SOBRE INSULTOS Y PALABRAS DE AMOR

Por Angelina Uzín Olleros

Un sector de la denominada “sociedad normal” no deja de escandalizarse ante las malas palabras que encienden las alarmas sobre la maldad del insulto: MMLPQTP hiere algunos oídos que sienten que el poder no debe ser manchado por el uso del lenguaje soez.

Recuerdo un debate en un programa de comienzos de la década de los ’90 en torno al libro de Dalmiro Sáenz, no era por su contenido, ni sobre la trama que se exponía, el título Las boludas resonaba en la moral de las personas bien educadas y políticamente correctas. Dalmiro sin embargo se esforzó en su momento en dirigir la atención sobre su libro aclarando el contenido del mensaje: “En la obra, el poder pertenece a los hombres. Las mujeres, las boludas sometidas, representan a las clases explotadas. La derecha, bajo mil disfraces, ejerce en el mundo su poder. Pero al mismo tiempo es acosada por su propia obra. Entre los débiles explotados existen vigorosas debilidades con nuevas y astutas armas nacidas de la lucha.” [I] Cuánta actualidad en un texto que Sáenz escribió cuando todavía no hablábamos de femicidios ni de violencia de género,  tampoco como una preocupación declarativa;  hoy podemos ver que la violencia real y simbólica se castiga con “fuerza de ley”. Años más tarde el film dirigido por Víctor Dinenzon fue criticado por un contenido de imágenes machistas que, en el argumento original del libro, el autor quiso rechazar enfáticamente.

En aquellos programas cuando publicaron Las boludas, el libro de Ariel Arango también tuvo su repercusión, en Las malas palabras la tesis es que las palabras no son buenas ni malas, el tabú cae sobre ellas para clasificarlas moralmente. Arango sostiene que: “La mala palabra o palabra obscena es así la que viola las reglas de la escena social, la que se sale del libreto consagrado y dice y muestra lo que no debe verse ni escucharse. Por ello, obscenidad y pornografía son palabras que van, a menudo, de la mano. Son voces afines. Pornografía proviene del griego pornographos, que significa literalmente escribir sobre las rameras. O sea, la descripción de la vida de las prostitutas. Y la obscenidad, la sexualidad impúdica, es precisamente el métier de estas mujeres. La obscenidad es por lo tanto el género, y la pornografía una de sus especies. Y este conocimiento, sin duda, es fecundo para nuestra inquisición. Sabemos ahora que las malas palabras son malas porque son obscenas. Y son obscenas porque nombran sin hipocresía, eufemismo, o pudor, lo que no debe mencionarse nunca en público: la sexualidad lujuriosa y veraz.”[II]
Como el mito del eterno retorno de lo mismo un sector de la denominada “sociedad normal” y “gobierno transparente” no deja de escandalizarse ante las malas palabras, enciende en nuevos rostros y voces las alarmas sobre la maldad del insulto: MMLPQTP hiere algunos oídos que sienten que el poder no debe ser manchado por el uso del lenguaje soez. En el denominado “Hit” del verano MMLPQTP la palabra puta es la que más resuena pero, paradojalmente, no quiere insultar a la madre sino al hijo. En otros tiempos ser un hijo natural, extramatrimonial, era el peor de los insultos; busquemos en la extensa filmografía de Hollywood cuántas veces aparece la ofensa al “maldito bastardo”; pero en los últimos años la ley obliga a reconocer a todos los hijos incluso con el auxilio de la ciencia y el Banco de datos genéticos. Hilando fino el padre que se niega a reconocer a su hijo la mayoría de las veces argumenta que no sabe si es hijo de él, por esa razón la madre es una puta y el insulto cobra fuerza.
Arango en otro libro se explaya diciendo “…sabemos ahora de la antigüedad de las putas y de su extensión en todos los pueblos; sabemos también  que  han  soportado  a  menudo los reglamentos y  gabelas   que   les imponía   un  fisco  voraz,  al  que,  no  obstante, supieron ofrecerle generosas donaciones; que muchas llevaban una vida miserable y atendían a sus clientes en chozas tenebrosas pero que otras disfrutaban en la opulencia y los hospedaban en espléndidas mansiones; que frecuentaban desde lo seres más viles hasta los  hombres  más  ilustres; que  ofrecieron  sus   cuerpos  como  modelos  a  los más grandes artistas y su ingenio como estímulo a los más destacados pensadores; que influyeron a veces en la marcha de los gobiernos a través de los políticos que cobijaban en su cama; como sabemos, además, que estas impúdicas mujeres, ¡tuvieron y tienen hijos!, a los que llamamos, con toda propiedad…hijos de puta.”[III]

En la historia de las mujeres y en la historia de las ideas la metáfora del parto marca un antes y un después, hay una historia de progreso moral y una historia de inmoralidad; las mujeres han parido hijos como la historia revoluciones, pero también las mujeres y la historia parieron hijos de puta. Sin embargo podemos invertir el sentido y convertirlo en palabras de amor, por ejemplo: ésta canción, ésta movilización, éste festejo es “de puta madre”… como dicen los españoles. La puta madre invierte el insulto y lo transforma en elogio, otra paradoja del lenguaje y de la realidad. Es de puta madre es palabra de amor.

Ahora bien, desde sectores que se expresan básicamente por redes sociales (no en la calle o en las marchas o en las canchas de fútbol, o en los teatros) el verdadero insulto a la madre del “hijo de puta” MMLPQTP no es decir que ella es una puta sino afirmar que la madre es en realidad una parte de la oligarquía argentina que desde antaño gobierna para los ricos y a los pobres los observa con piadosa caridad. La obscenidad es política, económica, una pornografía cultural de despojo ancestral e injusticia social.

*Angelina Uzín Olleros
Dra en Ciencias Sociales . Máster en Filosofía. Docente en UADER y UNR. Escritora.

@AngelinaUzinO

angelinauzinolleros.com


Referencias


(I) Página 12. Entrevista a Dalmiro Sáenz sobre su libro Las boludas. 18/3/2006.

“Las mujeres tienen el permiso para mostrar su parte débil.”

(II) Arango, Ariel. Las malas palabras.

(III) Arango, Ariel. La madre voluptuosa.

http://lateclaenerevista.com/2018/03/31/insultos-palabras-amor-angelina-uzin-olleros/

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