PARAGUAY: CUANDO LA DICTADURA SE HACE INVISIBLE


Por Sara SchupmannMi padre decía que la dictadura era algo visible solo para los perseguidos y los curiosos, para la gente “normal” era su rutina, no pasaba nada más que el trabajo, la familia, el progreso y la búsqueda de la felicidad. Para la gran mayoría era nomás, la vida, lo que acontecía entre el amanecer y anochecer del mundo.


Nadie hablaba de autoritarismo ni nada, la gente estaba cómoda y contenta con los beneficios de ser colorado, no se preguntaban si era una dictadura.

Por eso les pasaba desapercibida.

Nadie se enteraba de las desapariciones, las muertes y las barbaridades que ocurrían al amparo de la oscuridad y el silencio, no habían denuncias ni aparecía en los diarios ni se hablaba en la radio.

En verdad la dictadura era visible solo para quien la veía de frente, como la vió mi padre aquella noche sobre la avenida España.

El y su futuro suegro -que era árbitro de básquet cuando papá jugaba en un equipo, no recuerdo cual- volvían de un partido, festejando y recostados el uno en el otro para enderezar la caminata y evitar los charcos que dejó el aguacero. En esas iban los dos bien contentos, cuando un auto negro pasó atropellandolo todo, sin tratar de evitar el charcazo de enfrente que terminó bañandolos de barro. Indignadísimo el hombre sacó su silbato y gritó: – Alto…!!!

Mi padre no lo podía creer, los dos solos sobre España parados en medio de la calle y gritándole a un auto negro que se detenga… el auto se detuvo en el acto.

El viejo ganó más coraje y avanzó “¡para poner en su lugar a esos maleducados!”.

Para cuando eso del auto bajaron dos hombres armados con feroces armas, y un tercero que asomó la cabeza a la ventanilla.

No había manera de esconderse, y dice mi padre que el viejo no se callaba, que era mezcla de rabia y alcohol, que no había otra explicación.

Así que ahí en medio de la avenida España ante los ojos atónitos de mi padre y los nublados ojos de mi futuro abuelo baja del auto, el mismísimo general Patricio Colmán.

El viejo exigió que se le pida perdón por haberle mojado, mientras mi padre rezaba en voz bajita esperando el balazo y pensando en todo lo que pudo haber hecho con su vida.

Colmán también estaba borracho y muy ofendido por el atrevimiento, así que le quitó el arma a uno de sus hombres para disparar ¡él mismo!

Pero del pedo que tenía trastrabilló y casi se cae, así que uno de los hombres le dice; mi general no vale la pena, son solo un par de borrachos y sujetándolo del brazo lo subió al auto y siguieron viaje, no sin antes hacer varios disparos en barrida. Por suerte mi padre había logrado tirarlo al suelo y así evitaron las balas. Lo que no pudo evitar fué la puteada del viejo, porque le habían arruinado el traje.

Cada vez que me contaba esta anécdota, volvía caer en la misma reflexión.

La dictadura solo es visible para los perseguidos y curiosos, para el resto, la “gente normal” simplente la rutina.

Recordé esto y no puedo evitar preguntarme, si ya estamos en una especie de dictadura moderna que no se nota, porque nos hacen creer que somos líbres, que elegimos, que tomamos decisiones.


 

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