Por Nicolás Trotta
El ex presidente de Ecuador dice que no imaginaba la vuelta en el aire de Lenin Moreno, el presidente que lo sucedió. En diálogo con el rector de la UMET repasa sus propios errores y señala qué cosas fueron un acierto. Y afirma estar triste por los jueces que se inclinan ante el poder económico.
Llegó a Aeroparque el jueves a la noche y confesó: “En tres días tengo una agenda de tres semanas”. Rafael Correa, presidente de Ecuador entre 2007 y 2017, empezó su visita a la Argentina después de compartir una reunión con Dilma Rousseff y Lula en el límite entre Uruguay y Brasil. Los vio para apoyar la candidatura del presidente tornero que lucha por su derecho a competir en octubre.
Horas antes de recibir su Doctorado Honoris Causa número 18 en la Universidad Metropolitana para la Educación y Trabajo y realizar su conferencia magistral, Correa visitó el Centro Cultural Caras y Caretas y accedió a una entrevista que fue filmada para la segunda temporada del ciclo de televisión Latinoamérica Piensa.
Radicado en Bélgica pero viajero frecuente a Ecuador y al resto de América Latina, Correa dijo que se sentía “decepcionado e indignado” por el presente de la Argentina. “Pero también siento esperanza”, dijo. “Esperanza de que las cosas pronto cambiarán”.
–¿Qué surgió de la reunión de estos últimos días con Lula y con Dilma?
–Estamos ante el lobo feroz. Ésa es la nueva estrategia de estos tipos para tratar de neutralizar a los dirigentes de izquierda: judicializan la política. Para eso necesitas un Poder Judicial sometido, el Partido Judicial. Fue una gran tristeza. Yo creía que había dejado el país más institucionalizado. Los jueces se elegían por concurso de merecimiento, público, transparente. Invertimos en infraestructura y en tecnología. Reformamos códigos y procedimientos. Terminamos con el millón de causas congestionadas.
Creí que los jueces iban a aguantar un poquito más la presión política, la presión mediática, pero se han derrumbado como castillo de naipes. Hay jueces muy obsecuentes, por ejemplo los del caso (del enjuiciado vicepresidente Jorge) Glas. Durante nuestro gobierno los jueces fueron independientes. Yo ni los conocía. Solo al presidente de la Corte Nacional por cuestiones protocolares. A la actual presidenta que lo reemplazó ni la conozco y también fue designada en mi período. Le dijeron a la gente que puse a todos los jueces cuando la verdad es que surgían de concursos por merecimiento y por su propio mérito. Después se sometieron al poder de turno. Lo mismo le pasó a Lula.
–Las elites económicas cooptan instituciones de la democracia.
–¿Cuánto falta para eso?
–Falta bastante. Avanzamos mucho pero es mucho más lo que falta por andar. Pero todo nace. Entendamos que el desarrollo no es un problema técnico en primer lugar. Eso viene después. Es un problema político. Las carreteras que tú ves en Ecuador para los pueblitos olvidados, las extraordinarias escuelas para los más pobres, los hospitales espectaculares para los ciudadanos, fueron consecuencia de algo. Por fin hubo un poder popular en función de las grandes mayorías y no de las élites. Bueno, el poder ha vuelto a las élites. No pueden enrollar las carreteras y llevárselas o llevarse los hospitales en peso, pero van a dejar de hacer hospitales y van hacer más clínicas privadas. Hay que captar ese poder político para convertir nuestros Estados aparentes en Estados verdaderamente integrales y populares, para las mayorías y sobre todo para los más pobres.
–América Latina en los últimos años sufrió retrocesos: el golpe contra Fernando Lugo, el golpe contra Dilma Rousseff, la derrota electoral del Frente para la Victoria en la Argentina. En Ecuador las elecciones marcaron una continuidad del rumbo. ¿Por qué después la victoria terminó en una crisis?
–Traición. Tan viejo como la humanidad. Michel Temer es un niño de pecho al lado de Lenin Moreno, porque Temer no era del Partido de los Trabajadores. Él estuvo 10 años con nosotros. Le ha salido todo el rencor, toda la amargura que ha tenido escondida. Y la hipocresía. Hace diez meses decía que yo era el mejor presidente de la historia, el mejor gobierno del planeta, el mejor ecuatoriano de todos los tiempos. Ahora soy el corrupto, el dictador y el mafioso.
–¿Hay explicación de por qué no lo dijo antes?
–Ellos saben que están mintiendo. Es muy triste. Nosotros ganamos todo. Ganamos la Presidencia y la mayoría en la Asamblea. No ganamos por este tipo sino por los 10 años de Revolución Ciudadana. Y ahora se han unido a lo peor de la política ecuatoriana con la complicidad de los medios de comunicación. Pero no podrán engañar a todos todo el tiempo. Sólo es cuestión de tiempo. Mientras tanto hay que ver cuánto daño hacen, porque están persiguiendo a la gente con las peores herramientas de la política.
–¿Era imaginable?
–No, y tal vez pequé de ingenuo o de vanidoso. Porque uno piensa que con todo lo que hemos hecho los procesos son irreversibles. Además estaba el reconocimiento de la gente. Salí del gobierno con el 67 por ciento de apoyo popular. No soy proclive a creer los halagos. Cuando alguien me halaga demasiado siempre pongo distancia. Pero tampoco había elementos para sospechar aunque hubo gente que me decía: “Éste es un traidor”. Sabíamos que no tenía convicciones, sabíamos que no era un tipo de izquierda. Lenin nos dijo que era de derecha. Pero también sabíamos que los procesos estaban en marcha. Pensábamos que si continuaban nuestros equipos iban a mantener la misma dirección de conducción del Estado y que era bueno tener un tipo de centro o centro derecha que apaciguara un poco las cosas. Porque tuve mucha confrontación durante diez años. Lo cual tampoco es un error, que se entienda. Si quieres cambiar realidades tan injustas como la latinoamericana no puedes contentar a todo el mundo. Alguien te va a odiar.
–La política es conflicto y el conflicto hay que armonizarlo mediante la democracia y las instituciones, ¿no es cierto?
–La política del consenso es la posición más conservadora que existe. Asume que están los acuerdos dados, lo cual no es cierto. Dicen: “antes había paz”. No había paz, había pacificación. El trabajador no tenía estabilidad y debía dejarse explotar. Su libertad era dejarse explotar o ir al desempleo. No es que tenía paz, estaba pacificado. La verdadera paz se fundamenta en la justicia. ¡Que me digan que Abraham Lincoln podía eliminar la esclavitud sin poner bravos a los esclavistas! No seamos ingenuos. Los nuestros fueron 10 años de lucha. Era necesario que viniera alguien a apaciguar un poco pero nunca imaginamos que un compañero confrontaría y destruiría de esta manera. O sea: el enemigo para este tipo soy yo. Se va a hundir. Las decisiones que está tomando son horribles. Parece que está gobernando para los próximos tres meses. Pero parece también que es patológico, que lo único que quiere es hundirnos a nosotros con él. Con eso está satisfecho.
–No, yo creo que lo primero. Más que el ataque permanente de la prensa. Modestia aparte, si hubiera si yo el candidato ganábamos en una sola vuelta. Nos quedamos a 0,4 por ciento de ganar en primera vuelta. Pero básicamente miremos el cambio de ciclo de 2014. Hay cosas curiosas. Los medios de comunicación allá han perdido toda credibilidad pero cuando cambia el ciclo, cuando la gente ve que vende menos en su tienda, que no encuentra trabajo, busca explicaciones. Y en esa etapa de incertidumbre recuperan credibilidad los medios porque la gente quiere creer en algo. “Quiero que me expliquen esto”, piden. Y después de la explicación piensan: “Ah, el culpable ha sido el gobierno.” Entonces buscan “soluciones” sin darse cuenta de que están siendo manipulados. Obviamente hay cambio de ciclo y hay un desgaste de 10 años de gobierno, por exitoso que sea. Nos hacían pagar un enorme costo por cada decisión. También esa nueva derecha que surgió de 2014, que yo la llamé la Restauración Conservadora, era una derecha diferente. Ya superado el aturdimiento en la que la habían dejado 12 años de derrota. Ya tenía discurso y estaba articulada nacional e internacionalmente. Contaba con recursos ilimitados y la complicidad de los medios de comunicación. Manejaron “muy bien” (con falta de escrúpulos todo puede parecer “muy bien”) los casos de corrupción. Nos trataron de robar lo más valioso que tiene un revolucionario que es su moral, su integridad moral. Y bueno, esas fueron las condiciones con las que fuimos a las elecciones. Además la campaña fue muy mala y el candidato también muy malo. Probablemente tengas razón en algo: que somos víctimas de nuestro propio éxito. Sobre todo los gobiernos progresistas. Del 2002 al 2014 en nuestra región 92 millones de personas salieron de la pobreza. Esas personas hoy son parte de la clase media. Y tal vez el discurso de izquierda –de justicia social, de eliminación de la pobreza– ya no es para ellos. Ellos están apuntando a otro lado. Eso lo expresan más fácil los cantos de sirena de la derecha, sus medios de comunicación, que les ofrecen un estilo de vida como el de Nueva York. Probablemente ahí tenemos que hacer una relectura de la realidad.
–La izquierda siempre ha luchado contra el sistema, a contracorriente. Tendríamos que preguntarnos si estamos luchando frente a la misma naturaleza humana. Sales de la pobreza y entonces el resto ya es la chusma, como doña Florinda, y te unes a la gente de bien, es decir, los ricos.
–Se está perdiendo eso por culpa del gobierno y de los medios de comunicación, que claramente juegan un rol político y económico. Son los perros guardianes del status quo. Cuando tú tienes un gobierno de derecha como el que nos metió en la crisis de 1999, con quiebra bancaria y saqueos, no dicen nada. Cuando tienes un gobierno de izquierda, que saca a 2 millones de ecuatorianos de la pobreza pero al cual no pueden someter, lanzan un ataque permanente y tratan de deslegitimar tu discurso. Todo lo público pasa a ser malo. El Estado es malo y los impuestos son malos. Hay gente que compra ese discurso, sobre todo en las clases medias urbanas. Y la política es más percepción que realidad. Por ejemplo, tú sabes que los impuestos latinoamericanos son bajos, y Ecuador está por debajo de la media en Latinoamérica. Pero todos los días decían: “Qué altos impuestos”. Nos acusaban de venderle el país a China. Mentiras.
–A veces los grandes medios critican por izquierdistas a gobiernos que buscan implementar en nuestros países marcos regulatorios más tibios que los de Europa o de los Estados Unidos.
–Exacto. Cobrar impuestos en Ecuador y Latinoamérica es subversivo. Como decía el obispo brasileño Hélder Câmara: “Si le doy de comer a los pobres, me dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre y están tan mal, me dicen que soy un comunista”. Ellos creen en esa cosa de asistencialismo, de migaja, y no quieren solucionar cuestiones estructurales de la miseria y la pobreza porque se han beneficiado de ese sistema.
–Pese a los momentos de fuerte consolidación que tuvo el gobierno de la Revolución Ciudadana, no salieron de la dolarización. ¿Por qué?
Es como un barril sin fondo. Las divisas que entran por la exportación petrolera se van por las importaciones más absurdas. Pero no quiere pelearse el nuevo presidente, quiere contentar a todo el mundo, y le puede reventar la economía. Obviamente están preparando el escenario para echarme la culpa a mí. Y no. Es culpa de su inutilidad, de su mediocridad y de su deslealtad. En todo caso se requiere la tarea central: el tipo de cambio es el principal instrumento regulador del sector externo. Yo acabé en el 2016 con el 64 por ciento de las exportaciones finales de 2014. Y en lugar de que se depreciara la moneda, porque no tengo moneda nacional, el dólar se me apreció. Eso tritura la economía. Sin embargo enfrentamos los problemas muy bien, superamos las dificultades en tiempo récord, con un mínimo costo y, sobre todo, con el costo sobre los más ricos y no sobre los más pobres. No nos aumentó ni pobreza ni desigualdad.
–Una moneda regional en su momento también hubiera sido una de las salidas.
–La Patria Grande ya no es sólo un sueño de nuestros libertadores. Es una necesidad de supervivencia. Separados, será el capital transnacional el que nos ponga las condiciones. Unidos podemos, por ejemplo, poner salarios mínimos regionales y acordar sistemas tributarios homogéneos, para que las transnacionales y el capital transnacional no se lleven el sudor de nuestros trabajadores cuando nos ponen a competir a ver quién baja más los salarios reales. O no se lleven nuestros recursos disminuyendo impuestos para ver si me hacen la caridad de invertir aquí. Lastimosamente, en estos tiempos que estamos viviendo hay un claro boicot hacia la integración, porque la integración iba más allá del simplismo neoliberal de tener tan solo un mercado común. Acá se trata de apuntar a un proyecto común, un proyecto regional, coordinar políticas, coordinar recursos. El Fondo Monetario del Sur, el Banco de Desarrollo del Sur.
Por eso ahora no tenemos ni siquiera secretario general. Es mejor la regla de la mayoría, o de la mayoría calificada, y sólo en caso de decisiones extremas la regla del consenso. Yo era medio nuevo, sin mucha experiencia como presidente. Me invitan a un desayuno Hugo Chávez, Lula y Evo Morales y me convencen de firmar con la promesa de que ellos iban a hacer que se cambiaran las cosas. Pero eso implicaba nuevamente tediosos procesos legislativos y no se dio.
–Celso Amorim suele decir que en una década se hicieron cosas que parecía imposible lograr en materia de integración. Pero pese a los vínculos entre los gobiernos y al afecto entre presidentes y presidentas, ¿por qué no se logró avanzar más en esa institucionalidad?
Tenemos que abrirla nosotros con organización popular, con movilización, con resistencia, con convicción. Y también con esperanza y alegría. Dejémosles la amargura a la derecha, a la codicia, a los que buscan solo el Dios dinero. Nosotros buscamos servir.