LA NIÑA Y EL CHARCO

Por Claudia Fernández Chaparro

Sería injusto decir que “esto antes no pasaba” como vi en algunas redes sociales, porque esta no sería la centralidad de la cuestión. La imagen de una niña de la comunidad mbyá guaraní en una plaza de Misiones, tomando agua de forma anormal, y digo anormal porque no es una forma “humana”, es atroz.

Ahí no hay vaso, no hay mesa, no hay familia, no hay tele, ni agua potable, ni juguetes que la rodeen. La niña toma agua en el piso y de un charco, como haría instintivamente un animalito.

Esa imagen, dicen, está dando vuelta el “mundo”. ¿Será el “primer mundo?” Supongo que muchos estarán avergonzados, ya que cada vez que se imaginan en ese sobrevaluado primer mundo quieren que nos vean como triunfantes y ganadores. Nunca esto, porque esto es lo que no queremos ver, es lo que criticamos. Porque esa niña pertenece a un sector social que está reclamando algo que muchos creen injusto.

Esto es como ir al psicólogo. Lo tenés todo el tiempo delante de tus narices, pero un día alguien te dice o muestra algo, y ése algo te rompe la cabeza. Un persona le sacó una foto a ese momento, los editores de muchos medios no dudaron, la publicaron. ¿Está bien? Bueno, no se le ve la cara, pero seguramente sería fácil identificarla.

Estaríamos frente a un dilema similar que tuvo el fotógrafo Kevin Carter cuando retrató a un niño desnutrido acechado por un buitre, que le valió un Pulitzer en 1994 y muchas críticas, pero que desnudó la hambruna y la conflictividad social en el desierto de Sahara en Sudán. Sería muy hipócrita pensar en este punto, en sus derechos vulnerados, cuando todos lo están. Y quienes pensamos en más y mejores formas del abordaje mediático nos preguntamos si no hay mal que por bien no venga.

Porque, al parecer, muchas personas que vieron la foto y se conmovieron, ahora les llevan agua y comida a este grupo de gente que acampa en una plaza argentina allá en Misiones, donde es más fácil vender sus artesanías a mejor precio y que es el único sustento de las más de 6000 personas que integran la comunidad.

Esa imagen nos devuelve a una sociedad que estuvo y es indiferente. No puede pasar esto, no puede bajo ningún concepto. Y esto no compete a un partido o a una ideología. Esto compete a la humanidad. Tenemos la obligación moral y espiritual de devolverle a esa niña su infancia, sus derechos. Y hasta tanto esto no pase no podemos seguir con otras cosas, porque hay una niña tomando agua de un charco en la vereda. Y eso, está muy alejado de la condición humana.

* Claudia Fernández Chaparro

Especialista en infancia

 

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