Por Gustavo Veiga
Reuniones, más reuniones, siempre reuniones. El fútbol es el eje motivacional del presidente Mauricio Macri, su patio trasero. Ayer repitió su enésimo contacto social con un representante de ese deporte.
Claudio “Chiqui” Tapia, el hombre que conduce la AFA. No importa tanto lo que trataron, si no lo que trasciende al encuentro. Incluso, lo que puede colegirse de otras tertulias semejantes en la Casa Rosada, la Quinta de Olivos y hasta la Bombonera. Sus interlocutores suelen ser del mundo empresario, del fútbol y por supuesto de la política. Los primeros integran su gobierno, a Riquelme, Tévez y Sampaoli los recibió por diferentes razones y en distintos momentos. A Hollande, el primer ministro francés, lo invitó a sentir la cancha de Boca.
Con Tapia conversaron sobre la llamada Casa de Argentina en Rusia y el Mundial 2030 que el país aspira a organizar junto a Uruguay y Paraguay. El secretario general de la Presidencia, Fernando De Andreis, amplió detalles obvios de la reunión un rato después. “Al presidente le preocupa la Selección porque a él le apasiona el fútbol”, declaró. Hasta comentaron los partidos amistosos previos a la Copa del Mundo que jugará el equipo.
Pero lo que más sorprendió de sus frases citadas por Télam fue que dijera cómo se promocionará la triple candidatura al Mundial del ’30 desde “la casa que pondrá a disposición la Conmebol, los gastos van a correr por cuenta de la Conmebol”.
Macri parece seguir más de cerca el fútbol en su tránsito hacia las Sociedades Anónimas Deportivas que la propia economía y sus metas de inflación. Si de la pelota se trata, se siente un predestinado. Porque ese ambiente es el único en el que consiguió éxitos demostrables, gracias a Carlos Bianchi y sus jugadores. El los eligió, como a sus funcionarios. Pero tuvo el tupé de decir que el fútbol es más difícil que gobernar. ¿Será por eso que nos va cómo nos va? ¿Controlar la tesorería de Boca o perder un campeonato es más insufrible que manejar el Ministerio de Economía?
Macri quizá no quiera permitirse el anuncio de otro fracaso. La lluvia de inversiones que presagió ni siquiera alcanzó a ser llovizna. Tal vez presuma que el fútbol pueda ser un motor para la economía. Pero ahora no están en discusión un título local o la Copa Libertadores. Se trata de vidas en juego, de millones de argentinos que la están pasando muy mal.
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