EL PASO SIGUIENTE: LA REFORMA LABORAL DE HECHO

 

Por lcn***
Los funcionarios del capital que ocupan el gobierno han dado un paso más en su plan. Con la tasa de interés subida al 40% en una semana y el dolar en 23 pesos, establecen el enfriamiento absoluto del mercado interno y la succión de todos los recursos aun circulantes allí -incluso los públicos- hacia el sector financiero.

El gobierno agudiza aun más los mecanismos de transferencia de recursos que esta vez los hacen aparecer como inevitables, justamente para evitar una debacle. Los funcionarios dicen que son solo vaivenes «naturales» del libre mercado a los que nos tenemos que acostumbrar. Y en ese marco, entonces, dan cuenta de que la prioridad está en ese equilibrio del mercado de capitales y no en estos otros actores de carne y hueso que viven únicamente en y del intercambio efectivo dentro de las fronteras de «la economía nacional».
Esa economía está, de hecho, ya dolarizada por intermedio de la dolarización de los recursos principales tanto del sistema productivo como de la vida familiar: los servicios públicos. El famoso sinceramiento apuntaba a emparentar los precios «internos» con los «externos». Un recorte formal, justamente, que los propios capitales ya no están dispuestos a distinguir en sus libros contables. Vale mencionar que actualmente entre el 60 y el 80% de los movimientos económicos del mundo se realizan entre corporaciones y entre oficinas locales una misma corporación.
A los aumentos directos de las tarifas de los servicios, ahora se agrega su aumento relativo vía la suba del dolar. Ese movimiento implica y se hace a costa del polo contrario: el salario que queda así absolutamente licuado. Primero, fue atado a una negociación paritaria que en ningún caso superó el 15% de aumento. Y sobre llovido, el achicamiento de su poder adquisitivo a partir de esta corrida cambiaria que influye sobre los precios de todas las cosas por las que los trabajadores van cambiando día a día su salario simplemente para vivir.
En síntesis, se trata de la ejecución de hecho de la reforma laboral cuyo objetivo era achicar el costo de la mano de obra. Y en su conjunto, el escenario provocado y las medidas adoptadas ahora sobre esta situación, no son menos que un nuevo latigazo para disciplinar la fuerza popular que, dados los acontecimientos de los últimos meses, se resiste a abandonar su disposición a luchar.
En el mundo de la City financiera porteña, hay quienes señalan que el sector gobernante no tenía una apreciación justa de la situación mundial y de lo que está puesto en juego. Pero podría decirse que no es solo el oficialismo, dadas las respuestas y reacciones de la oposición frente a sus políticas.
Los EEUU de Donald Trump han iniciado una defensa del dolar como moneda central del sistema económico mundial. Con la suba paulatina de la tasa de interés de referencia que ha llegado ahora al 3% están defendiendo esa posición estratégica: hacen fluir los dólares circulantes como inversión (tanto productiva como financiera) en las economías de los países emergentes, hacia sus propias arcas. Enfriar «afuera» para atesorar allá «adentro» y contar con liquidez suficiente como para poder asumir el saldo negativo se su propia balanza comercial y su correspondiente, abultada y creciente deuda externa.
En el nuevo escenario global, el sector que representa Trump intenta impulsar una re-organización mundial de tipo internacional. Es decir, de relaciones bilaterales entre países.
La nación norteamericana intenta recuperar su posición estratégica en ese concierto inter-nacional en el que pesa su condición de ser la única imprenta de dólares mundo. Y el modo de hacerlo es desgastar las condiciones de gobernabilidad (y su correlato de seguridad jurídica y de reglas claras para la inversión) en el collar de países del G-20: los emergentes mercados del multipolarismo.
América latina, aun en los países donde el «populismo» de la década pasada fue reemplazado por coaliciones llamadas «neoliberales», ofrece una clara muestra de esta situación. Ninguno de los gobiernos actuales del continente están pudiendo ejecutar su plan sin conflictos sociales.
Esas disputas inter-capitalistas, que se dan en simultáneo en todo el globo, son la condición que hace posible convertir la protesta en lucha: del desencanto popular defensivo hacia la conquista de nuevas condiciones de poder.
Ya no se trata solamente de regular las políticas públicas y restablecer precios accesibles para todas las cosas: servicios básicos, alimentos, ropa, etc, sino de construir un escenario en el que todo deba y pueda ser puesto en discusión nuevamente.

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