SIGLO XXI: LA ERA DEL GLIFOSATO, UN ENEMIGO SILENCIOSO

 

Por Amarú Varela   ***

Agrotóxicos en el mundo. Antes de analizar la situación en nuestro país, tengamos a mano algunos datos a nivel mundial. Cada año en el mundo se intoxican cerca de 3 millones de personas por el uso de agrotóxicos. Mueren más de 220 mil personas por año. Esto significa 660 muertes por día, 25 muertes por hora.

El programa de vigilancia epidemiológica de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en 7 países de Centro América, estima que cada año, 400.000 personas se intoxican por plaguicidas.

Naciones Unidas considera que la tasa de intoxicaciones en los países del Sur podría ser unas 13 veces mayor que en los países industrializados, por lo cual declaró a los plaguicidas como uno de los mayores problemas en el ámbito mundial. Para 1991 se calculaba que 25 millones de trabajadores agrícolas sufrirían un episodio de intoxicación por plaguicidas y que éstos serían responsables de 437.000 casos de cáncer y de 400.000 muertes involuntarias.

Situación en Argentina

Mientras en Estados Unidos comenzó hace meses el primer juicio sobre los posibles efectos cancerígenos del Round Up, el polémico herbicida de Monsanto que contiene glifosato, los habitantes de las zonas rurales de Argentina deben enfrentarse casi a diario con los productores agrícolas locales por las fumigaciones con glifosato. Se trata de un herbicida utilizado para los cultivos con semillas transgénicas que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es probablemente cancerígeno.

En nuestro país, esas siembras comenzaron a fines de los años 90 y desplazaron paulatinamente la cría de ganado.
Al cierre de junio de 2018 había 18 millones de hectáreas sembradas, que rindieron una producción de 35,8 millones de toneladas y ubican a Argentina como el tercer mayor productor mundial, detrás de Estados Unidos y Brasil. Pero esa cosecha implica millones de litros de glifosato vertido en el suelo nacional.

En el año 2015, se realizó un nuevo Congreso de Médicos de Pueblos Fumigados. En la declaración sostienen: “Argentina consumió 240 millones de kilos en el último año generando una carga de exposición potencial de 6 kilos por año por habitante, la más alta del planeta. Glifosato se compra y guarda en cualquier lugar y se aplica sin ningún tipo de restricción sobre escuelas, barrios, plazas y pueblos, sometiendo a la población a una exposición injusta e innecesaria”.

Además, los científicos, médicos y miembros de los equipos de salud de los pueblos fumigados de Argentina, sostuvieron  en la Declaración: “lo que afirmábamos entonces -5 años atrás en el 1° Encuentro- es dramáticamente cierto y se acentúa día a día: el sistema de producción agrícola vigente en el país contamina el ambiente y los alimentos de los argentinos enferma y mata a las poblaciones humanas de las zonas agrícolas”.

Se comprobó que una porción normal de una ensalada común contiene alrededor de 600 ug (microgramo) de veneno y también que los algodones, gasas, toallitas íntimas y tampones comercializados en nuestro país contienen glifosato.

En los últimos 25 años, el consumo de agrotóxicos aumentó un 983% (de 38 a 370 millones de kilos), mientras que la superficie cultivada aumentó un 50% (de 20 millones de hectáreas a 30 millones de hectáreas). Año a año se fue generando un sistema diseñado por y para los vendedores de agrotóxicos, quienes todos los años aumentan sus ventas netas, mientras que los argentinos, también, año a año nos contaminamos más y más.

Ya no hay dudas de que la exposición masiva y creciente a pesticidas modificó el perfil de enfermedades de las poblaciones rurales argentinas y también que el cáncer es la primera causa de muerte entre ellos.

Envenenados

No podemos dejar de mencionar la reciente muerte de Fabián Tomasi, el hombre oriundo de Basavilbaso (Entre Ríos) que fue ejemplo de las secuelas de los agroquímicos. El ex banderillero falleció en su ciudad y con su deceso se abre una nueva discusión sobre las consecuencias del uso de glifosato en los campos.

Un gran dolor inundó las redes sociales en todo el país porque Tomasi fue un ejemplo de las consecuencias de las pulverizaciones con agroquímicos. Junto a Estela Lemes, la docente de la escuela Bartolito Mitre que también sufre en su cuerpo las secuelas de las fumigaciones con agroquímicos, se convirtieron en los ejemplos de lucha de aquellos que reclaman un cambio en el modelo agroproductivo.

Si es Bayer, No es Bueno

Luego de largas negociaciones, este año Bayer se convirtió al fin en propietario único de Monsanto, con lo cual la marca Monsanto desaparece y sólo queda el nombre de Bayer. Un paso histórico y peligroso. Pero es más que eso, ya que la adquisición también marca un hito económico: con un volumen de cerca de 63.000 millones de dólares (cerca de 54.000 millones de euros), es la compra más cara por parte de una empresa alemana en toda la historia de este país. El negocio redondo: provocan la enfermedad y venden la cura.

Recordemos que BAYER produjo, hasta la Primera Guerra Mundial, una droga llamada diacetylmorphine, una droga adictiva, vendida originalmente como tratamiento de la tos, que luego paso a llamarse Heroína. La heroína era una marca registrada de Bayer, hasta que fue prohibida antes de la Primera Guerra Mundial.

Desde 1925 y hasta 1951, Bayer se convirtió en parte de IG Farben, un conglomerado de las industrias químicas alemanas que formaron la base financiera del régimen nazi. El Dr. Fritz ter Meer, condenado a siete años en la prisión por los crímenes de guerra por el tribunal de Nuremberg, fue Directivo Supervisor de Bayer en 1956, después de su excarcelación. También son de su atribución la creación de agentes químicos como: Gas mostaza (arma química) y Tabun (gas nervioso).

La lucha por el “Glifosato Cero: el poder ecónomico y la falta de legislación

Investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) advirtieron que los residuos del glifosato están presenten “en todo el sistema ambiental”, y aseguraron que la Argentina se ubica en el primer puesto a nivel mundial en la cantidad de uso de plaguicidas por habitante por año (10 litros de plaguicidas por habitante por año).

La presión de los vecinos de las zonas rurales, junto con organizaciones que luchan contra la aplicación de glifosato dieron algunos resultados, pese a la resistencia de los productores y las grandes multinacionales que, apoyadas por el poder político, reciben medidas cautelares a su favor, lo que agudiza más el conflicto.

En este marco, se ve la clara necesidad de una ley de aplicación nacional que prohíba expresamente el uso de agrotóxicos en el territorio nacional.

En el mes de septiembre, la Cámara Federal de Apelaciones de Paraná restableció la vigencia de la ordenanza 12.216 que prohíbe el comercio de glifosato en Gualeguaychú. El tribunal revocó la medida cautelar por la cual se suspendía la aplicación de la norma, aunque sigue pendiente la discusión para dirimir un conflicto de competencia respecto de la inconstitucionalidad planteada por un grupo de empresas.

Los jueces Beatriz Aranguren y Mateo Busaniche consideraron que la ordenanza que prohíbe su uso, aplicación, expendio, almacenamiento, transporte, comercialización y venta de glifosato “fue realizada por los órganos correspondientes al gobierno de la ciudad y goza de una presunción de legitimidad que solo puede ser abrogada por manifiestos vicios de irregularidades y/o arbitrariedad”, cuestión que no ha sido invocada en este caso.

La aplicación de la Ordenanza –sancionada en abril de 2018– está para ser discutida en la Corte Suprema de Justicia de la Nación, a raíz de que la Justicia federal y la provincial reclaman la competencia para resolver el asunto.

Será Justicia.

https://revistappv.com.ar/2018/10/03/9946/

 

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