EL NUEVO MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES DE BRASIL Y EL PAÍS SUMIDO

Por Bruno Lima Rocha   ***

El discurso de posesión del nuevo ministro de relaciones exteriores de Brasil, Ernesto Araújo, parece confirmar lo que los análisis más sensatos de relaciones internacionales venían previendo. Siguiendo la política exterior del post-golpe, Brasil debe romper aún más con el histórico de su política exterior – reconocida mundialmente por pautar sus acciones por algunos principios de los cuales casi nunca se abre mano, como los de no intervención, de autodeterminación de los pueblos y de solución pacífica de controversias.

La política exterior brasileña propuesta por Araújo va en dirección a la alineación aún mayor a los intereses norteamericanos para la política internacional, como forma de obtener «desarrollo» dejando de lado las iniciativas de inserción autónomas para un mundo multipolar, en el que Brasil tiene una » margen de negociación mucho mayor. Si durante la campaña, Jair Bolsonaro prometía desideologizar a Itamaraty, la posesión del ministro Ernesto Araújo va en contra del pragmatismo del capitán.

El discurso contuvo de todo. Y en el caso de que no se conozcan. Sin embargo, a pesar del folclorismo demostrado por el diplomático, existen puntos relevantes que deben guiar la radical transformación de la política exterior brasileña. A pesar del discurso servir más como una exaltación de la «nueva fase» de Brasil, así como de la llegada de Dios al Palacio del Planalto, y poco sobre estrategia de política exterior, se puede percibir la alineación automática de Brasil a los intereses norteamericanos. A pesar de que traficados de una retórica anti-globalista, el discurso del nuevo ministro deja claro que los mismos objetivos de la política exterior del gobierno Trump serán anhelados por Brasil, a partir de ahora. Es por eso que Araújo intensifica el discurso contra Venezuela, exalta a Israel, y aplaude gobiernos conservadores como de Italia, Hungría y Polonia – los aliados de Estados Unidos serán nuestros aliados, y sus enemigos serán nuestros enemigos.

El nuevo ministro atacó de todas formas el fenómeno que él llama globista. En el astrólogo Olavo de Carvalho, Ernesto Araújo es adepto a la teoría conspiratoria que interpreta la relativa pérdida de la soberanía de los estados, como consecuencia de la globalización, como un gran plan global guiado por fuerzas internacionales que apuntan a dominar el mundo. Para que esas fuerzas sean superadas, Araújo propone el fortalecimiento de lazos bilaterales y la valorización de la amistad con países que «admiramos» como Estados Unidos e Israel. Araújo parece, también, incentivar la lógica del discurso del enemigo externo, de la soberanía bajo ataque, de la necesidad de proteger a la patria a toda costa. Se puede pensar en esta estrategia como una forma de legitimar los futuros ataques a los derechos sociales y civiles que ya se han presentado en los primeros días de gobierno, exactamente como el gran hermano del norte lo hace.

Otra promesa del nuevo ministro fue la de «Liberar a Itamaraty de ideologías perversas». Con eso, Araujo promete que Itamaraty va a buscar el interés del pueblo brasileño por medio de decisiones técnicas. Sin embargo, no hay como proteger el interés nacional omitiendo asuntos extremadamente importantes para la soberanía nacional. ¿Cómo justificar la protección del interés nacional vendiendo una de las mayores empresas nacionales y con alto grado de tecnología que es la Embraer?

Además, lo que justifica la alineación a Israel y el cambio de la embajada de Tel Aviv a Jerusalén, poniendo en riesgo nuestra exportación de carne Halal – considerado Brasil mayor productor y exportador mundial de carne bovina segundo mayor de pollos y líder en las ventas de carne de Halal – para los países árabes?

¿O, cómo promete proteger el interés del pueblo brasileño al no denunciar la venta del pre-sal para potencias extranjeras y el desguace de Petrobras?

Araújo afirmó que la xenofobia no es un problema en el mundo y que el problema real es «odiar el propio hogar». La posición, que reduce el tamaño de la crisis migratoria mundial, ya fue endosada por el nuevo presidente que confirmó al Secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, que Brasil saldrá del pacto migratorio de la ONU. El acuerdo que fue firmado por más de 152 países es otro ejemplo del papel de retracción que Brasil debe tener en el escenario internacional. Sin embargo, ¿cuál es la justificación para perder capital político en los foros multilaterales? ¿Cuál es la legitimidad que el Gobierno Bolsonaro poseerá internacionalmente cuando sea necesario aprobar algún tipo de medida internacional que sea de interés nacional o que necesite apoyo de otros países?

El Gobierno Bolsonaro al exaltar al Gobierno Trump olvida la diferencia de poder que existe entre los dos países en el Sistema Internacional. Si por un lado Trump está bajo el mando del país con la mayor economía del mundo, con el mayor arsenal nuclear del planeta y con más de 800 bases distribuidas mundialmente, el Gobierno Bolsonaro comanda un país con proyección internacional extremadamente limitada y que incluso llegando a ser la quinta mayor economía del mundo, difícilmente logró garantizar su soberanía. Mientras otros países están obligados a lidiar con el Gobierno Trump, Brasil puede estar entrando en una fase de aislamiento internacional, convirtiéndose en un país marginado de la política mundial. Además, cabe resaltar que los recientes acontecimientos en la política interna de Estados Unidos pueden significar una amenaza real de impeachment al Gobierno Trump, lo que podría tener consecuencias graves para Brasil por la alineación total del nuevo gobierno

Por último, el discurso del nuevo ministro interrumpe el proyecto de una política externa brasileña autónoma, que se inicia con el gobierno Jango / Jânio, traspasa la dictadura militar en el gobierno Geisel, aparece en el gobierno de Itamar Franco y es retomado por los Gobiernos Petistas de Lula y Dilma. Como ya venía encaminándose en el post-golpe, se puede esperar una alineación total de Brasil al «hermano del norte», como lo hicieron Dutra, Café Filho, Castello Branco y Collor. Además, coloca a Brasil en un lugar completamente aislado en las cuestiones multilaterales internacionales y debilita cualquier tipo de política externa autónoma como el frustrado BRICS

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