EL HÉROE MISIONERO OLVIDADO

Por Ruben Emilio Garcia

El 11 de abril de 1652 muere en Lima Antonio Ruiz de Montoya, el gran héroe misionero olvidado.

Él ideó la organización en 1612 del gran éxodo guaraní, allende las cataratas del Iguazú ante el avance esclavizador de los Bandeirantes. Salieron del Guaira doce mil originarios de su tierra ancestral en busca de otra tierra sin mal en canoas por el gran río Paraná. De aquellos fugitivos solamente pervivieron cuatro mil hermanos para refundar el pueblo de San Ignacio a orillas del Yabebiry, baluarte de los treinta pueblos de la Nación Misionera. Y fue él, en forma personal, que convenció al Rey Español y a la curia romana que debían permitir armar bélicamente a los misioneros para defender en 1641 la invasión negrera por el río Uruguay. La genial estrategia dispuesta en Mbororé, hiciera que los misioneros vencieran en esa batalla anfibia, pues se luchó en la tierra y en el agua, y liberaron para siempre a la región del peligro y apetito voraz del imperio lusitano.

Una carta del Padre Ruiz de Montoya, relata lo acontecido ante el monarca español:

Madrid, 16 de abril de 1640. Año del Señor.


Queridos hermanos en la fe

Desde que salí de mi querido Loreto el 23 de Marzo de 1637 hacia la Madre España os debo decir que he cumplido con el objetivo que me he propuesto. Para ello hube de hacer un largo periplo viajando primero a Buenos Aires y luego al Brasil donde permanecía por varios meses acompañado por el Padre Francisco Díaz Taño. Recién después de diez y ocho meses de mi partida, el 23 de septiembre de 1638 fui recibido en la Corte del Rey

Lo primero que contara a su Majestad fue toda la relación de los males y crueldades ocasionados por la marea esclavizante de los bandeirantes, ya por él conocidas mediante cartas enviadas anteriormente. Sin embargo, lo que más alertó a su sensibilidad fue cuando le expliqué que portugueses y holandeses querían quitarle la mejor pieza de su corona real: el Perú. Es razonable mi Majestad Real -le dije-; si ellos llegan a conquistar nuestras tierras pasando por el Río Uruguay no habrá fuerza alguna capaz de detener la marcha bandeirante hacia el Potosí. Así, como comprendiera el terrible peligro ordenó por Cédula Real que se permitiese armar a nuestros hermanos aborígenes y organizar la defensa, previo visto bueno del Virrey. A este respecto, espero que ya hayan recibido el armamento necesario, pues con esos pertrechos sé que van a vencer y Dios los acompañará.

Con esto último hermanos míos me despido. Deseo estar pronto con ustedes en mi querido Loreto. Extraño a mí pueblo tanto como a vosotros. Si Dios quiere, tiempo más, regresaré después de vuestra gran victoria contra los bandeirantes.

Os abrazo y les envío mi bendición.

Padre Antonio Ruiz.

 

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