DEMOCRACIA DE MENTIRA

Por Mario de Casas

Desde la campaña electoral de 2015 la mentira sistemática fue un arma del entonces candidato Macri que se reveló tan eficaz que luego la instituyó hasta convertirla en una constante de su gobierno.

Desde la campaña electoral de 2015 la mentira sistemática fue un arma del entonces candidato Macri que se reveló eficaz, tan eficaz que luego la instituyó hasta convertirla en una constante de su gobierno, al extremo de que cada uno de los miembros del gabinete de ministros la practica a diario.

¡No tengas vergüenza de preguntar, compañero!

¡No te dejes convencer!

¡Compruébalo tú mismo!

El que no sabe por cuenta propia,

no sabe.

Controla tú la cuenta,

que la tienes que pagar.

Apunta con tu dedo sobre cada tema

y pregunta: «¿qué es esto?»

¡Tú tienes que gobernar!

Bertolt Brecht

En este contexto, llama la atención que la fiscal de la patria, denunciadora serial y devota de Hannah Arendt no haya dicho una palabra al respecto. En efecto, la Dra. Carrió ha guardado un ruidoso silencio que induce a pensar que no ha tenido tiempo para hacerse la pregunta ¿es compatible la democracia liberal con la destrucción de lo que Hannah Arendt denominaba “modestas verdades de hecho”, cuya respuesta es un contundente “No”?

Pregunta y respuesta serían superfluas si no fuera porque la negación de las verdades de hecho y su sustitución por una “verdad” del régimen es una de las características de los totalitarismos que, no por casualidad, después de suprimir los testimonios suprimían a los testigos: el siglo pasado ofrece numerosas confirmaciones, como cuando primero se borró a Trotsky de las fotografías para después “borrarlo” de la realidad, es decir, asesinarlo. La mentira sistemática, cuyo objetivo es escamotear las “modestas verdades de hecho”, puede alentar otros crímenes.

Es cierto que la mentira como virtud política tiene una larga tradición; pero anterior a la democracia. La mentira como virtud del realismo político consistía en engañar a los enemigos, que la mayoría de las veces eran súbditos. Pero en la democracia liberal ya no hay súbditos, hay ciudadanos soberanos. Por lo tanto, un gobierno que les miente a sus ciudadanos es un gobierno que los priva de su soberanía; esa soberanía que, por medio de un mandato, constituye una fuente insustituible de legitimidad del gobierno.

Así, el macrismo, para enajenar la soberanía nacional se apropia de la soberanía de los ciudadanos.

Aunque podría parecer que estoy yendo muy lejos, no está de más recordar que la acción de sustraer la soberanía de los ciudadanos se llama, técnicamente, golpe de Estado. He aquí un indicio de la gravedad política de cada mentira del gobierno pues implica usurpar el poder de los ciudadanos y tratarlos como enemigos, no como soberanos.

El apego a las “modestas verdades de hecho” debería ser el carácter común e indestructible de toda ciudadanía democrático-liberal: de derecha o de izquierda y, si existe, también de centro. Un desafío ineludible -para el que no cabe excluida/o alguna/o- es lograr que la indignación sea la respuesta automática de cualquier ciudadana/o ante la mentira política.

La oligarquía vernácula, que supo subordinarse al imperialismo inglés, podría haber aprendido lo que afirmaba sin tapujos el orgullo imperial: “rigth or wrong, my country” (acertado o equivocado, -primero- mi país), para expresar su relación con los enemigos. Pero entendió mal, y aplica dentro del país la fórmula antidemocrática -o extrademocrática, para no alimentar discusiones estériles- “true or false, my party” (verdadero o falso, -primero- mi partido).

*Mario de Casas – Ingeniero civil. Diplomado en Economía Política, con Mención en Economía Regional, FLACSO Argentina – UNCuyo.

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