LA LUCHA DEL COPINH Y LAS MUJERES HONDUREÑAS: ENTREVISTA A BERTHA ZÚNIGA, HIJA DE BERTA CÁCERES

Por Pablo Solana ***

Bertha es la coordinadora general de uno de los principales movimientos campesinos de Centroamérica. Su vida es inseparable de la historia de la organización. Cuando habla del Copinh (Concejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras) dice “nosotras”, en femenino y en plural.


Llegamos a la sede del Copinh en las afueras del municipio de La Esperanza, en el departamento de Intibucá, a unas cuatro horas de Tegucigalpa. Allí se encuentra la comunidad campesina de donde es la familia de Bertha, donde surgió la organización.

La situación de violencia política en Honduras es grave, y estar al frente de un movimiento político o social implica serios riesgos. Además del crimen de quien fuera la referente más reconocida del Copinh, Berta Cáceres (su madre), hubo otros asesinatos y ataques. El 1 de mayo de 2012 fue asesinado por la policía Santos Alberto Domínguez, integrante del movimiento, de 24 años; desde entonces, las amenazas no cesaron hasta el asesinato de Berta, reconocida internacionalmente por su lucha en defensa del territorio, el 3 de marzo de 2016; menos de dos semanas después, el 15 de marzo, en medio de un violento desalojo de tierras mataron a Nelson García; en abril, un grupo de choque sospechado de actuar a favor de la empresa Desarrollos Energéticos S.A. atacó a los participantes de un Encuentro Internacional en el que se reclamaba justicia; el 6 de mayo del mismo año atacaron a tiros a Alexander García Sorto, líder indígena lenca de Llano Grande y miembro de la organización; el 8 de mayo un vehículo militar intentó provocar un accidente al carro en el que viajaba Tomás Gómez Membreño, coordinador general del Copinh tras la muerte de Berta; el 6 de julio apareció sin vida el cuerpo de Lesbia Yaneth Urquía, lideresa comunitaria de la organización; el 10 de octubre volvieron a atentar con disparos de armas de fuego contra Membreño y su compañero García Sorto, que habían sobrevivido a los atentados anteriores. Bertha también fue víctima de ataques: en junio de 2017, hombres armados le salieron al cruce. Aún así, con la historia de lucha del Copinh en la sangre y el legado ardiente de su madre, decidió aceptar la propuesta de la organización y asumir, a sus 26 años, la coordinación general.

Estamos en La Esperanza, y un grupo de mujeres preparan el Segundo Encuentro de la Escuela de Mujeres Lenca en Resistencia por la Salud Natural y Ancestral. En la sede la referencia de Berta Cáceres es omnipresente: pequeñas pintadas o grandes murales, banderas, y un pequeño altar. Pero no solo en la sede social: el nombre de Berta, el reclamo de justicia por su asesinato, se hace oír desde las paredes del pueblo, incluso en la Capital: Berta Cáceres es un emblema de lucha nacional. El taller de capacitación lo coordinarán otras mujeres, también jóvenes. Se mueven, disponen, organizan, están al mando. “Nosotras” es la expresión más usada; la dinámica del Copinh parece desafiar las tradiciones campesinas e indígenas, tan machistas como en el resto de la sociedad.

Cuando hablás del Copinh decís “nosotras” …
Bertha: Sí, desde el inicio nos planteamos el tema de la reivindicación de los derechos de las mujeres, porque entre las opresiones que ha vivido el pueblo hay mucha opresión patriarcal, de violencia hacia las mujeres, de exclusión de las decisiones políticas. Es algo que siempre se planteó. Obviamente con el tiempo se fue radicalizando, profundizando lo que significa una lucha antipatriarcal en nuestro contexto. Somos una organización mixta de mujeres, hombres y otras posibles identidades sexuales, y también ahí ha sido muy desafiante la lucha, el trabajo… No es algo que se dé fácil.

Las mujeres han tenido un papel muy importante en todo el proceso organizativo durante estos 25 años. Muchas de las luchas más radicales en defensa del territorio las hacen las mujeres, porque no se van de sus casas, no migran a otros lugares, difícilmente lo hacen, por eso el arraigo que tienen a la tierra es mucho más fuerte. Por eso también esa lealtad a la organización, al cuidado de la vida, a todo. Siempre hacemos el mayor esfuerzo por procurar la justicia interna hacia todas las mujeres, tenemos cortes populares de mujeres para ajusticiar la violencia de los hombres, procesos asamblearios propios de las mujeres para procurar una organización más fuerte, que camine con más coherencia. Mi mami fue muy radical en impulsar este proceso de lucha, en aportar a la lucha de las mujeres en sus comunidades, porque la autonomía es un derecho fundamental, y es un trabajo que hacen muy bien las mujeres y queremos que lo sigan haciendo.

¿Ser dirigente mujer, y además joven, a la hora de relacionarte con otras organizaciones, te ha jugado en contra?

El Copinh ha tenido referentes mujeres muy fuertes, liderazgos muy fuertes y muy respaldados. Es cierto que eso es algo que siempre está abierto al cuestionamiento y al escrutinio público, el tema directamente de las mujeres y sus familias, o sus vidas privadas… Yo creo que sí, para mí en particular, que soy una persona muy joven, y ser mujer y muy joven hace que todo el mundo le quiera explicar a una, como si no supiera bien… Eso es algo que se siente en todos lados. Aunque nosotras somos personas muy reconocidas y respetadas, siempre va a significar una dificultad ante gente mayor y de más experiencia. Pero nosotras tenemos mucha formación en ese sentido, no nos dejamos ni rebajar ni menospreciar, ni que se nos quite nuestra palabra ni nuestra opinión. Pero sí es complicado. Los liderazgos del Copinh, algo positivo que tienen, es que siempre se han construido como referentes de organizaciones de base, muy coherentes, que no se han prestado al cuestionamiento de otros tipos de liderazgos más viejos, gastados, que queremos que den paso a otro tipo de relaciones, de organizaciones diferentes.

Represión, resistencia, formas de lucha

Cuando nace el Copinh en 1993, en México, en un contexto hostil para los campesinos e indígenas similar al de Honduras, se estaba gestando el alzamiento del EZLN que se daría a conocer un año después. Si vemos la cercanía geográfica y de las fechas, cabe preguntase si ustedes no contemplaron también en aquellos años métodos más radicales de lucha…
El contexto de Centroamérica tenía algunas particularidades, porque desde 1989 estaban dándose los procesos de paz [primero en El Salvador, años más tarde en Guatemala]. Entonces ya había experiencias armadas de resistencia que aportaron en su momento, pero que también se consideraron fracasadas, porque no lograron sus objetivos. Algunos de los liderazgos del Copinh habían participado en el apoyo solidario a la resistencia en El Salvador, por la cercanía que hay, por los refugiados de la guerra… Había un espacio de control militar para todo Centroamérica, pero también un epicentro de solidaridad con todos esos movimientos insurreccionales.

El nacimiento del Copinh el 17 de marzo de 1993 tuvo un contexto previo, más medioambientalista, que entendió que el sujeto de lucha en esta región es el pueblo indígena que está ignorado por el Estado. Eso se dio en el marco de los 500 años de resistencia de los pueblos indígenas, eso también tuvo mucho que ver.

La lucha del Copinh ha sido una lucha civil, territorial, pero a pesar de eso ha sido una lucha bastante fuerte y muy desafiante a las empresas. Por ejemplo, desde el golpe de Estado de 2009 se dieron un montón de concesiones [a empresas privadas], todas las leyes se configuraron para la entrega territorial. Sin embargo, son las comunidades indígenas y campesinas las que obstruyen que se materialicen esos proyectos, y por eso es tanta la amenaza de los proyectos económicos del extractivismo y del saqueo de los territorios. A pesar de que la nuestra es una lucha civil, es hoy la piedra en el zapato del extractivismo, del golpismo y de todo el proyecto antidemocrático que se impone en Honduras.

A partir del golpe de Estado la situación de violencia contra el movimiento popular se profundizó. ¿Cómo respondió el Copinh a esta nueva etapa?
Cuando se dio el golpe de Estado el Copinh fue una de las primeras organizaciones que salió a denunciar. Siempre dijimos que el golpe no era contra un presidente, contra un partido político, sino que era contra el pueblo hondureño, como después claramente se manifestó. Producto de eso el Copinh se sumó a toda la resistencia en las calles que duró un montón de meses, y a las expresiones que después se convirtieron en el Frente Nacional de Resistencia Popular. De este frente, después de varios meses de estar en la calle, una parte decidió crear un brazo político. La postura del Copinh fue que estaba bien crear un brazo político pero que toda la fuerza del movimiento social que había estado en las calles, más de tres meses en forma permanente, no podía reducirse a una cuestión política partidaria con las mismas prácticas de los partidos tradicionales.

Nuestra coordinadora fue asesinada durante el gobierno de Juan Orlando Hernández (JOH) con gran complicidad de funcionarios del Estado. Entonces sí participamos de los espacios para luchar contra la dictadura, contra el continuismo. Tenemos nuestros cuestionamientos a la dirigencia, pero apoyamos el movimiento en las calles, hemos hecho mucho esfuerzo para ser parte de eso.

En tus palabras se nota una posición crítica con la vía electoral…
El problema siempre ha sido apostarle todo al tema electoral, que se sabe que es muy difícil desafiar, porque hay un nivel de corrupción muy alto, entonces nuestra apuesta siempre ha sido a fortalecer los movimientos territoriales, la lucha en las calles. Hay un desafío grande, porque la gente quiere hacer algo en contra. Creemos que tiene que surgir un nuevo liderazgo, que hay que hacer un proceso como se hizo antes del golpe de Estado con el movimiento por la refundación de Honduras, preguntar en las comunidades qué hay que hacer para construir el camino de la transformación del país.

¿Cómo se posicionaron en las últimas elecciones?

El Copinh se ha abstenido de hacer campaña porque nuestra organización no puede definir una línea política única, hay gente de todos los partidos. Sin embrago, cuestionamos abiertamente la reelección, a Juan Orlando Hernández, y eso definitivamente apoya a uno u otro candidato de la oposición, pero no abiertamente.

En estos días el expresidente Manuel Zelaya anunció el impulso de comandos insurreccionales. ¿Ustedes movilizarán como parte de ese plan?
No está mal ese llamado, un tema de organización popular en células más pequeñas, pero yo creo que eso no va a motorizarse. Por supuesto participamos en las movilizaciones y vamos a luchar por los presos políticos, pero no podemos subsumirnos a la agenda de un partido político. Eso no implica que no hagamos todos los esfuerzos posibles por sacar a este hombre [JOH] que es un mafioso, un corrupto, que no debería estar otra vez como presidente.


Fraude: laboratorio para toda América Latina

Si bien en el continente hay hechos preocupantes de falta de democracia, Honduras pareciera atravesar la situación más grave. ¿Coinciden con las consignas que se ven en algunas paredes de la capital que dicen que esto es una dictadura?
La situación en Honduras debe ser de interés internacional, lo venimos diciendo hace mucho tiempo, porque es un laboratorio de cosas que van mucho más allá de lo meramente nacional. Aquí hay una intervención muy importante de Estados Unidos, que tuvo un papel en cada una de las cosas que tienen que ver con la profundización de la antidemocracia, de la construcción del modelo de saqueo.

Cuando fue el golpe dijimos era un golpe de Estado de nuevo tipo, alertamos sobre eso. Después, Brasil, Paraguay, fue lo mismito. Sobre el fraude que ahora se hizo, va a pasar exactamente lo mismo, por eso hay que sacar aprendizajes y lecciones para el resto de América Latina, para ver que el tema de la democracia se vuelve básicamente una cosa tan frágil, y una fachada, porque al final se puede trastocar como sea y bajo el lema que sea.

Es muy complicado. Personalmente no creo que sea una dictadura, creo que la gente que ha vivido una dictadura sabe que es una situación mucho más terrible. Es un proyecto que tiene expresiones dictatoriales, por la cantidad de militares movilizados, por la imposibilidad de hacer valer las decisiones como pueblos, como indígenas… El pueblo está en las calles, las personas están siendo asesinadas, hay allanamientos, un montón de gente que se ha tenido que ir del país huyendo de la situación política, eso sí es grave. Y es grave el silencio de la comunidad internacional, sobre todo de los países del norte global, que han ratificado y avalado todo lo que ha pasado aquí… Nuestra actitud es de lucha y desafío a esas políticas de muerte, y así va a seguir siendo.

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