DEUDA, INFLACIÓN, DESEMPLEO, POBREZA: EN TODO ESTAS VOS

por Alejandro Robba   ***

Desde inicios de su gestión, el gobierno nunca ha reconocido culpabilidad alguna sobre los nefastos resultados de las políticas económicas implementadas, salvo el haber sido “demasiado optimistas” a la hora de pronosticar resultados positivos.

Lo más evidente ha sido apelar al espejo retrovisor de la pesada herencia, y ahora a señalar a una posible victoria electoral del peronismo como la causa de la actual debacle. Entre el pasado y el futuro, pareciera que Macri no estuviera gobernando, siendo habituales las declaraciones “desde la tribuna” como relatando un partido donde los jugadores son otros.

El otro fantasma al que apela el gobierno para justificar la situación actual es el impacto local de una supuesta crisis internacional. Pero, por el contrario, lo que muestra el FMI en sus estadísticas oficiales es que durante 2019 la economía mundial continuará expandiéndose al 3,3% anual y que, de todos los países del mundo, sólo 6 (Argentina, Honduras, Venezuela, Sudan, Sudan del Sur e Irán) no crecerán este año.

Además de los enemigos políticos e internacionales, el gobierno también apunta a los propios argentinos y a una supuesta conducta ancestral de irresponsabilidades, falta de cultura del trabajo y consumismo desaforado. Así fue transcurriendo el relato del gobierno intentado ganar tiempo hasta poder llegar a las elecciones, pero dejando sin resolver los problemas que el mismo, sin ayuda de nadie, ha generado básicamente a través de un endeudamiento externo altísimo, irresponsable y a todas luces impagable que ha disparado la actual fragilidad financiera externa de nuestra economía y que es la causa fundamental de la situación que hoy atravesamos.

Existe una relación muy directa entre el alto endeudamiento externo y el proceso inflacionario actual. Básicamente, la incertidumbre sobre la posibilidad o no del pago de la deuda externa, desató el año pasado una devaluación tal sobre la moneda argentina que disparó todos los precios internos atados (y no) al valor del dólar que hoy, vuelven a acelerarse fundamentalmente por una nueva suba del tipo de cambio y de las tarifas. A este proceso en marcha se le suma, en un año electoral, la dolarización de cartera de los grandes jugadores especulativos (vender posiciones en pesos para comprar dólares) que, de no poder ser abastecida por la venta de dólares que el BCRA mantiene en las reservas (cosecha + FMI), implicará más subas de la divisa y más inflación. Esta pelea la veremos durante todo el año, aun después de las elecciones.

Las últimas medidas anunciadas para llevar “alivio” al infierno inflacionario que hoy vivimos ya fueron evaluadas tanto por “los mercados” como por los actores locales. Los primeros hablaron al día siguiente de los anuncios llevando al riesgo país al record de la era Macri (854 puntos) y con caídas promedio de 8% de las acciones argentinas en Wall Street. Por su parte, los empresarios locales hablaron antes de las medidas, incrementando los precios antes del congelamiento de precios que al final terminó siendo un acuerdo voluntario entre caballeros. A su vez, los comentaristas de las medidas, más o menos especializados en estos temas, más o menos cercanos al pensamiento del gobierno, las tildaron de insuficientes, equivocadas, electoralistas, populistas, desprolijas, anunciadas a la apuradas y otra serie de bellezas por el estilo. No se hable más.

Lo que más sorprende, y por eso deberíamos rotular esta medida como desesperada, es que el control de precios es una medida que está en las antípodas del pensamiento económico del neoliberalismo y, es más, hasta los principales referentes del gobierno la habían descartado pocos días antes. Pero como la realidad tiene cara de hereje, y el gobierno ha testeado que la población espera por acciones más decididas de un estado presente, cercano, que los proteja y los ponga a resguardo de malvados que aumentan los precios, recurrió a la invención de otro enemigo, salido de las propias entrañas de sus aliados políticos: los empresarios y los supermercados.

No son los empresarios, supermercados ni los trabajadores los responsables de la aceleración de precios que vivimos desde que comenzó el gobierno de Cambiemos. Tampoco es verdad que la concentración de la oferta o los grandes supermercados tienen la habilidad de aumentar todo el tiempo y en forma generalizada los precios, que es la definición de inflación. Es cierto que estos grandes jugadores imponen reglas leoninas a sus proveedores más pequeños y menos poderosos, que determinan una distribución regresiva de las ganancias al interior de la cadena de producción y comercialización. Pero esta situación es muy similar a la que había en los noventa, y en esos años la inflación era casi cero.

No obstante y sin lugar a dudas, una ley de góndolas –por ejemplo- posibilitaría que ingresen más jugadores pequeños y medianos a vender en supermercados y grandes superficies, lo que mejoraría la distribución del ingreso hacia los actores más vulnerables de la cadena, pero su efecto antiinflacionario no sería relevante.

En nuestra visión, el gobierno ha gatillado un proceso de caos económico que no tiene solución. La destrucción de la mesa de los argentinos se realizó sin pausa y por una doble vía: por un lado, con políticas desindustrializadoras que determinaron cierre de empresas y menor oferta de bienes; y por otra, activando un proceso de inflación de costos que se llevó puesto los salarios e ingresos de todos los argentinos, determinando el parate económico que vivimos desde hace un año y que ha impactado en los niveles de desempleo y pobreza que hoy padecemos.

¿Puede un gobierno que no comulga en los acuerdos de precios, que ha desarmado todo agencia estatal de fiscalización de mercados, que ninguneo al problema de la inflación y apostó a combatirla achicando el consumo interno, aumentado las importaciones, y bajando el gasto y la emisión monetaria, ser creíble a poco de las elecciones?

¿Puede un gobierno que ha disparado todos los costos de la economía
(dólar, tarifas, transporte, combustibles, peajes, tasa de interés) ser el garante de la baja de precios?

¿Puede un gobierno que ha sido el responsable de destruir la mesa de los argentinos autoproclamarse como quien va a proteger al pueblo de sus propias políticas y así ganar las próximas elecciones?

Las respuestas son sencillas.

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