EL PAYÉ (Augur y sanación en tiempos modernos)



Por Rubén Emilio García

El payé es parte de una creencia ancestral y pagana que los padres jesuitas nunca lograron desterrar entre los guaraníes, ya que a través de los años seguían practicando en forma clandestina.

En las tribus, el Chamán, “hombre que sabe”, actuaba como el curandero y brujo que podía obrar entre el bien y el mal, anticipar acontecimientos, interpretar a los dioses, comunicarse con añá, el diablo, e influir en el tiempo concediendo bonanzas o males de maldad absoluta.

El aborigen sincretizó el payé como un amuleto con poder sobrenatural que da suerte y éxito a quienes lo poseen. Podía ser confeccionado con todo tipo de materiales: pedacitos de madera, pieles y huesos de animales, uñas o plumas de aves, como la del caburé la más preciada. Con el tiempo, y tras la catequización, los indios cambiaron estos talismanes por el Santo Rosario que llevaban colgado del cuello.

Ya en época moderna pleno siglo XXl, el seleccionado nacional de fútbol desde hacía rato que no podía hacer goles de jugadas, muchos creyentes en brujerías adjudicaron al encantamiento o magia negra de algún hechicero de enjundia que los volvió pataduras. Por tal motivo se llevaron a Ecuador a nuestro criollo y prestigioso Brujo Manuel con el objetivo de revertir las energías negativas. En ese partido jugado en la insoportable altura de Quito, (si el conjunto perdía quedaba eliminado de participar al mundial de Rusia) este chamán moderno fue al estadio, recorrió la cancha y conjuró de tal manera el maleficio de nuestro seleccionado, que al final se impuso por 3 a 1 pese a ir perdiendo desde el minuto uno, revertido el resultado debido a ocurrencias geniales de Messi, que ubicó la de cuero por tres veces en el arco contrario. ¿Fue hechizo, casualidad o sortilegio del botín de la Pulga?

El brujo Manuel tiene su consultorio cerca de la ciudad de La Plata, no cobra las consultas y tiene estampadas en las paredes las imágenes de la Virgen Desatanudos, San Nicolás, Ceferino Namuncurá y San Jorge. Hasta allí peregrinan decenas de personas como en época catequista, en busca de sanación para sus dolencias físicas, espirituales y mal de los bolsillos.

Al respecto, en el libro de Alfredo Poenitz: “Mestizo del Litoral”, que todo misionero debe leer, refería un acontecimiento agorero que ocurriera pocos años antes de la batalla genocida de Caibaté (10 de enero de 1756) que marcara el principio del fin de la Nación Jesuita y Guaraní, hecho que se concretó nefastamente en 1767 con la expulsión de la Compañía de Jesús. En él refería que una vieja india del pueblo de La Cruz, relataba un sueño que repetía constantemente. La muletilla giraba en torno a gravísimos momentos que ocurrirían en las Misiones, anunciando muerte, destrucción y despoblamiento en sus 30 pueblos, que al final ocurrió. Su sueño fue descrito en un papel y distribuido entre las comunidades provocando consternación entre los habitantes. Este escrito revela el sincretismo religioso del pueblo guaraní, pues se trataba de una india devota que confesaba, comulgaba y cumplía con los preceptos del catolicismo. Pero también creía en la religiosidad de sus ancestros en premoniciones, sueños y augures que se harían realidad.

Ese papel premonitorio de la vieja india se encuentra bien resguardado en el Archivo General de Simancas, ubicado en un castillo de Valladolid, España.

En cuanto a nosotros pobres mortales ¿Puede darse crédito a los augures y sanación de los santones? Tal vez la respuesta encierre cuestión de fe: se cree o no, o se duda. Hecho que sucedió con un político ateo del siglo pasado, en su lecho de muerte pidió un cura, por si acaso…

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