HABLEMOS EN SERIO



por Rosana Herrera   ***

Cuando pensamos esta columna con el Consejo Editor, lo hicimos intentando encontrar semana a semana un vínculo que pudiera acercarnos al lector desde un lenguaje más relajado y coloquial que el que usan lxs otrxs barracxs, usando el humor como herramienta y con algunos toques de costumbrismo.

Una suerte de tregua periodística, para que nuestrxs lectorxs pudieran “descansar” un rato en ella y tomarse un recreo frente al bombardeo informativo al que nos somete todos los días la prensa, tratando de mostrar al instante y en detalle, una realidad asfixiante, de una gravedad que asusta y que pone en riesgo constante la salud de la Patria.

Pero justamente pensando en la salud no como una entelequia sino como una política de estado, hoy debo ponerme seria para hablar en serio por varios motivos. Porque soy profesional de la salud con tres postgrados que condicionan mi mirada no sólo desde lo académico y desde mi larga experiencia laboral, sino también desde lo ideológico porque se trata de áreas críticas donde los saberes y los sueños deben ir de la mano: Políticas Públicas, Comunicación en Salud y Calidad de Vida en Relación a la Salud. Y la seriedad de la crónica de hoy es también egoísta, porque mi propia salud (como la de muchxs de ustedxs) se está viendo afectada no sólo por el ajuste brutal y la permanente quita de derechos por parte del “mejor equipo de los últimos 50 años”, sino por un inaceptable plus de expresiones irresponsables y falaces de miembros del equipo gobernante.

Y además porque soy tucumana y me estoy refiriendo concretamente a las manifestaciones de dos personas públicas íntimamente relacionadas con mi castigada provincia: las de la senadora Silvia Elías de Pérez y las del Dr. Abel Albino. Y entonces veo sus videos una y otra vez y me detengo a analizar la conveniencia, a sentir la obligación y a obedecer a la necesidad personal de fundamentar mi repudio a ambas. Pero “elijo” ocuparme del pediatra nacido en Bs As, residente en Mendoza, graduado en la Universidad Nacional de Tucumán y doctorado en la Universidad de Cuyo, porque además de incurrir en algunas falacias, (al estilo Elías de Pérez definiendo al síndrome de Down y a la discapacidad como enfermedades incurables), la exposición de Albino en la Cámara Alta, reviste mucha mayor peligrosidad desde el punto de vista de la comunicación de los hechos que ocurren en el sector salud porque se trata de expertos usando la palabra.

En una anterior columna (Calidad de vida versus Sobrevida) comentábamos el lugar de relevancia que adquiere “la palabra” en poblaciones que tienen una situación de extrema vulnerabilidad socio sanitaria como es la que constituyen los pacientes con patologías crónicas. Lxs pacientes portadorxs de VIH y sobre todo lxs enfermxs de SIDA son parte de ellas, como lo son las personas con alguna condición de discapacidad (permanente o transitoria, secuelares o no de patologías de base o de alteraciones genéticas). Y ambos grupos vulnerables se vieron literalmente atacados por estxs dos irresponsables en las audiencias públicas del debate por la legalización del aborto en el Senado de La Nación.

Y es así como, para tener absoluta objetividad al momento de compartir con ustedes mi creciente preocupación, repasé los dichos de la contadora pública tucumana y del médico bonaerense en el marco de sus desopilantes intervenciones. Pero conociendo sus formaciones académicas tan distintas (y sus orígenes religiosos tan parecidos) comparé el eventual impacto de ambas declaraciones, por lo que descarté las de Elías porque las suyas “sólo” ofende la sensibilidad de las familias que conviven con ambos entornos aludidos y la muestran ante el mundo globalizado como una legisladora que, al carecer de argumentos para defender su fundamentalismo, se propone infructuosamente descalificar a su interlocutor, el prestigioso Dr Kornblihtt, logrando únicamente desnudar su ignorancia y su soberbia. Pero queda ahí, en un insulto y un papelón internacional, no hace tanto daño.

Ahora… lo de Albino es muy diferente porque el Dr Abel Albino es el Referente en Argentina de Fundación CONIN
(Cooperadora para la Nutrición Infantil) una conocida Organización de la Sociedad Civil, a la que la Sociedad Civil (y no es un error de tipeo) subsidia. La misma que durante el período marzo 2016-marzo 2018 todxs lxs argentinxs le pagamos la suma de $77.038.793,54 y la que, según el Jefe de Gabinete, Marcos Peña, tiene asignado un presupuesto para este año de $121.288.683 (Fuente: INFOBAE).

Desde el 20 de diciembre de 2015 están vigentes los convenios celebrados entre la Fundación CONIN y los Ministerios de Desarrollo Social, de Salud, de Educación y con la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia pero sobre los mismos, en enero de 2016 las Sociedades Argentina de Pediatría  (SAP) y de Primera Infancia (SAPI) manifestaron su repudio por los métodos para “detectar” la desnutrición en chicas y chicos de 3 a 5 años. Ambos organismos emitieron comunicados en los que cuestionaron duramente los preceptos de Albino por ser “carentes de evidencia científica y alejados de una concepción integral de la salud”, y por basarse en una ideología “arcaica y sesgada”. En suma, las dos instituciones reclaman al Ministerio que brinde información sobre el programa, acerca del cual la cartera sólo publicó una presentación muy vaga. La SAP mandó una carta al ministro Alejandro Finocchiaro para pedir explicaciones, sin respuesta. La Presidenta de SAPI, Alejandra Giacobone, aseguró que “no hay ningún tipo de información; no solamente no ha llegado nada a la SAPI, sino que no ha llegado nada a ninguna sociedad científica u ONG”, y “no se ha respondido al pedido de más información” (Fuente PAGINA 12)

Los convenios que buscarían mejorar las condiciones de educabilidad de alumnos de nivel inicial de 3 a 5 años, con el objetivo de garantizar una mejora en sus trayectorias escolares y la detección temprana de la desnutrición, (un área de la cual él es experto) objetados por ambas sociedades científicas, presentan además una “pequeña curiosidad”: el Dr Albino confiesa públicamente no saber cuántos desnutridos hay en el país porque “no hay estadísticas de desnutrición desde 2005” Situación por demás incómoda para trabajar, sobre todo recuperando niñxs desnutridxs, luego de que, aún contando ya con dos años de financiamiento estatal, no cuente con una herramienta diagnóstica fundamental.

Sin embargo pareciera tener muy claros todos los demás números que usa para reforzar su alocución en contra de la sanción de la ley que legaliza el aborto….”se muere sólo el 0.05% de mujeres por abortos” (sin ninguna otra referencia estadística), cifras lanzadas con la misma “precisión y rigurosidad científica” que cuando afirma“…hay 20 millones de argentinos que no tienen cloacas …” o yo tengo cuatro amigas que abortaron y están deprimidas porque saben que mataron a sus hijxs…” o “el 64% de las mujeres que se suicidan, abortaron”.

Pero dejemos los aspectos meramente matemáticos y que hacen a la transparencia del rol del Estado en la que el neoliberalismo basó su triunfo electoral y nos ocupemos del discurso de días pasados en el Senado porque es de una obscenidad y de una violencia comunicacional pocas veces presente en profesionales de la salud y donde se  impone cabalmente la obligación de advertir “qué es lo que se dice por detrás de lo que se dice” para no dañar aún más la emocionalidad de una escucha vulnerada, usando la propia palabra como arma de destrucción.

El médico que “…hago pobreza y desnutrición pero creánme que es un hobby que me sale muy caro…”, el pediatra que recupera niñxs desnutridxs (con subsidio estatal, aportes de particulares solicitados por las redes sociales y donaciones de empresas como Monsanto, Carrefour y el Banco Galicia (según lo señala Lidia Sonenblum) pero que no tiene números de desnutridxs desde 2005; el profesional que no quiere quitarles a “las mujeres pobres la única felicidad que es tener hijxs”, que se preocupa porque “en Argentina hace falta gente” construye lo que llamamos un discurso sustentado. Desde su bien trabajada imagen amable, simpática, paternal, campechana, desde sus repetidas auto referencias a su condición de médico y de viejo, desde su tono implorante, sus pausas y su gesto de angustia mientras declama, elevando paulatinamente el tono de voz“…me dan ganas de llorar… yo que soy un hombre de 71 años… tener que venir…a una Cámara de senadores…de la Nación… a pedir por favor… que no maten a los chicos”, moviendo de un modo muy particular sus brazos como arengando a sus seguidorxs y alternando risitas nerviosas con francas carcajadas, ofrece un atractivo espectáculo audiovisual. Pero es un profesional de la salud no “un tío viejo” ni “un hombre de la calle” como se autodefine canchero ante un auditorio de “chicas y muchachos”

Y usa su privilegiada memoria para inundar de citas el recinto y armar un frenético collage verbal con una galería de invocaciones que se inaugura con la Madre Teresa “…que no fue madre pero qué madre fue…” y que se completa con pasajes recitados del Martín Fierro; la preocupación por las cloacas de Ramón Carillo, el famoso “gobernar es poblar” de Alberdi; la posición de la Academia Nacional de Medicina, el concepto de embrión de Jerome Lejeune; Stephen Hopkins y los espartanos inexistentes; la comparación de Julián Marías del aborto con el estrangulamiento; Vittorio Gassman y su “escuela de imbecilidad”, etc, etc, finalizando “tiernamente” con el poema de Gabriela Mistral.

Al concluir esa suerte de sermón y aún en el podio, es sometido a tres preguntas, la primera muy inteligente y en referencia a la prevención del embarazo no deseado que obtiene como respuesta una diatriba en contra del sexo animal, hablando como confidente de “…adolescentes que se pegan y se despegan, se pegan y se despegan…”; otra muy amable de la senadora Elías (que se muestra encantada por su presencia) sobre la objeción de conciencia institucional a modo de tácito consenso entre preguntadora y preguntado y la última, la que desata la frase más escuchada en todos los medios por su espectacular brutalidad. Esa que “atraviesa” la memoria histórica de nuestrxs adolescentes, destruyendo en apenas un puñado de palabras letales, tantos años de esfuerzos institucionales por formular Programas de Salud Sexual y Reproductiva y disminuir indicadores de morbimortalidad, pero que en el  marco del contexto discursivo y conceptual, apenas si aumenta ligeramente el stock de despropósitos.

Este polémico personaje que los medios abandonaron en los albores del siglo 21, resucitaron cuando Carrió lo candidateaba para Ministro de Salud allá por el 2015, (haciendo estallar la ola de rechazos a su controvertido perfil), hoy vuelve a ser centro en la agenda pública y si bien recibe como respuesta a su irresponsabilidad el escarnio de sus pares, cuenta con el respaldo del Presidente de la Nación y desde luego seguirá contando con los dineros del Estado para su abnegado trabajo (aunque sin estadísticas desde 2005).

(Creo que jamás puse en un texto tantas comillas, lo que palmariamente deja al descubierto la riqueza y la complejidad de su discurso en cuanto a términos de hipótesis de análisis. Que no se formularán aquí, desde luego, porque nosotrxs, al contrario que el Dr Albino, somos muy respetuosos de las incumbencias profesionales, de la inteligencia de nuestrxs lectorxs y por sobre todo, de la insoslayable entidad en la que debe sostenerse cada expresión que usamos).

Consuela saber que quien tiene una página de Facebook proponiendo su nombre para premio Nobel de la Paz, reciba su primer castigo justamente en Tucumán: la misma Universidad donde completó sus estudios de médico se niega a prestarle el aula magna de la facultad de Derecho para su próxima disertación porque según expresa la Decana, Dra Adela Seguí, los dichos del Dr Abel Albino comprometen la salud pública. Y yo agregaría que se trata de “delito con agravantes” porque es un médico. Porque tiene micrófono. Porque recibe fondos del Estado Nacional. Y porque su emblemática figura representa el alarmante estado de indefensión y desamparo en el que estamos inmersos lxs argentinxs desde el regreso de la derecha neoliberal al poder.

Y lo que es peor, la ruptura del contrato social.

https://www.revistalabarraca.com.ar/mientras-macri-defiende-al-dr-abel-albino-hablemos-en-serio/

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