ELLOS LA GRIETA. NOSOTROS LA UNIDAD


por Alejandro Mosquera

Las elites conservadoras y restauradoras están redefiniendo la democracia. Hay en marcha un proceso de transformación cultural que incluye el lugar y formas de la política, pero sobre todo contiene la percepción de la sociedad sobre las relaciones sociales, entre grupos y clases sociales. Se agrede el valor de lo colectivo, sea esta la memoria, la patria, el reconocimiento del otro como uno mismo, por el éxito individual distante o contradictorio con el del conjunto.

En paralelo la democracia se reduce, se achica. A la falta de vigencia de un estado de derecho pleno, por la represión, la desaparición forzada de Santiago Maldonado, se agregan el asalto al poder judicial para terminar de disciplinarlo, la modificación de leyes y decretos para facilitar la concentración del capital y de las ganancias en los grandes grupos, las proclamas para que no se vote “tanto”, y sobre todo la implantación de una discurso único a golpe de pauta publicitaria, de censura y autocensura.

Sin embargo ese magma ideológico de la derecha ha generado la esperanza de un país con reglas, orden, y posibilidad de proyección. A pesar de que los economistas del establishment o los nacional populares se esfuerzan en poner en el centro de las disputas por la conciencia y voluntad de los electores la cuestión económica, la batalla por el sentido de las cosas, los valores, la cultura, la “normalidad” cotidiana en el país, y sobre todo la esperanza que es posible otro país, más justo e igualitario, son cruciales en la posibilidad de cuestionar la hegemonía de la derecha, y sobre todo construir una nueva mayoría que logre derrotar al oficialismo y cambiar el rumbo del país.

La grieta, que no es lo mismo que una polarización electoral, es una estrategia del poder y la derecha para lograr la legitimidad en términos democráticos. Y el salvajismo de algunos comunicadores en defender cualquier política del macrismo y de demonizar al populismo, al peronismo, a CFK, intenta sostener esa fisura en el cuerpo social, utilizando ello para fidelizar al campo propio y dividir al ajeno. Tan simple como ello, tan difícil de no caer en esa trampa y en ser actor funcional de esa estrategia de dominación.

Las elecciones de octubre parecen haber mostrado todas las cartas, con una paridad que se sostiene, aunque los medios hegemónicos estén en una campaña desenfrenada para mostrar el crecimiento y triunfo por cuatro puntos de Bullrich a CFK, y con un país donde el oficialismo logró avances sostenidos, pero el pan peronismo y el kirchnerismo conservan un enorme poder territorial y de consensos populares.  El gobierno y los medios hegemónicos ya están preparados (o mejor dicho ya lo hacen) para disputar el sentido del resultado de la elección, es decir: el gobierno fue legitimado para llevar adelante transformaciones más estructurales necesarias para salir de la meseta económica y del riesgo del retorno del populismo. Por el lado de la oposición en especial del kirchnerismo y la izquierda, el resultado donde entre 6 y 7 personas de cada 10 votó diferente o directamente en contra del gobierno legítima el derecho a la resistencia al ajuste ya anunciado, a la reforma laboral y del sistema jubilatorio.

La resistencia y la oposición a las medidas neoliberales son parte imprescindible para la construcción de una alternativa política a la derecha. Pero no alcanza, hay que enfrentar su estrategia de dominación y transformación cultural. Es clave superar la grieta, romper las maniobras que empujan a que perdure. La continuidad del proyecto histórico de transformación necesita de una nueva etapa, de una nueva convocatoria a la unidad del pueblo, a la confluencia de sus identidades históricas y modernas. A entender los mensajes complejos que dan tanto los que votan en contra de sus intereses, como de aquellos que votaron propuestas nacionales populares y ahora se han alejado.

La crítica dura y reveladora de las políticas del macrismo son necesarias, sin embargo el transformarse en portadores de malas noticias en los discursos, y sobre todo en las redes,  estimulan el desaliento, agigantan al adversario, desmoralizan a muchos opositores. Se necesita plantear un proyecto de país para todos, donde todos tengan lugar.

Los sectores nacional populares y la izquierda han demostrado tener capacidad crítica de la realidad, de un diagnostico importante, también de poseer la utopía sobre el país y el mundo, la cuestión es que la distancia entre uno y otra (la situación crítica y la utopía) es la construcción del camino, es decir la política, la batalla cultural, el país que proponemos en las condiciones actuales, y es allí donde se prueban las fuerzas políticas y sociales.

Argentina necesita una fuerza que pueda superar la grieta en favor de los intereses de transformación.
A favor de la unidad del pueblo, de una democracia participativa y plebeya que vuelva a cuestionar el poder de las elites conservadoras que no le perdonan al populismo haberlas desplazadas del lugar que sienten que es propio por derecho natural.

La nueva oleada popular no es un hecho de la naturaleza, o efecto de un péndulo que transitan los pueblos y el país, depende de procesos sociales y políticos, parte de los cuales están ligados a la capacidad de gestar una estrategia de triunfo, de aprender en el presente los rasgos del umbral del que partimos para construir el futuro.

​ – ​


*
Alejandro Mosquera​

​ ​Miembro – ​Junta Ejecutiva del Manifiesto Argentino

 

 

Enlace permanente a este artículo: http://ellibertadorenlinea.com.ar/2017/10/04/ellos-la-grieta-nosotros-la-unidad/