ENTREVISTA/CHANGO SPASIUK: «EN EL CHAMAMÉ LA DIVERSIDAD ES UN TESORO»


Por Paulo Farreyra

“Cualquier persona que busca su composición y que busca su sonido es un enamorado de la tradición. Mi centro de gravedad sigue siendo el chamamé”, explica el Chango Spasiuk.

El músico, compositor y creador, se abre paso en esta charla donde repasa su mirada sobre la Fiesta del Chamamé, la postulación del género como Patrimonio Intangible de la Humanidad y adelanta lo que ofrecerá en Corrientes en el marco de esta fiesta. Como si fuera poco, él también hace preguntas.

Si nos remontamos a tu niñez, a tu juventud, allá en Apóstoles, Misiones, ¿había algún atisbo de lo que sucedía con la Fiesta Nacional del Chamamé en Corrientes Capital?

Chango Spasiuk: Cuando vivía en Apóstoles, recuerdo hace más de 25 años atrás, la Fiesta Nacional del Chamamé no tenía el impacto que tiene hoy en día. Ese espacio era ocupado por el Festival de Santo Tomé o el Festival del Litoral de Posadas.

Cuando pensábamos en el chamamé pensábamos en ir a San José o al Rincón del Chamamé a verlo a Isaco Abitbol.  Pensábamos en ver a los Reyes del Chamamé en la Fiesta Nacional de la Yerba Mate. El chamamé era lo que sucedía ahí en la zona. Para mí estaba ahí, era ir por ejemplo a Garruchos, Corrientes, a la Pista Paraíso o ir a la Pista de los Hermanos Franco. Había otros lugares como Virasoro, San Carlos o San José. El mundo del chamamé giraba en torno a ese circuito.  Además se amplificaba todo al escuchar a Adelio Suárez, Silvio Orlando Romero y a Jorge Valdez con sus respectivos programas radiales, quienes eran tres íconos de la difusión del chamamé en la zona.

Y un poco más acá en el tiempo, ¿cuál fue tu primer contacto con la fiesta?

Chango Spasiuk: Creo que la previa de la Fiesta Nacional del Chamamé fue ese proyecto llamado “Corrientes de punta a punta”; ese proyecto fue como premonitorio a una manera de entender la cultura y una manera de desarrollarla inteligentemente. Este proyecto fue el impulso de lo que planteó la fiesta en términos de organización y estrategia desde una perspectiva absolutamente nueva para cualquier tipo de festival en la Argentina.

En este programa de “Corrientes de punta a punta” se vio al escenario o la música como una herramienta de construcción colectiva, eso es lo que ha sido, un escenario que se movía en diferentes pueblos y ciudades donde había un encuentro y una construcción colectiva de la diversidad. En cada etapa había diversidad de edades, de estilos, concepto o propuestas musicales diferentes. Los músicos nos encontrábamos en ese espacio comunitariamente para hacer un aporte a la construcción colectiva. Esta manera de pensar y entender la cultura es la que se puso en el escenario del anfiteatro Cocomarola y por ello dio los frutos que ha dado la Fiesta Nacional del Chamamé.

¿La fiesta desde esa perspectiva es el encuentro de la diversidad?

Chango Spasiuk: La Fiesta Nacional del Chamamé es un lugar donde la diversidad se encuentra y se potencia. En muchos lugares del mundo donde la diferencia es un problema, en la fiesta es un tesoro de la cual se nutre y la nutre. Entonces esta es una manera de demostrar al mundo que la diversidad no es un problema sino que representa para nosotros un tesoro. El chamamé tiene en su raíz y en sus orígenes ese encuentro, esa diversidad, ahí está su belleza, su fuerza, su potencia.

En este sentido, ¿cómo es ser parte de la fiesta con su propuesta musical?

Chango Spasiuk: A mí me gusta ir, es bello ser parte de la fiesta. Aunque no vaya me siento parte de ella. A veces da un poco de vértigo ver en lo que se ha convertido este espacio. Hay que estar muy atentos para cuidarlo. Cada año que pasa estoy pensando qué voy a llevar para nutrir ese espacio, creo que el ámbito te invita y te desafía a que muestres tu manera de entender el chamamé. He tocado con Barboza, con Los Hermanos Núñez, con Las Hermanas Vera, con Tilo Escobar.

Este año en particular voy a hacer la segunda mitad del disco que grabé en el Teatro Colón que se llama “La Suite del Nordeste”. Estaré el 21 de enero acompañado por el maestro Rafael Gintoli y con el ensamble Estación Buenos Aires. Estoy muy contento y muy feliz de poder llevar esta propuesta.

Esta es una fiesta y no es un teatro de cámara, pero creo que se puede hacer ese aporte y me da mucho entusiasmo poder hacerlo.

Recién mencionabas que da un poco de vértigo ver en lo que se ha convertido la Fiesta del Chamamé, ¿esto te lleva a exigirte más a la hora de pensar una propuesta para la fiesta?

Chango Spasiuk: En realidad uno buscar hacer bien sus cosas en todos lados. En el caso de esta Fiesta me gusta pensar en todo lo que sucede más allá del escenario, la fiesta es mucho más de lo que sucede en media hora de concierto, hay foros, cines, conceptos, contenidos, espacios y cuestiones que se desarrollan en paralelo. Me gusta estar conectado con los organizadores para ver qué más se puede hacer.

A fines del 2016 comenzó a plantearse la posibilidad de proponer al chamamé como Patrimonio Intangible de la Humanidad.
La fiesta es un disparador para reflexionar realmente sobre esta propuesta que se quiere llevar adelante, pues a la misma hay que llenarla de contenido y concepto. Esta fiesta te invita a reflexionar sobre estos aspectos.

Chango Spasiuk:
Dígame usted, ¿por qué el chamamé debería ser Patrimonio Intangible de la Humanidad?

PF: En principio en algunos foros que se hicieron en Corrientes se habló de la manera de ser del Litoral que se traduce en esta música que llamamos chamamé. También en otros aspectos como la herencia y la tradición.

Chango Spasiuk:
Que interesante esto, pero fíjese usted en esto de modo de ser. En todo el mundo hay un modo de ser diferente. Qué originalidad hay en ese planteo. Porque desde ese punto de vista en Madagascar hay un modo de ser, en Mongolia y en tantos otros lugares del mundo hay un modo de ser. Es importante el debate, la reflexión, los conceptos.

¿Y usted qué piensa?

Chango Spasiuk: El chamamé forma parte de mi vida desde que me levanto, de mi infancia, de mis padres, de mi región, de los bailes. Más allá de todo eso el chamamé es una música donde convergen un montón de culturas y se convierten en una sola. Porque está el encuentro del jesuita con los guaraníes, está la población mestiza y criolla, la población afro, el inmigrante, el acordeón que viene con el inmigrante. El chamamé es un espacio de encuentro de siglos que se ha ido encontrando y todas esas culturas diferentes se convirtieron en una sola que hoy se ve reflejada en el chamamé.

Entonces hoy en todo el mundo se levantan paredes, levantan muros en las fronteras, se deja ahogar gente diferente en balsa, se ponen alambrados para que el diferente no cruce la frontera, los ejemplos podrían seguir brotando a borbotones. Sucede que en muchos lugares del mundo las culturas diferentes no se encuentran, en cambio el chamamé demuestra que de lo diferente se puede nutrir y lo diferente se puede encontrar en un espacio en común. Esto puede ser bello y constructivo.

Entonces por esto el chamamé debe ser Patrimonio Intangible de la Humanidad, porque le está demostrando al mundo que la diversidad es un tesoro y no es un problema vacío. Este es mi punto de vista.

Este es el ejemplo concreto en lo cultural del encuentro donde lo diferente se ha potenciado, se han sumado unos a otros y se han convertido en una herramienta de expresión para toda una comunidad.

Entonces es un ejemplo al mundo el hecho de que la diferencia sea un tesoro sobre el cual estamos parados. No he estado en ninguna charla pero cuando pienso en el chamamé y cuando pienso en la música de mi región, todos estos elementos salen en mi reflexión.

Si bien el eje de sus presentaciones gira en torno a su propuesta musical, por momentos interpreta algunos clásicos del género. ¿Conviven ahí su propuesta y la intención de buscar el apoyo del público?

Chango Spasiuk:
No hay nada más contraproducente que buscar el aplauso de la gente, porque cuando lo buscás no lo encontrás y por ahí cuando no lo buscás lo encontrás. Tener la consideración de la gente no es como ir a comprar caramelos a la esquina. No hay ninguna fórmula para tener esa consideración.

En algún momento se creó la manera de pensar que si tenés un pie en la tradición no podés tener un pie en otro lugar. Como si no pudieran convivir las dos cosas; eso me parece un error conceptual.

Cualquier persona que busca su composición y que busca su sonido es un enamorado de la tradición. Es más, creo que es un profundo enamorado de la tradición pero simplemente que ahora busca su sonido.

Hay una frase que repiten los hombres sabios que dice: “no hagas lo que hacían tus abuelos sino que busca lo que buscaban tus abuelos”. Porque esa búsqueda es la que lleva a la construcción de nuevos estilos, de nuevas formas, nuevas composiciones.

¿Pueden convivir y hay una comunión entonces entre la tradición y lo nuevo?

Chango Spasiuk: Desde luego. El hecho de que uno a veces vuelva a tocar algo de la tradición es como decir yo conozco este género, estoy enamorado de Cocomarola, de Montiel, de Isaco Abitbol, ellos y tantos otros son mi vida, son mi raíz, son mi infancia. Tocar este repertorio a veces es como demostrar que ese repertorio convive de una manera absolutamente espontánea y natural con lo que estás componiendo últimamente.

Cuando estás calentando los dedos vienen a menudo esos temas que pasaste cuando estabas aprendiendo a tocar el acordeón; yo toco temas tradicionales porque vengo de ese lugar.

Ahora, que todo lo que haga no gire en torno a eso, no significa que no esté enamorado de la tradición. Salvando grandes distancias, esta búsqueda es la que ha hecho que surjan el sonido de Sheridan, el sonido de Barboza, el sonido de Nini Flores. ¿Nini Flores por qué tocó como tocó? ¿Porque no ama la tradición? Todo lo contrario, tocó así porque estaba parado sobre la tradición y buscó su sonido desde ese lugar.

Mire todo lo que dio esa búsqueda. En mi caso vuelvo a la tradición porque nací y me crié con la tradición. Mi centro de gravedad sigue siendo el chamamé.

Por último, ¿qué le ha dado el arte en estos años?

Chango Spasiuk: Es una pregunta muy amplia y muy difícil de contestar, porque la música es el arte y el arte es la vida, entonces ¿qué me ha dado la vida? La vida ha sido muy generosa conmigo. Cuánto le he dado yo a la vida y cuánto me ha dado la vida. La vida ha sido realmente muy generosa conmigo. He recibido mucho más de lo que esperaba en todos los sentidos. En el sentido de lo que he visto, oído, de todo lo que he podido tocar, grabar y desarrollar.

Estoy aprendiendo a ser más agradecido. Uno ha recibido mucho en el camino. Uno anhela hacer más cosas en la vida.
Creo que me ha dado todo, no puedo separar el arte de la vida, son palabras y expresiones muy hermosas. La vida me ha dado mucho, he conocido a Isaco Abitbol y he tenido la amistad de Blas Martínez Riera.

Los hijos de Blas me han regalado el poncho de su padre cuando grabé “Toma y traiga” en mi disco “Tarefero de mis pagos”. Desde ese momento siempre toco con ese poncho rojo sobre mis piernas.

Recuerdo que iba a visitarlo a Blas en su casa de Avellaneda; para mí era un gran músico y una gran persona, ¡yo no podía creer que podía hablar con él de música y estrechar su amistad!

Una vez por teléfono me disculpo con él porque no iba a poder ir a su casa. Yo a la amistad quería nutrirla, pero estaba a dos horas de su casa y realmente se me hacía difícil. Entonces lo llamaba para charlar y lo he invitado en algunas oportunidades a tocar en algunas presentaciones en Buenos Aires.

Una vez Blas me dice por teléfono “Chango, no te preocupes”, porque yo quería demostrarle que quería nutrir nuestra amistad con acciones pero a veces era imposible llegar hasta su casa.

Entonces él me dice “Chango, no te preocupes, lo nuestro ya es”. Como diciendo hagas lo que hagas, vengas o no vengas, nuestra amistad ya es. Entonces para mí este es un ejemplo de las cosas más hermosas que me ha dado la vida, pero podría seguir dando muchos ejemplos y no acabaríamos más.

 

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