Por Liliana Viola ***
El caso Darthes, la identidad masculina, los estereotipos y los cambios.
No es nada fácil ser hombre en estos tiempos. Lo dicen muchos. Y menos un hombre bueno. Un hombre que no odia a las mujeres. “Siento el estómago revuelto”, “estoy descompuesto” y “no pude dormir en toda la noche” son los términos orgánicos con que los compañeros de Calu Rivero tramitaron vía Instagram el arrepentimiento por no haberle creído y, probablemente, por no haber desconfiado de uno de ellos. Es decir, todavía no hay palabras, es una sensación que por el momento se expresa en las tripas, la de haberse considerado del lado razonable cuando se cumplía con una agenda misógina que pocos quisieran asumir como propia.
Tal vez, pueda resultar liberador enterarse de que nunca ha sido fácil ser hombre. La figura masculina sigue teniendo privilegios, pero para llegar a ser lo que es y mantenerse, pasa por un entrenamiento doloroso. Y no para de particpar en torneos. El artista y ensayista británico Grayson Perry, que hace años viene analizando los males de la masculinidad obligatoria, lo sintetiza en una escena de su libro The Descent of Man: “Voy en mi bicicleta subiendo una cuesta muy empinada. Al lado mío veo a un niño, tendrá 9 o 10 años, trata de subir con una bicicleta infantil, no preparada para este camino. Suda, pierde el equilibrio, se tropieza, contiene el llanto. Me ofrezco a ayudarlo y él se niega bruscamente. Es entonces que veo, en la cima de la cuesta, a su padre que lo observa muy enojado. Así se queda, sin mover un dedo, mirándolo, hasta que el niño que se está haciendo hombre, logra subir sin lágrimas. Le digo que merece la cárcel, que no merece ser padre, y el hombre me mira, sinceramente, sin entender”. Claro que habrá recompensa: cuando el adolescente varón rompa una vidriera, se dirá que manifiesta su cólera. Cuando lo haga una chica, será una desequilibrada.
Se viene hablando hace un buen tiempo de crisis de masculinidad pero cuesta entender de qué se trata sin una pregunta previa: ¿existe acaso una identidad masculina?
Las identidades se reconocen en cuanto corren peligro, cuando se
vuelven incomodas o dificiles de vivir. Cuando se habla de identidad, se
piensa en negros, lesbianas, transexuales. Es difícil advertir que
existe un guión donde una frase como “mirá cómo me ponés” puede
ser pase libre al cuerpo de una mujer. Pero la buena noticia para todes,
es que el desarmado de este guión es lo que viene sucediendo hace años,
lentamente y con un constante trabajo de diversos colectivos y que
quedó en evidencia como nunca hasta ahora, en el caso Darthes. Si la
famosa sentencia de Jacobo Winograd, “billetera mata galán”, apuntaba,
sin abandonar el tono machirulo, a bajarle el precio a la figura del
langa que se las sabe todas, el movimiento potente y diverso que toma
las calles una y otra vez, tanto para demandar como para poner límites a
las instituciones patriarcales, ese movimiento capaz de convertir en
feministas desde a las Madres de Plaza de Mayo hasta las actrices que
ahora son colectivo ha impuesto una mejor fórmula: “feminismo mata galán”.
Más
efectivo y menos beligerante de lo que parece, este mazazo al muro
patriarcal beneficia no a una actriz protagónica sino a muchísimas
personas interesadas en reconfigurar un mundo donde no exista peligro de
muerte, de violación, de acoso y de violencias micro y macro
simplemente porque una parte de la población fue educada para la guerra,
ostentar erecciones, refrendarse constantemente entre pares y
subalternas. No es un invento ni una caza de brujas invertida, como
están diciendo por ahí. El mismo Grayson Perry, haciendo cuentas,
propone medio en broma pero bastante en serio, cobrar un impuesto a la
masculinidad. Se basa en el déficit que le genera al Estado inglés (10
billones de libras por año) los crímenes de todo tipo que son
perpetrados en un 90 por ciento por hombres. Mucho menos quería Calu
Rivero cuando empezó esta historia: “Lo que yo buscaba era que me
mirara a los ojos y me dijera ‘perdón Calu, me equivoqué, no sé qué me
pasó’ o lo que sea que le salga y que pueda comprenderse como una
disculpa”. Pero la masculinidad entendida en formato arcaico
muchas veces ni siquiera encuentra los 7 errores en la escena del
crimen. La sociedad que exige mano dura, tampoco admite sus disculpas.
Por eso, esta historia espectacular que empieza patéticamente como Dulce
amor y termina en Patito feo, admite ser leida, escena por escena si no
como via crucis del patriarcado, como una serie de instantáneas que
permitan seguir pensando en cómo se va a caer, y cómo seguir en la tarea
de desarmar una maquinaria que duele.
– Escena 1: Dulce amor
Fines de 2012. Alto escándalo: Calu Rivero abandona el primer protagónico de su vida en la novela más exitosa del año.
¿Se volvió loca? Desde Rolando Rivas en los años 70, cuando una actriz
se retira intempestivamente es por algo y ese algo es hormonal. Una
pasión irrefrenable que en ellas se solía etiquetar como “fiebre
uterina” y en ellos, llegado el descenlace, como “crimen pasional”. Las
verdaderas razones de éxodo, aparecen en las revistas en formato rumor
con derroche de condicional: “habría habido supuesto acoso sexual”. La
actriz responde con evasivas aunque deja pistas para buenos
entendedores. Pero no había entendedores y ella no tenía un vocabulario
disponible. La palabra patriarcado, concepto clave de la teoría
feminista, se estaba volviendo un arcaísmo y nadie había resucitado
todavía la famosa “sororidad”. Pero además, hubo silencio interesado de
compañeros y testigos, y también comentarios claramente denigratorios. ¿Por qué no lo dijo con todas las letras? Porque el relato de una humillación en un panorama donde, como bien alerta Mirtha Legrand, “como te ven te tratan”, es una caída en la verguenza asegurada. Hoy ya no.
Solo a un carcamán como Nicolás Repetto se le ocurre preguntar qué
tenía puesto una chica que fue violada o por qué Thelma esperó tantos
años para denunciar al violador. Hoy es poco probable que que un
candidato a presidente de este país grabe un video de campaña donde
fuerza a una niña, como hizo Mauricio Macri en 2016, a que se siente en
sus rodillas, mientras trata de persuadirla a la voz de “ya te vas a aflojar”.
– Escena 2: La sagrada familia
Agosto
de 2015. Revista Caras. Juan Darthes muestra a su familia al desnudo en
las playas de Cancún. ¡Cuántas defensas desmedidas ha inspirado la
institución familiar a lo largo de la historia! La familia siempre está en peligro, del comunismo, de los libertinos, de los pañuelos verdes.
Foto familiar ahuyenta rumores. Y si encima el combo viene con el plus
de una sexualidad plena, más todavía, la satisfacción como coartada.
Dice Darthes: “Entre nosotros hay mucho sex appeal y complicidad.
Estamos muy bien juntos en la cama, así que no hay lugar para las dudas.
A María le toco la cola todo el tiempo, aun delante de mis hijos. En la sexualidad con mi mujer somos muy libres”.
Aquí reaparece la vieja mitología del hombre como animal, que es feo
como el oso y fuerte como un toro y que si bien es desenfrenado por
naturaleza, mientras tenga en casa donde descargarse, o a quien tocarle
el culo, el resto de las presas quedan a salvo. “No hay manera de estar tan bien después de 20 años si no hacemos el amor cada día mejor.” “Mis pingos”,
dice el actor en referencia a sus dos hijos, metáfora que para hijas
mujeres no usan jamás los padres. Yeguas, cachorras, loros y conejitas,
pertenecen a otra cadena de sentido.
– Escena 3: Yo te creo
11
de noviembre de 2017. Pasaron apenas 5 años pero si analizamos el
contexto del feminismo internacional y local, mejor decir que “pasaron
cosas”. La periodista de espectáculos Catalina Dlugui le pregunta en su
programa a Calu Rivero recién llegada de Estados unidos, por el #MeToo
que acababa de explotar en Holywood. Ella, que no tenía pensado hablar
del asunto, responde con la frase que enciende el fuego: “A mí nadie me lo tiene que contar, yo viví el acoso en carne propia”
Mucho antes en Argentina se articulaba en 2015 el movimiento #Ni una
menos que hoy es una marea que atraviesa el planeta. En 2016 se produce
aquí el primer paro de mujeres, que introduce el factor capitalismo en
la resistencia a las violencias. Las acciones en redes se multiplican.
En 2016 una acción se replicaba en México y Brasil #miprimeracoso fue
tan potente como el Movimiento #NoNosCallamosMas y el YoTeCReoHermana,
son algunas de las vías no de un escrache a mansalva, como se
simplifica, sino armado de rompecabezas que sorprende a las mismas
mujeres. Mientras tanto el gobierno nacional también emprende campañas.
Juan Darthes protagoniza un spot que siguió en las redes hasta el día
en que la denuncia de Thelma la volvió una patética mascarada. Mapa de la distancia que hay entre las políticas de Estado y los slogans.
– Escena 4: El efecto disciplinador
Otro galán, Facundo Arana, aporta a la causa una declaración muy ajustada a los tiempos de la corrección política sin política: “Creo
que Calu se sintió acosada y creo que Juan de ninguna forma la acosó.
Lo conozco a Juan desde hace muchísimos antes. Lo conozco bien.”Arana
habla en la misma línea de quienes afirman que no están contra la causa
de las mujeres pero detestan a las feministas, no son homofóbicos pero
que no se hable del tema en las escuelas, no son racistas pero que no
vengan a atenderse en nuestros hospitales. Siguen las firmas. Como
le pasó a Oscar Wilde en el siglo XIX en el histórico juicio por sodomía
que da por la homosexualidad como estigma, la víctima fue a parar al
banquillo del acusado. Golpe de efecto: la abogada famosa por defender a
las esposas de la farándula está del lado de la flamante víctima.
Cuando Darthes dice que fue a presentarse a la Justicia, en realidad
debe decir, que decidió judicializar un caso donde tenía las de ganar.
El actor no se conformará con las disculpas, quiere que Calu Rivero diga que no pasó nada, que se desmienta y que pague costas por el honor mancillado. Mientras tanto, se suman dos denuncias más que también reciben sus respectivas cartas documento.
– Escena 5: Mirá cómo nos ponemos
La escena de Thelma Fardin denunciando la violación, es una puesta en escena. Está actuada, tiene una escenografía, eligieron un cuarto de hotel. Y aun así, transmite verdad. Esta decisión, criticada por lo artificiosa, es uno de los grandes hallazgos del colectivo de actrices. La chica cuenta una experiencia sórdida pero ha logrado zafarse de la rutina que se aplica en estos casos: un lugar oscuro, policial, repitiendo detalles muy íntimos ante gente que no le cree.
Ha dicho la verdad, pero en su salsa, es una actriz, lo hizo en un set.
No son lágrimas de cocodrilo pero tampoco las lágrimas que se esperan
con saña de lo que debe ser una mujer destruida para siempre. No hay
destrucción, hay emociones y un grupo integrado por un centenar de
actricess que apoya la denuncia. Más todavía: denuncian con ella. Estas
mujeres en una acción tan performática como política, se apropiaron,
como antes hicieron gays, trans y lesbianas con el insulto queer, de la
frase que habrá estado años taladrando el recuerdo de Thelma: “mirá cómo nos ponemos”.
Se
rompe también el mito de la respuesta emocional e irreflexiva típica de
las chicas. Hubo una estrategia. Un crimen que no prescribió, un camino
legal, un apoyo de amigas y abogadas y una presentación pública a dos a
dos días de que Calu Rivero tuviera que enfrentarse con un triunfante
Darthés que no asistió a la reunión.
– Escena 6: Carroñeando tendencias
Un día antes. Con bombos y platillos, como corresponde a la justicia mediática, se retira la abogada. Al asesino y violador Jorge Mangeri le pasó lo mismo. Fue representado por abogados mediáticos que lo mantuvieron a flote un tiempo, y cuando las pruebas se hicieron irrefutables, le largaron la mano, por razones éticas. Al final, la tan temida sentencia mediática queda a cargo de los letrados. No está todo perdido. Ya hay un abogado que acusa a Ana Rosenfeld de haber roto el secreto profesional. Claro que lo hace en vivo, mientras se postula por TV para representar a Darthes, y a viva voz anuncia una caza de brujas por parte de las actrices.
El mismo día: Eduardo Feinmann, indignado como nunca, hizo su homilía contra el violador. Pero
se olvidó de su público que lo mató en las redes. ¿Acaso se había
pasado para el otro lado? Para muchas personas no importa la causa sino
quién la sostiene. Al día siguiente el mismo Feinmann, con la misma
vehemencia pegó el volantazo: “No acompaño el colectivo de las actrices abortistas, sólo acompaño el reclamo de todas las mujeres”. Asunto resuelto, sus seguidores siguen al pie de su cañón.
– Escena 7
Bien
lejos de las luces del centro, las linea 137 y la 144, nacional y
provincial explotan de llamados. Pero el efecto dominó, tan celebrado
con cifras que vuelan (¡se registraron 214 llamados por abuso infantil,
un 240 % más que lo habitua!) e invitan a un festín de denuncias, no es
un juego de mesa. Lo que no se dice pero manifiestan las escasas
encargadas de atender los teléfonos es las precarias condiciones en las
que trabajan las pocas contratadas, que hubo despidos del Instituto
Nacional de las Mujeres (INAM )recientemente y que para cubrir la
demanda están tapando los baches con cambios de horario y con gente de
otras áreas. “El trabajo de hoy es desquiciante –refiere una de ellas– el
número 144 provincial, más allá de lo que se viene difundiendo, no es
para denunciar, las compañeras recibimos el malestar de quien llama y
tratamos de dar cuenta de la falta de políticas públicas de verdad”. Dicho en cifras, mientras
que en 2018 la partida destinada al INAM representaba el 0,006 por
ciento del presupuesto nacional, para 2019 representa el 0,00005 por
ciento.
Continuará…
“Si esto es cierto, yo soy el primero que me mato, el primero que me condeno”,
dice Juan Darthes en la entrevista donde intenta, con patética
fidelidad al viejo guión, un contraataque. Pero qué extraña suena esta
promesa –¿o amenaza?– de suicidio anclada a una certeza en suspenso.
¿Acaso él no sabe lo que pasó? No es que haya conjugado mal el verbo,
habla de certeza en términos jurídicos. Se podría traducir así: “denme un tiempito más, si la justicia determina que fue cierto, soy el primero que me mato”. Mientras tanto asume “Yo ya estoy muerto”,
pero aún así, pide una yapa. Queda la carta de la Justicia. Teniendo
tan fresco el fallo ‘anti ejemplar” de los jueces marplatenses por el
crimen de Lucía Pérez, se entiende que le pida una prórroga a la condena
social. El sagrado principio de que nadie es culpable hasta que se
demuestre lo contrario, aparece como coartada y no como derecho,
reducido a banalidad del mal. O en términos más fácticos: El Centro
Nicaragüense de Derechos Humanos que asesoró a Thelma Fadin denunció
ayer una serie de allanamientos nocturnos, sorpresivos, por parte de la
Policía de Nicaragua que se llevó documentación y equipos.
Continuará. No se sabe cómo pero sin dudas con un camino dificil, cuesta
arriba y dinamitado. Pero en lo posible, sin nadie que mire desde
arriba y se niegue a ayudar a quien intenta avanzar.
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