DANZA Y MUERTE EN EL GUARÁN


Por Rubén Emilio García

La danza guaraní, enseñaban los Chamanes, tiene un significado filosófico y religioso muy profundo. Fue adquirido en la noche de los tiempos por los originarios de la selva, desde el momento que Tupá decidió dar luminosidad al caos separando el día de la noche y creara, definitivamente, a las distintas especies y al hombre.

Este comportamiento se explica muy bien en la conducta atávica que observaron frente al real peligro de muerte y de su propia subsistencia como raza. Hecho ocurrido en forma masiva ante el avance bandeirante allá en el norte del Guaira, cuando la bandada del malón acuático descendía impávido y arrogante por el Río Paraná.

Ya la marabunta de los caza-hombres se acercaba peligrosamente a los poblados y los padres Jesuitas: Antonio Ruiz de Montoya y Andrés Cortejarena, junto al cacique Ñaroí, organizaron el éxodo del Guaira para evitar que los guaraníes de la Misiones sean capturados por la horda de la siniestra bandeira. Doce mil almas guiados por estos curas iniciaron el peregrinaje cansino del desarraigo obligado. No fue fácil el traslado de toda la población guaireña, ya que después de sortear los grandes saltos del Iguazú solamente quedaron siete mil sobrevivientes y unas pocas balsas.

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El tiempo apremia, dijo el cacique Ñaroí, debemos construir embarcaciones en el menor tiempo posible, porque la lacra esclavista se sigue acercando. E intuyendo la noble intención del padre Antonio, le dijo amablemente:Rece una oración por las almas de los muertos y dé gracias al Señor por nuestra salvación.

El Padre Antonio no se hizo esperar e inmediatamente inició las oraciones, y no bien terminó el acto espiritual con la señal de la cruz,  Ñaroí continuó:

Ahora, Padre, lo haremos nosotros según nuestras costumbres. Y sin esperar respuesta se dirigió a sus hermanos en familiar avañe-é: Joike`y Chaemba`e: Ková va`irã jehu Oho Chupé Tembiepotá Ygua ñandeyara ñembo`ejoike`y. Mopu`ã  petei  ñembo`e  ndive  jejaposey pe ñande ava ñeé.

Ni bien concluyó la plegaria, los siete mil sobrevivientes comenzaron a danzar y a cantar en el idioma vernáculo en acción de gracias, batiendo palmas y agitando porongos como maracas.

Conmovido, Andrés escribió en sus apuntes:

Apenas el Padre Antonio empezó a rezar el Padrenuestro, los aborígenes se arrodillaron repitiendo la oración. Concluido el acto religioso con la señal de la cruz, Ñaroí se dirigió a los sobrevivientes diciéndoles en idioma guaraní: Hermanos míos. Esto que sucedió fue la voluntad de Dios. Elevemos con humildad una oración en nuestro idioma.

Obedientes, sus hermanos, desde el más chico al más grande, se pusieron de pie y al unísono comenzaron a danzar y a cantar del modo ancestral de comunicarse con el creador de todas las cosas. Tanta pasión de fe me conmovió hasta las lágrimas y comprendí, allí ubicado en ese puntito de la inmensa selva, “que Dios está en todos lados, y que se comunica con la gente de la manera que Él elija, y que la gente se comunica con Él de la manera que prefiere”.

Rubén Emilio García

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