TECNOLOGÍAS DE LA DESINFORMACIÓN

Por Página/12  ***

 An Xiao Mina, de Meedam: desafíos periodísticos en la era de los trolls y las fake news. Como repositorio de noticias y datos, internet resulta falible y manipulable, pero este equipo busca volverlo más confiable.


«Debemos hallar la forma de sostener la libertad de expresión sin propaganda ni desinformación», propone An Xiao Mina.

Basta revisar las noticias de 2009 sobre la Primavera Árabe para recordar el rol que les asignaron los medios a las redes sociales, y a Twitter en particular, como vectores de la rebeldía en el oriente próximo. Se las señalaba como plataformas horizontales que promovían la libertad de expresión, uno de los rasgos democráticos por excelencia. Nueve años después, internet se convirtió en un antro repleto de noticias y usuarios truchos, nomenclados erróneamente como trolls, y el trolleo propiamente dicho devino cómo única clave de interacción.

¿Que pasó en el medio? An Xiao Mina trabaja en Meedan, un software colaborativo open source que permite verificar si una noticia es verdadera o falsa mediante un sistema que estructura datos obtenidos de redes sociales y otras zonas de internet. Aunque prefiere esquivar la etiqueta de fake news (noticias falsas) y referirse a ellas como misinformation (desinformación). La diferencia, que al lector puede parecerle trivial, tiene sentido.

Verdad y falsedad son valores que se atribuyen a enunciados acertivos. Ambas categorías son cruciales para la lógica filosófica. Para decir que algo es verdadero o falso con cierta justificación, se debe contar con un criterio de verdad, con una definición de lo verdadero. La gran mayoría de los seres humanos acepta, por defecto, un criterio de verdad llamado “correspondentista”, formulado por Aristóteles allá lejos por el Siglo IV a.C, que dice que “la verdad es predicar A de A y no A de no A” y “la falsedad es afirmar que no A de A y A de no A”. Es más sencillo reemplazando las variables: “

Es cierto decir de alguien rubio que lo es y también decir que no lo es de alguien que no lo es, mientras que es falso decir que alguien es rubio si no lo es y decir que no lo es si lo es”. Parece de una obviedad supina, pero por trucos como éste los filósofos vienen consiguiendo trabajo los últimos dos milenios y medio.

Es muy común encontrar noticias del tipo “Matan a diseñador gráfico en el barrio de Villa del Parque” cuando en realidad era un programador web de Villa Gral. Mitre. La noticia es falsa según ese criterio correspondentista de la verdad. Ahora bien, en el ejemplo “Cristina Kirchner es de una raza alienígena cuyo propósito es sodomizar a los humanos”, la afirmación también es falsa, aunque parece más falsa aún, deliberadamente falsa. Allí el problema con las noticias que se crean para engañar a quienes las consumen.

Las fake news y la desinformación cobraron mucha relevancia durante la campaña presidencial de 2016 que consagró a Donald Trump como presidente de Estados Unidos. En enero de 2017, el Director Nacional de Inteligencia norteamericano, James Clapper, afirmó ante un juez que el gobierno ruso interfirió en las elecciones diseminando noticias falsas en redes sociales. En Argentina, el tema es bien conocido dado el ímpetu que Cambiemos le otorgó a esta táctica mediante su equipo de “inteligencia digital”, por ponerle un nombre decorativo. Un hecho que el gobierno negó sistemáticamente aunque ex-funcionarios de la ciudad confirmaron, off the record, la existencia de dicho grupo, ubicándolos en las cercanías de la Plaza Miserere. Esta información se sumó, además, a la confesión de Alexander Nix, de la infame Cambridge Analytica, quien confesó haber trabajado en Argentina confeccionando una campaña de desprestigio contra el gobierno de Cristina Kirchner antes y durante el proceso electoral.

“El poder aprende”, afirma An Xiao. Aunque los gobiernos tardaron más que los usuarios en entender de qué se trataban las redes, lo lograron. Y señaló además que, por primera vez, al menos en Estados Unidos, se cuestiona abiertamente a Sillicon Valley, dados los escándalos que unen a los gigantes tecno con la recolección de datos personales de sus usuarios y la diseminación de propaganda e información de baja calidad.

A comienzos del milenio ya existía internet pero no las redes sociales. Los sitios por antonomasia para intercambiar opiniones o información valiosa eran los foros, que contaban con una clase de usuario especial: los moderadores, que quitaban posteos ofensivos, que no se relacionaran con los temas o que violaran las normas del foro. Este sistema, con algunos cambios, persiste en plataformas de alto valor informativo como Wikipedia o TvTropes: los bibliotecarios de la wiki equivalen a los moderadores y se encargan de mantener el contenido a salvo y de borrar todo lo irrelevante.

Las redes sociales, en tanto, parecen foros sin moderación. “Esto es internet: ya sabemos que esto iba a suceder, ya lidiamos con esto antes”, reconoce An Xiao. Y afirma: Nos quedan dos posibilidades: dejar las cosas como están y que los usuarios migren a plataformas más privadas, como los chats, o encontrar una forma de sostener la libertad de expresión pero sin propaganda ni desinformación”.

 

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