EN AZUL HAY UN DÍA DEL ARQUERO



Por Gustavo Veiga   ***

La historia de Pedro Paisano Frías, militante y futbolista desaparecido en 1978. Jugaba en el Vélez local, donde llegó hasta la Primera. Se destacaba en otros deportes. Un grupo de tareas lo secuestró junto a su compañera embarazada en pleno Mundial.

Imagen: Veiga

Azul era su pueblo, pero no el color de la ve que lleva la camiseta de su equipo. El Vélez de Azul la tiene verde y no como el de Liniers. Aunque él atajaba y usaba un buzo cualquiera. A Pedro Frías se lo recordará siempre como el Paisano. Sigue desaparecido. La dictadura genocida se lo tragó el 20 de junio de 1978, un día antes del 6 a 0 de Argentina a Perú en la Copa del Mundo. Justo en ese país decidió exiliarse en 1977. Pero regresó. Entonces se lo llevaron con su compañera María Segunda Casado. Ella estaba embarazada. Los secuestraron en Villa Tesei, cerca de Merlo, donde él había nacido. De muy pibe se mudó al barrio La Tosquera, a la ciudad donde pasó la mayor parte de su vida. Colocada en su memoria, una placa en mármol lo recuerda hoy en una plaza. «Sus viejos trabajaban como empleados en una cabaña en Coronel Suárez, en Cura Malal», recuerda Julio Varela, su compañero de estudios, militancia, trabajo y fútbol en los seleccionados juveniles azuleños.

Además del homenaje en la plaza Juan Manuel de Rosas y de un espacio cultural peronista que lleva su nombre, Frías está presente entre quienes lo conocieron. Que además son los transmisores de su historia, como Varela, un ex preso político entre 1974 y 1982 que conduce la agrupación 26 de Julio local. La referencia a la fecha parece obvia: el fallecimiento de Evita.

Compinches de la vida, los dos tuvieron muchas más afinidades que desencuentros. Si éstos se dieron fue por obra del fútbol. Pedro era fanático de River y Julio es de Boca. Pedro jugaba en el Vélez de Azul y Julio en Alumni, el mismo de donde surgió en las categorías infantiles Matías Almeyda, aunque después pasó a Cemento Armado. Los compañeros integraron distintos equipos: el del barrio Tiro Federal, en la fábrica donde trabajaban, la selección menor de Azul y hasta una formación de la Jotapé. En un par de fotografías se los ve posando juntos, muy jóvenes.

«El Paisa era un deportista natural y destacado, creo que participó de todo: atletismo, básquet en el club Cemento Armado, vóley, aunque claramente entonces el fútbol era la cita obligada de los domingos…»,
le contó Varela al periodista Silvio Randazzo en una extensa entrevista para el diario local El Tiempo. Frías comenzó su carrera como futbolista amateur en Vélez y llegó hasta la Primera. Su compañero de la Jotapé y después en Montoneros lo enfrentó más de una vez y –recuerda– «hasta le hice algún gol».

Cuando terminaron la escuela técnica Vicente Pereda en el ’67, empezaron a trabajar en Cerámicas San Lorenzo. En esa época la empresa tenía unos 1400 empleados, una cifra que casi quintuplica a la dotación actual. El Paisano entraba a las 6 de la mañana, salía a las 2 de la tarde y se iba a militar en la Unidad Básica de Azul. El fútbol y su demanda de entrenamientos quedaban para la noche. Así transcurrió su vida hasta 1974, entre la producción de la fábrica, las lecturas de Cortázar y Hernández Arregui y las charlas sobre River, donde tenía dos ídolos: Amadeo Carrizo y Ermindo Onega. «Aunque él como arquero trató de parecerse al Loco Gatti y así se comió unos cuantos goles», dice Varela con una sonrisa, hoy referente del peronismo azuleño.

En los ’70 la militancia le iba comiendo espacio al deporte de manera lenta, pero inexorable. «Teníamos responsabilidad política en Azul y la región centro de la provincia. Viajábamos a Plaza de Mayo, participamos del Operativo Dorrego. Entonces el fútbol comenzábamos a dejarlo. Yo me acuerdo que iba a las reuniones con el bolso de la ropa deportiva. El había pasado de la Cuarta a la Primera y jugó en uno de los equipos de mejor campaña de Vélez a mediados de los años ’60, creo que en 1964», le contó Varela a Página/12. Si fuera así, Frías sería muy pibe. Nació el 4 de octubre de 1948. Su compañero es un año menor y no olvida que «se sabía todas las formaciones de River desde la fundación del club y era muy común verlo con la radio Spika en el bolsillo de la campera para escuchar los partidos de fútbol», recuerda el también ex concejal justicialista.

Varela y dos de los cuatros hermanos de Frías que lo sobrevivieron, Carlos y Oscar –los otros son Teresita y Mario– compartieron hace cuatro años un sentido homenaje al militante desaparecido en la plaza Juan Manuel de Rosas. Fue cuando se inauguró el pasaje de la Identidad Barrial Pedro Paisano Frías, para el 24 de marzo. También se colocó una plaqueta evocativa sobre la esquina de Alvear y Pringles, en uno de los mayores espacios verdes de Azul que tiene dos manzanas. El proyecto, según da cuenta el diario El Tiempo, lo presentó el concejal Gonzalo Rodríguez, del Frente para la Victoria. Fue votado por unanimidad en el Concejo Deliberante.

Azul tiene una densidad de desaparecidos por habitante muy alta.
Son más de cuarenta si se toman en cuenta los que fueron secuestrados en la ciudad y aquellos oriundos que resultaron víctimas de los grupos de tareas en otros puntos del país. Cuatro eran conscriptos del ejército en la guarnición local: Héctor Morandi Risso, José Luís Musmeci Orsi, Alfredo Thomas Molina y José Luís Vicini Alessio. En esa lista todavía están Pedro y María Segunda Casado. La familia Casado fue una de las más golpeadas por la represión. Gaspar Onofre, su hermano, al que le decían Quinto, también está desaparecido. Como María, esperaba un hijo de su pareja Adriana Tasca.

Cuando detuvieron a Frías y Varela en una misma redada el 10 de noviembre de 1974 –el ERP había intentado copar el cuartel de Azul el 19 de enero de ese año–, el acto de militar en la ciudad era un riesgo inminente de asesinato, desaparición forzada o un largo período en la cárcel. Ya actuaban las bandas paramilitares de la Triple A. Los dos amigos, trabajadores ceramistas y con futuro de clandestinidad, eran demasiado conocidos como jugadores de Primera en la Liga local. «Cuando mi mujer me festejó los cincuenta años, en el ’99, junté mis dos pasiones de esa época, la política y el fútbol.» Varela recuerda hasta en los mínimos detalles los cuatro títulos consecutivos que ganó con el plantel de Alumni en 1968, 1969, 1970 y 1971. Su club es el más campeón de la historia en la ciudad ubicada a 300 kilómetros de Buenos Aires.

La otra pasión la sigue despuntando en el día a día, con su militancia en la 26 de Julio. Pero una parte de su vida, la de mayor adrenalina, la dejó en los años 60 y 70 antes de que la dictadura cívico-militar lo paseara de penal en penal. Compartió la detención con Dardo Cabo –su referente, también desaparecido– y con Juan Martín Guevara, el hermano del Che. El Paisano Frías, su amigo al que le brindó tributo en el local de Moreno y Guaminí que lleva su nombre, sigue vivo en un torbellino de recuerdos. Todavía cuenta ese gol que le metió cuando él jugaba para Alumni y Pedro para Vélez. El fútbol contribuyó a juntarlos desde pibes, la política los unió más y aunque la dictadura los separó, hoy el Paisano está vivo en la memoria de un pueblo que no olvida. No importa cuán conservadora sea su matriz agropecuaria. Ni tampoco si la historia la escriben los que ganan, porque eso quiere decir que hay otra historia.

gveiga@pagina12.com.ar

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