RADIOGRAFÍA DE LA POBREZA EN PARAGUAY

Por Ernesto Rodríguez Carámbula

Diez años después, vuelve a crecer la pobreza en el Paraguay. El dato duro de haber alcanzado un 28,9% de pobreza en 2016 esconde, sin embargo, una multi­plicidad de desagregaciones que conviene tener en cuenta para conocer cuál es el perfil real de nuestra pobreza.


¿DÓNDE ESTÁ LA POBREZA?

El porcentaje de compatriotas pobres aumentó del 26,6% en 2015 al 28,9% en el último año. Este aumento se dio tanto en las ciudades como en las zonas rurales. Mientras que la pobreza total urbana en 2015 era del 19,3%, un año después subía al 21,9%. En las zonas rurales estos guarismos eran aún peores: 37,7% en 2015 y 39,7% en 2016. Es decir, cuatro de cada diez paraguayos que viven en zonas rurales carece de ingresos para comprar una canasta básica de alimentos y de otras nece­sidades básicas para su consumo mensual.

Si estas cifras generan estupor, una mirada “departamental” de la pobreza de­jaría perplejo a cualquier analista. El gráfico de la pobreza por departamentos muestra que, frente a un promedio nacional del 28,9%, cuatro departamentos registran porcentajes de pobreza superiores al 40%. El departamento con ma­yor pobreza en el país es Caazapá, con un 55,8% de pobres, seguido por Concep­ción (49,9%), San Pedro (48,1%) y Caaguazú (47,4%). Por otra parte, mientras que el mayor porcentaje de pobreza urbana tiene lugar en Caaguazú (46,3%), Caazapá alcanza un máximo de 60,7% de pobreza rural, es decir, más de seis de cada diez caazapeños que habitan zonas rurales son pobres.

EL PERFIL DE NUESTRA POBREZA

Si queremos obtener un perfil de las características de nuestra pobreza, debemos analizarla, no solamente en términos de su distribución geográfica, sino en tér­minos de otros patrones socio-demográficos tales como educación, género, rama de actividad, etc.

Una primera caracterización de la pobreza muestra que, aunque ésta no presente grandes diferencias entre hombres y mujeres (29% contra 28,7% de los varones), sí presenta diferencias al analizar la condición de pobreza por jefe de hogar. En este caso, los hogares a cargo de mujeres sufren una mayor pobreza (26,5%) que aque­llos hogares cuyos jefes son hombres (22,3%).

Por otra parte, la pobreza afecta en mayor medida a los más jóvenes del país.
En 2016, la pobreza infantil y entre los adolescentes era marcadamente superior res­pecto de las demás franjas etarias. Mientras que la pobreza entre la población me­nor de 15 años alcanzaba el 40,2% y la de los adolescentes (15 a 19 años) el 29,7%, los niveles de pobreza entre los demás grupos etarios rondaba entre el 22 y el 24,5%.

Tampoco es homogéneo el porcentaje de pobres cuando se analiza la categoría ocupacional. Como es de esperar, el sector ocupacional que más sufre la pobreza es el de los trabajadores por cuenta propia (32,2% de pobreza) mientras que entre los empleados domésticos, el porcentaje de pobres es del 27,1%. Es interesante señalar la incidencia que tiene sobre los niveles de pobreza el hecho de ser em­pleado en el sector público o privado. La mayor precariedad y volatilidad salarial registrada en el sector privado se ve reflejada por unos niveles de pobreza del 14,6% frente a tan solo el 2,3% en el caso de las personas que trabajan en el sector público. En términos de la cantidad de pobres según categoría laboral, casi el 45% de ellos son trabajadores por cuenta propia y 26,5% son empleados u obreros del sector privado.

Otro dato relevante del perfil de nuestra pobreza es su distribución según la rama de actividad de los que trabajan. Aquí es resaltante que el sector de actividad más vulnerable es el de la actividad agrícola-ganadera. El porcentaje de trabajadores pobres en esta rama productiva es del 48%, seguido, muy atrás, por la rama de la construcción (21,8%), la industria manufacturera (17,7%) y el comercio (15,8%). Además, del total de pobres que trabajan en las diferentes ramas de actividad, el 46,2% de ellos lo hace en la agricultura y ganadería mientras que el 19% lo hace en la rama del comercio y la restauración.

Por último, la educación es una importante variable para entender el perfil de la pobreza. Si dividimos nuestros hogares en función del mayor nivel educativo alcanzado por el jefe/a de hogar, vemos que la pobreza afecta al 51,7% de los ho­gares donde este jefe/a no tiene ninguna instrucción. Cuando el jefe/a del hogar alcanza una educación primaria, este porcentaje baja al 39,8% y al 21,4% cuando tiene una educación secundaria o de bachiller. Los rendimientos de la educación son más visibles aun en el caso de hogares cuyos jefes/as poseen titulaciones uni­versitarias o superiores. En estos casos, el porcentaje de hogares pobres baja ra­dicalmente al 3,1%.

Conocer el perfil de nuestra pobreza nos permite focalizarla según grupos de vulnerabilidad, distribución geográfica, sectores de actividad, etc. Por otra parte, esta correcta focalización posibilita que los esfuerzos y acciones realizados por los encargados de diseñar e implementar las políticas de lucha contra la pobreza lleguen, efectivamente a los destinatarios últimos de las mismas.

Únicamente así podremos evaluar los impactos de estas políticas públicas sobre la pobreza en sus diferentes desagregaciones. El uso de las encuestas de hogares permite realizar esta tarea con una mucha mayor minuciosidad. Aquí solo hemos pretendido introducir algunas cifras que nos permitan entender la pobreza desde perspectivas no siempre visibles en los datos duros de los porcentajes agregados a nivel país.

 

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