PALABRAS QUE ILUMINAN


Por Luciana Zorzoli   ***

Hace pocos días, la senadora tucumana Silvia Elías de Pérez, en su cruzada contra la interrupción voluntaria del embarazo, acusó a Alberto Kornblihtt de propiciar prácticas eugenésicas con niñxs por nacer. La respuesta del investigador de Conicet y miembro de la Academia de Ciencias de Estados Unidos ilumina una parte de lo que está detrás del debate. O nos ilumina en parte a quienes somos parte de la parte viva del debate.

Sin saberlo y sin conocernos, Kornblihtt, como tantas y tantos, habló ante la Cámara por mí. No sabe él que hace siete años di a luz a mi primer hijo, ni que ese mismo día conocimos con Juan –su papá– y con los médicos, que tenía un problema de salud severo. Tampoco que después de meses de hospital, de estudios genéticos y colaboraciones científicas internacionales, logramos un diagnóstico que nos permitió saber que padecía desórdenes congénitos en la glicosilación, una enfermedad infrecuente, genética, con menos de mil casos diagnosticados en el mundo. Menos puede saber Kornblihtt que Boris vivió con nosotros hasta el 30 de abril de 2013 y que para mí su luz trasciende ese tiempo, lo trasciende todo.

Lo cierto es que lo que dijo Kornblihtt en unos pocos minutos de polémica ilumina situaciones que no siempre son visibles en este debate. Nosotros tuvimos en 2017 a nuestra segunda hija. Por muchas razones, pero por sobre todas, una, Emma fue gestada fuera de Argentina. Fue en un país donde el sistema de salud público propicia y garantiza el genetic counselling del que hablaba Kornblihtt y propone las alternativas que la ciencia tiene hoy a disposición, garantizando entre otras opciones la consulta genética a partir de las 11 semanas de gestación y la interrupción voluntaria del embarazo si el embrión está afectado por la enfermedad.

Quienes dicen defender “las dos vidas” quieren hacer creer, con un cinismo que da escalofríos, que las mujeres confundimos anticoncepción con aborto o que somos parte de reducto desalmado que busca atentar contra la vida por algún fanatismo ideológico de moda. Difunden la idea de que el aborto es una necesidad exclusiva de mujeres jóvenes sin recursos económicos que podría resolverse con “mensualidades” y contención por nueve meses. Simplifican, mienten, estigmatizan, pero sobre todo, se equivocan.

Algunas de las mujeres que queremos tener derecho a interrumpir un embarazo (porque somos millones, con distintas razones, solidarias con un sinnúmero de circunstancias) lo hacemos como opción ante los desafíos (inesperados e impuestos) de la vida. Lo hacemos, por sobre todo, defendiendo un derecho que la senadora tucumana desconoce pero que no puede desconocer más el Estado ni la ley, el derecho de nosotras, las mujeres, a decidir. A decidir siempre, pero sobre todo, en situaciones particularísimas que por su naturaleza son intransferibles y por elección, ajenas a jurisdicciones religiosas.

Que sea ley.

*** Docente universitaria, becaria postdoctoral de Conicet.

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