MATAR POR MATAR

por Rubén Emilio García   ***

Esta semana la prensa destacó dos noticias aberrantes. En Eldorado un hombre ahorcó a su perro porque tenía Leishmaniasis. Otro fusiló a un mono de puro gusto, confirmando así que el hombre es el único ser en la tierra que mata por matar.

La conciencia moral de nuestros ancestros guaraníes enseñaban que Tupá, Dios, al crear la tierra se dirigió al grupo más variado de animales y les manifestó que serían felices en su perenne irracionalidad, y a continuación procedió a dotar a los bípedos eréctiles de inteligencia y razón con la siguiente sentencia: “vuestra felicidad dependerá exclusivamente de si saben usarlas”.

Se desprende que individuos que no saben usarlas y matan a animales indefensos por el placer de matar, son inmorales. Pero además por la inveterada ignorancia ha hecho estragos en sistemas ecológicos.

En Nueva Zelanda, porción geográfica aislada después que la masa continental se partiera, existía el pájaro más grande que jamás existió en el planeta, el moa, por su peso no podía levantar vuelo. Cuando llegaron los maoríes a poblar la región constituyó su principal alimento.

Centuria después se extinguirían para siempre de la faz de la tierra.

No fue el único ejemplo, en otro lugar de Oceanía descubrieron una isla que la bautizaron Stephen, donde sobrevivieron unas aves del tamaño de pollitos. Tampoco volaba. Inmediatamente el gobierno declaró al lugar “reserva natural” y procedió a levantar un faro en esa pequeña ínsula, nombrando a un guardián para que cuide el lugar con la orden estricta de no permitir la visita de humano alguno, so pena de penalizarlos con severos castigos. El castigo fatal recibieron los pollitos que en pocos años se habían extinguidos. ¿Qué pasó? Pasó que el cuidador encargado de cuidar la isla llevó consigo sus gatos y encontraron en los pequeños plumíferos manjar exquisito, que fueron deglutidos hasta su extermino total.

Similitud en estrago ecológico sucedió y está sucediendo en Nuestra Misiones, pese al ministerio proteccionista creado con ese fin en tiempo de los radicales; y hace pocos días hubo de lamentar el fallecimiento del primer ministro del área ecológica: Constantino Queiroz.

Para equilibrar tamaño desastre tiempo después, Australia promulgaría una ley disponiendo eliminar porcentajes de gatos que casi igualaba a la cantidad de habitantes del país. El argumento es que se volvieron salvajes y se alimentan de las aves existentes, situación crucial para las especies menores que corren peligro de extinción. Y hasta publicaron datos estadísticos que prueba esa realidad, dando certeza que un Estado sin estadísticas no puede efectivizar planificación alguna, como es costumbre de algunos gobiernos argentinos.

Por esta inusual y dramática situación felina salieron a protestar las sociedades protectoras, cuyas primeras víctimas protegidas fueron los caballos y las mulas utilizados en el auge de la revolución industrial, destinados usualmente a todo trabajo del transporte de carga en general. Los maltratos que sufrían estos pobres équidos llamaron la comprensión de humanos sensibles que decidieron defenderlos. Luego, la protección se extendió a otras especies y en la actualidad las mascotas de compañía son las más cuidadas.

El problema de algunas sociedades protectoras radica en que no saben qué hacer cuando “saben” que miles de animales se utilizan en experimentaciones y aquellos destinados a la alimentación del hombre. Sobre esto último, la legislación vigente de bienestar animal indica que debe aplicarse el menor sufrimiento al animal que va a sacrificarse, estableciendo que la faena debe ser lo más humanitaria posible. Por otro lado, está el aspecto estrictamente ético y moral cuando se debe matar un animal por su propio bien con el fin de aliviar su dolor, o acortar el sufrimiento ante una enfermedad incurable, o intratable como la Leishmaniasis vista como zoonosis. Son las transmisibles al hombre en el cual éste corre peligro de enfermarse y hasta perder su vida. En este caso se debe optar entre uno u otro ser: El hombre o el animal.

Sobre este aspecto Theodore Spencer decía “Por encima de los animales está el hombre que, además de tener una alma vegetativa y sensible, la tiene también racional. Luego y por encima de él viven los ángeles. El hombre es el eslabón fundamental entre ambos. Está en el grado más alto de los animales y en el más bajo de los intelectuales.

Se refería a que su raciocinio le indicará como debe actuar (con conciencia y convicción a pesar de la

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