DESAPARICIÓN FORZADA DE SANTIAGO MALDONADO: AQUIESCENCIAS


Por Julián Axat

En la desaparición forzada de Santiago Maldonado se reactualiza en democracia el juego discursivo del poder, que es el miedo que se instala de nuevo y viaja a toda velocidad desde el pasado que aún se juzga, y que entra en tensión con el presente.

 

La desaparición forzada de Santiago Maldonado genera todo tipo de especulaciones por estos días. El hecho desencadena un impacto en todos los órdenes de la vida nacional: en la memoria cívica, en el espacio político institucional, en el derecho, en las palabras y las cosas. Mientras tanto hay una multiplicación de relatos a toda velocidad que conjeturan explicaciones y barajan hipótesis para llenar el vacío ante la ausencia de Santiago.

De este modo, la desaparición forzada gira sobre las palabras que se dicen o no se dicen (se ocultan). El hablar a medias en la reticencia de quienes tienen la responsabilidad y deben anunciar qué pasó y no lo hacen. Nada nuevo para decir o aportar, las pistas se ahogan a la espera de la novedad que no llega. Mientras, los organismos de derechos humanos, junto a la familia en su congoja asumen la interpelación con legitimidad. Y el hermano de Santiago camina como Antígona por los lugares no recorridos, las marchas, los silencios deliberados, poniendo en evidencia la omisión del poder, su aquiescencia.

Aquí nace un punto a develar. Salvando las distancias en torno a lo ocurrido hace pocos años en México con los 43 normalistas, existe un mapa de situación anterior a la desaparición que podría explicar mecanismos de aquiescencia estatal en el lugar y en el ocultamiento posterior. Como bien explica Sergio González Rodríguez, en un gran trabajo (Los 43 de Iguala, Anagrama 2015), hay patrones que evidenciarían la desaparición forzada de personas en operaciones más complejas que las que pueden llevar a cabo un grupo –aislado- de agentes estatales a los que se les ha ido la mano y luego hacen desaparecer el cuerpo. Esas operaciones más complejas dejarían expuestos patrones que pondrían al descubierto una trama policial-militar de contrainsurgencia, que a la vez encubre intereses geoestratégicos.

Esos patrones, irían desde la coordinación de agendas en común ante “los nuevos desafíos”, el silencio y marketing discursivo de los gobiernos frente al crimen, la regulación de su impunidad ganando tiempo. También la presencia y adoctrinamientos anteriores de las fuerzas de seguridad locales y los servicios de inteligencia en paradigmas de la excepcionalidad. El miedo aísla y deja expuestos o sin cobertura a los (supuestos) malos: solos con los rostros tapados en la ruta; a aquellos que se viene cincelando como los “monstruos de turno” a detener. La figura del artículo 213bis del Código Penal, el demonio RAM como la insurgencia funcional a la hipótesis de un espacio tomado por el terrorismo internacional leído por la agenda de los “nuevos desafíos” como contrarios a los intereses geoestratégicos trasnacionales. En el fondo, sabemos, intereses latifundistas, agro-exportadores, acuíferos e hidrocarburíferos

Como se explicita en el ya clásico libro de Marie Monique Robín, la desaparición forzada de personas es una técnica de contrainsurgencia que toca las fibras últimas el tejido social, produciendo efectos devastadores (el pez fuera del agua). Disciplinamiento social general, siniestro que se vuelve demasiado familiar. Y en eso la cuestión central del caso de una desaparición forzada como la de Santiago Maldonado es la discusión sobre el tipo de aquiescencia estatal “antes y después” de la desaparición. Es decir, qué grado de direccionamiento podría (o no) existir. ¿Cuál es el grado de aquiescencia estatal ante la desaparición en un antes y un después?

Pues si en el “antes”, los intereses que estaban en juego significaban un grado de penetración intenso de organismos de inteligencia foráneos y personal político ministerial con dominio sobre las fuerzas federales de seguridad-Gendarmería (con la supuesta flagrancia y sin orden judicial), de allí que la eventual hipótesis (ex post) del exceso y “se les fue la mano con Santiago…”  pueda ser funcional a silenciar-encubrir una técnica o practica policial utilizada de antemano en función de ciertos consensos.

Qué se salió del libreto y qué no en sus ejecutores. ¿Se trata de una patrulla perdida que ejerció el terror sobre un cuerpo y luego lo ocultó? ¿Qué es exceso de una, dos o tres personas y qué fue deliberado desde lo institucional, aun como encubrimiento ante el conocimiento del exceso? Son esas preguntas las que ponen el foco en una dimensión mucho más grave, o son esos silencios los que hieren nuestros oídos como un grito que proviene de la voz de Santiago en donde quiera que él esté.

La pregunta por la desaparición forzada nos lleva a recorrer ciertos caminos que ya conocemos. Un desaparecido en Argentina qué es o no-es, no tiene entidad, no está, está de-sa-pa-re-ci-do. Y en esta reactualización ontológica (en democracia) del juego discursivo del poder, es el miedo el que se instala de nuevo y viaja a toda velocidad desde el pasado que aún se juzga, y que entra en tensión con el presente.


*Julián Axat
Ex defensor penal Juvenil. Poeta y abogado

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