UN ZOMBIE PELIGROSO

Por Eric Nepomuceno

La verdad es que no hubo sorpresa. Hábil zorro acostumbrado a operar en pasillos mal iluminados y rincones discretos, eficiente en las negociaciones obscuras aunque realizadas a la luz del día, Michel Temer supo comandar sus hombres de confianza –todos con elevada práctica en negociados intrincados– y literalmente comprar los votos necesarios para no ser catapultado del sillón presidencial donde lo instalaron los artificies y ejecutores del golpe institucional que destituyó a la presidenta electa Dilma Rousseff hace poco más de un año.

Entre liberación de recursos destinados a asegurar votos favorables e iniciativas destinadas a beneficiar generosamente sectores empresariales bien representados por miembros de la Cámara de Diputados, se calcula que el precio de mantener Temer y sus dos compinches principales en libertad (los otros tres están en la cárcel) llega a estratosféricos 32 mil millones de reales. O sea, unos diez mil millones de dólares, la mayor parte en perdón de multas y deudas, además de cambios en la legislación, para proteger intereses de grupos poderosos.

Fueron 251 votos para impedir que Temer, el secretario-general de la presidencia Moreira Franco y su jefe de Gabinete, Eliseu Padilha, sean investigados criminalmente, frente a 233 votos contrarios, dos abstenciones y 25 ausencias. Hay que recordar que en la denuncia anterior, votada en la misma Cámara hace poco más de dos meses e igualmente a un precio amazónico (asegurar los votos favorables en aquella ocasión costó a las arcas públicas poco más de cuatro mil millones de dólares), 263 diputados votaron por archivar la denuncia.

Es decir, entre una y otra votación Temer perdió doce votos. Y más: dejó de alcanzar la mayoría necesaria para aprobar proyectos de ley, que exige los votos de 257 diputados. Para enmiendas constitucionales son necesarios 308. O sea, algo prácticamente imposible a las puertas de 2018, año electoral, especialmente en lo que se refiere a enmiendas que perjudicarán derechos conquistados o dañarán a los trabajadores, como es el caso de la reforma defendida por Temer y su bando en el sistema de pensiones y jubilaciones.

En enero de 2019, cuando ya no cuenten con los beneficios de los foros especiales, Temer y sus dos cómplices enfrentarán a la justicia de primera instancia. Entonces, ya no podrán disponer de fondos públicos para intentar, como es de su estilo, comprar votos de los jurados. El problema es qué harán mientras permanecen en sus bien guardadas trincheras. Zafaron pero perdieron fuerza en la Cámara de Diputados, cuyos integrantes más voraces podrán imponerse sobre las pautas del poder ejecutivo. Varias medidas impopulares o francamente perjudiciales a la población están a punto de ser enviadas a votación en el Congreso.

Una de ellas es la subasta de la Eletrobras, pasando un sector estratégico – la producción de energía eléctrica – a menos privadas. Igualmente están a punto de ser llevadas al ruedo medidas que alteran la contribución obligatoria de los funcionarios públicos al fondo de pensiones y jubilaciones, y un proyecto de ley que cambia drástica y perversamente los seguros de salud –las pre pagas– de quien cumple 60 años, llevando los precios a las nubes.

¿Cuál será el costo para aprobarlas?
¿Debilitado y sin contar de antemano con la mayoría necesaria, quien impondrá la pauta de reformas, el gobierno o el Congreso?  Michel Temer cuenta con la aprobación de 3% de los brasileños. Es el presidente más impopular del mundo, y no se trata de opinión de opositores o de la izquierda apeada del poder: está en un estudio del grupo Eurasia, de análisis política, que trabaja junto a los mayores fondos de inversión del planeta. Acusado de corrupción pasiva, formación de bando criminal y de obstrucción de la justicia, el brasileño supera, a confortable distancia, a otros mandatarios discutidos, como el sudafricano Jacob Zuma, o que presiden países turbulentos, como el venezolano Nicolás Maduro.

Queda claro que aunque la economía mejore y se recupere parte substantiva de los casi 14 millones de puestos que fueron cerrados desde 2015, ningún candidato a nada –Cámara, Senado, gobernador provincial y mucho menos presidente– aceptará su respaldo en las elecciones del año que viene. A menos, claro, que pretenda arduamente ser derrotado.

El PSDB, partido de Aecio Neves, que perdió las elecciones para Dilma Rousseff en 2014 y al día siguiente empezó, con el beneplácito de sus pares, a armar el golpe deflagrado en 2016, y hasta hace poco principal aliado y sostén de Temer en el Congreso, está literalmente dividido en dos.

Mientras persiste la cisión entre los que defienden la salida el gobierno y los que se aferran a sus puestos, cargos y presupuesto, sin que se llegue a conclusión alguna, su imagen se erosiona a velocidad impresionante junto al electorado. Temer ganó, pero perdió. A partir de ahora será un presidente insignificante, que tendrá que responder a otras denuncias en curso.

Lo que hizo desde que lo pusieron en la presidencia perverso. El suyo es un gobierno dispuesto a llevar a cabo iniciativas que destrozan el interés nacional. Sin estatura moral, política o intelectual para el cargo, cabecilla de un bando de corruptos insaciables, ya no es necesario.

Lo preservan porque no hay pieza de repuesto. Será un zombie pomposo, ridículamente solemne, pero un zombie destructor.

https://www.pagina12.com.ar/71916-un-zombie-peligroso

Enlace permanente a este artículo: http://ellibertadorenlinea.com.ar/2017/10/30/un-zombie-peligroso/