enemigo es capaz de jugar a la guerra de guerrillas como vale todo en las redes, en el law fare.  Incluso llegar a hacer trampas con las propias reglas del juego electoral.

El sociólogo francés Pierre Bourdieu, solía decir que todo ejercicio de la fuerza va acompañado por un discurso cuyo fin es legitimar la fuerza del que la ejerce. Se puede decir incluso que lo propio de toda relación de fuerza es el hecho de que sólo ejerce toda su fuerza en la medida en que se disimula como tal. En suma, expresándolo de forma sencilla, el hombre político es el que dice: «Dios está de nuestra parte». El equivalente de «Dios está de nuestra parte» es hoy en día «la opinión pública está de nuestra parte». Y he aquí el efecto fundamental de las encuestas electorales: constituir la idea de que “si la elección fuese hoy”, y legitimar esa foto del “hoy”, como forma de (auto) convencernos (como una captura) que tal relación de fuerza electoral esté dada. Me refiero al factor emocional que arroja la encuesta y que se multiplica en las redes como sensación (efímera) de alivio.

Volviendo a Bourdieu, las encuestas funcionan como estrategias de motivación, y por lo tanto, también sirven como placebo para auto-convencernos. Y como tal, consisten en un instrumento de acción política cuya función más importante sería la de imponernos una ilusión de triunfo; un puro artefacto que indica un posible estado de realidad-subjetividad, disimulando que el estado de la opinión en un momento dado es un sistema de fuerzas, de tensiones, y que no hay nada más inadecuado para representar el estado de la opinión que un porcentaje.

La Historia, incluso nuestra Historia, demuestra que las encuestas muchas veces le pifian.
Por lo que estamos ante un instrumento más a tener en cuenta, por lo que no deberíamos creer –necesariamente- que eso que predicen de un momento  vaya a ocurrir en el futuro.

Cuando las encuestas arrojan datos, se percibe cierto aliento triunfalista en los microclimas desplegados en las redes sociales. A medida que la ciénaga se siente enfrente y el malhumor y deterioro social crece, hay muchos que creen ver caer el régimen, y quieren creer que el Minotauro ya no está enfrente. El sol es hermoso, pero quema.

Y si bien Duran Barba es un charlatán, no son muy lejanas sus apreciaciones a las que citamos de Bourdieu;  pues para el gurú, las sociedades son impredecibles en muchos aspectos, en las que la gente tiene actitudes efímeras, subjetividades volátiles, por lo que son muchos los electores que llegan a las urnas sin haber decidido por quién votar. Claro que esta mirada más bien posmoderna del Duranbarbismo echa por tierra cualquier consideración sobre la consolidación de un votante más rígido y seguro; si es que existe aún el voto que analizaban los textos clásicos sobre el voto peronista.

Está muy bien que las encuestas funcionen como guías, como herramientas para analizar los propios movimientos y decisiones ante la complejidad del tablero electoral, pero sin obturar el grado de azar y reinvención del oponente.

A esta altura, suponer que la fórmula Fernández-Fernández es una gran fórmula, y que logrará arrasar en las elecciones, es, desde ya una hipótesis plausible, pero que debe ser hecha posible por la potencia militante y sus sueños de acción. Desbordar la autocomplacencia de las redes, y asumir de lleno la realidad.  Y como toda potencia, es una fórmula de punto de partida y no una fórmula de llegada.

El tamaño del estrago perpetrado por este gobierno proyecta mucho de deseo de cambio y resistencia.  No se enamora de su propia creencia sin batirla a duelo con la capacidad de llevarla a cabo más allá de lo que arrojen las proyecciones y encuestas. Ni tampoco se deja llevar por el mero deseo que fabrica realidades que alimentan microclimas de goce y reproducción de estereotipos de campaña en las redes sociales.

Un momento de pasión y deseo de transformación, ante el tamaño del estrago perpetrado por este gobierno no debe obturar la mirada compleja sobre la capacidad de reinvención que siempre ha tenido la derecha. Es estar atentos. Nunca subestimar la capacidad de reinvención de la derecha, que repito, es tan infinita como son sus recursos simbólicos, económicos, financieros y geopolíticos.

No deberíamos dejarnos engañar por ciertos estereotipos del pensar. Las redes están en la calle y la calle en las redes.  Es nuestro mecanismo de defensa ante lo desconocido, lo imprevisible, lo siniestro como amenaza a la estabilidad y al acomodamiento de la derecha ante un paso que no previó.

El problema nodal no es el autoconvencimiento, pues es el motor de cualquier militancia; en todo caso es quién nos convence, y si el factor emocional está insuflado de una sobredimensión de la Big Data, que -a esta altura- es un dispositivo de poder tan sofisticado que nosotros no hemos podido aún manejar ni predecir.

Las redes no son toda la política, y menos el microclima que estas generan desde lo emocional. Una visión más llevadera, menos angustiosa implica ser críticos de cada paso que damos, y avanzar. Avanzar como Ícaros paso a paso en la salida del laberinto sin subestimar a la derecha. Y hacerlo en forma crítica, manteniendo las esperanzas y los sueños. Los pesimistas de la razón y optimistas de la voluntad.

***  Julián Axat – Poeta, abogado. Mag. en Ciencias Sociales

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