Por Francois Soulard – Red de Comunicadores del MERCOSUR ***
Capital regional del Kurdistán irakí, Erbil luce como una ciudad rica y relativamente opulenta, casi en el medio del desierto y en las orillas de la cordillera montañosa del Kurdistán.
Si cualquier lugar del Medio Oriente es sinónimo de rompecabezas
identitario y geopolítico, el Kurdistán es sin lugar a duda uno de
ellos. Históricamente, los Kurdos fueron periféricos de los imperios
otomanos y persas. Ahora, siguen siendo de algún modo un lugar
periférico pero esta vez de los bloques nacionales, es decir de los Estados de Irak, Turquía, Siria e Irán. Constituyen la más importante minoría del planeta (40 millones de personas) que se encuentra sin Estado,
y de hecho altamente dependiente de sus Estados vecinos/anfitriones,
con los cuales mantienen vínculos tan contradictorios como complejos.
Estamos
a 80km de Mosul, uno de los principales teatros de enfrentamiento que
se libró a partir de octubre 2016 entre el Estado islámico, los Kurdos y
las fuerzas de la coalición internacional. En su mayoría musulmana y
sunita, el Kurdistán no está reconocida e incluido como tal por el mundo
sunita tradicional. No parece haber señales evidentes de preocupación
por la amenaza islamista en la ciudad de Erbil.
Hay un alto nivel de seguridad pública y una simpatía espontánea de los
Kurdos, portando todos los vestidos de una sociedad principalmente
musulmana (sin bien existe una importante diversidad confesional interna).
En el terreno, podemos observar varios elementos que caracterizan a la región: el peso del tradicionalismo y del tribalismo local; la diversidad lingüística (árabe,
kurdo, persa, turco); la importantísima presencia turca (evidente en
Erbil, mientras los Kurdos del Rojava en el norte de Siria sufren una
ofensiva del ejercito turco que apunta a modificar el equilibrio
etno-demográfico del Kurdistán sirio); los nombres de personalidades
internacionales y referentes políticos, solidarios con la causa kurda
que figuran en las plazas y lugares públicos; los refugiados y los
migrantes asiáticos (muchos filipinos e indios); los estudiantes y las
universidades cuyo contenido expresa la voluntad de fomentar la
modernización de las élites kurdas.
En este mundo caótico y plural, ¿cómo existir “sin un Estado” y acorralado por Estados vecinos cuyos nacionalismos se vuelven quizás más vivos que nunca?
¿Cómo han atravesado las consecuencias de la «guerra de elección»
llevada adelante por los Estados Unidos en Irak y Afganistán? Estas dos preguntas parecen dos de los interrogantes con mayúsculas que nos plantea el Kurdistán. La
respuesta no es sencilla y obliga a dejar los modos de lectura
tradicionales. Pese a la represión que ha sido una constante en la
historia kurda, ninguna derrota ha sido interiorizada. El grado de
autonomía y el ente gubernamental regional que poseen los Kurdos en Irak
es muy singular. En efecto ¿qué comunidad logró disponer hoy en día de un ejercito integrando 200 000 soldados? Su
combatividad ha sido ejemplar, particularmente en el Rojava sirio. La
economía demuestra un dinamismo satisfactorio en el contexto de la
región (presencia de petróleo). El nacionalismo kurdo tardío pero
existente, impulsa cuatro vertientes regionales, incluso una en Siria
que pretende tomar distancia con el modelo tradicional de Estado.
Cualquier
sea la forma, un factor clave para el Kurdistán reside en la capacidad
de desarrollar grados de autonomía aceptables para las potencias vecinas
y sortear tanto las relaciones de fuerzas como las dependencias
inevitables que se desarrollan en todo el espectro político. Para
el observador, es interesante comprobar como este escenario obliga a
dejar de lado las ideologías y pensar de otro modo la realidad.
Entender el contexto regional y el ADN social de los Kurdos se vuelve
central. Lo que se palpa aquí poco tiene que ver con los relatos
«neoimperialistas» y la suerte de pensamiento mágico que abona a la
comodidad de los partisanos políticos (por llamarla de ese modo). La
situación de permanente vulnerabilidad ha puesto los Kurdos todo el
tiempo la espalda contra la pared, con una suerte de obligación de
combatividad. Perdieron varias batallas. Están lejos de ser perfectos y
adelantados en comparación con sus vecinos. Pero algo hace que siguen de pie y van caminando…