ESTO TERMINA MAL

por Federico Acosta Rainis

Eduardo Aliverti analiza los errores del kirchnerismo y advierte que la fiesta financiera de Macri “en algún momento se paga”.

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—¿Cuántos vocablos diferentes usaron hoy? ¿Quinientos? ¿Mil?pregunta Eduardo Aliverti. Silencio; caras que se miran. Responde: —Es la foto del laburo que tienen, la pareja que tienen, la vida que tienen. Jodido, ¿no?

Aliverti no está en su casa. Pero se siente como si lo estuviera, porque habla desde el escritorio de alguna de las aulas del segundo piso de Acevedo 262, barrio porteño de Villa Crespo. En esa dirección funciona ETER, la escuela de radio que fundó en los noventa y devino, luego, en gimnasio de periodismos múltiples. En el aula escuchan atentos cincuenta estudiantes de primer año.

“El kirchnerismo fue lo suficientemente audaz como para salir del 2001 y a la hora de tener que profundizar se aguachentó, desde 2013 en adelante (…) En el último tramo el kirchnerismo se habla a sí mismo”.

Aliverti habla como escribe, porque hace seis décadas que escribe para hablar. Obsesión crónica por las palabras dichas, por el modo en que copulan sonidos y significados: la forma debe seducir tanto como la idea. Su secreto no es la voz musculosa, macha: son las combinaciones sintácticas que maquina para sacarla a pasear. Las cadencias calculadas, los silencios ácidos: la treta del seductor. Lo barroco está desprestigiado pero a Aliverti le sale tan bien que es penoso desgrabarlo.

Además de locutor de radio multipremiado y rector de una escuela, Aliverti es kirchnerista furibundo y gramsciano convencido. “A la izquierda del kirchnerismo está la pared”, repite y asegura que en ese espacio está todavía la llave para construir hegemonía política en la Argentina. Se reserva cierto derecho a crítica: dice que la Ley de Medios fue una oportunidad histórica desperdiciada y que el kirchnerismo se entibió y terminó mordiéndose su propia cola.
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El Gobierno de Macri está llevando a cabo transformaciones muy rápidas sobre áreas sensibles como trabajo, salud, educación y derechos humanos. ¿Era esperable?

Creo que la prontitud y violencia de los cambios no es tal. Y era esperable, más allá de las promesas de campaña de Macri: pobreza cero, las PyMES como prioridad, exención del impuesto a las ganancias para los trabajadores, etc. Cualquiera que tuviera una mínima inquietud intelectual y política sabía que venía un gobierno de derecha y que un gobierno de derecha de ninguna manera cumpliría promesas que tuvieran que ver con la justicia social.

¿Pero ninguno de esos cambios te sorprendió?


El avance sobre la Ley de Medios: el modo de descabezarla y la forma en que se lo hizo, entrando patoteramente a la sede de AFSCA. Lo ligado a la política de medios se prestaba a algún grado de incertidumbre, porque pensé que iban a ser más cínicamente inteligentes. En todo lo que tuviera que ver con la programación de Radio Nacional, de la TV Pública —más allá de tener claro que los medios públicos al macrismo directamente no le interesan. Pensé que iban a dejar algunas figuras del kirchnerismo y no que iban a proceder con una Blitzkrieg de esa naturaleza.


¿La velocidad de los cambios no es prueba de que las transformaciones supuestamente estructurales del kirchnerismo no fueron tales?


Estoy de acuerdo con que revelan deficiencias del kirchnerismo, sobre todo en cuanto a los aspectos centrales de la estructura productiva del país. A la primera de cambio —con la burbuja financiera de 2008 y con la crisis de las materias primas y la restricción externa—, Argentina vuelve a tener la ausencia de dólares clásica que ocurre cada vez que empieza a crecer y necesita satisfacer la demanda poblacional. Yo creo que fue lo suficientemente audaz como para salir del 2001 y a la hora de tener que profundizar se aguachentó, desde 2013 en adelante. El kirchnerismo termina queriendo parecerse a una estructura de pensamiento conservador para captar votos de clase media. El discurso sí lo acentuó, pero solo para hablarles a los convencidos: en el último tramo el kirchnerismo se habla a sí mismo.

“El proyecto era con dos, no con uno.
Cristina tiene una enorme capacidad de liderazgo político pero no de construcción política;
eso era lo que cubría Kirchner y es decisivo para entender por qué ciertos cambios no se profundizaron”.


¿Por qué se aguachentó?


El tema es que esto es dialéctico, como todo. ¿De cuánto tiempo dispuso para? Tuvo deficiencias de modificación de la estructura productiva de la Argentina, pero le cabe el beneficio de inventario de que el tiempo fue corto: en términos de análisis histórico, 12 años es menos que una pestaña. Y además creo que hubo causas políticas: el proyecto era con dos, no con uno. Cristina tiene una enorme capacidad de liderazgo político
pero no de construcción política; eso era lo que cubría Kirchner y resulta decisivo a la hora de entender por qué ciertos cambios no se profundizaron.

Siempre fuiste muy claro con tu posicionamiento político. ¿No creés que entre los intelectuales que apoyaron al kirchnerismo faltó una autocrítica?

Hay dos etapas respecto de la intelectualidad K. Una etapa que tiene que ver con el surgimiento de Carta Abierta, como respuesta a la crisis “del campo”, en 2008-2009. Y una segunda etapa, durante el segundo mandato de Cristina, cuando es probable que haya faltado espíritu de crítica, más que de autocrítica. Creo entenderlo: de alguna manera todos los que adherimos a ese proyecto tuvimos el temor de hacerle el juego al enemigo. Y fuimos conscientes de lo que se estaba jugando.

La candidatura de Scioli fue difícil de digerir.

Hay un punto de quiebre con la candidatura de Scioli, porque claramente se visualizó como la variante por derecha del kirchnerismo. Los últimos documentos de Carta Abierta lo revelan muy bien. La verdad es que eso es lo que parecía. Scioli kirchneriza su discurso recién frente a la segunda vuelta. Con el diario del lunes, hoy te encontrás con un Scioli que permanece firme a las convicciones de ese segundo Scioli. Ahora: ¿era visualizable eso con el otro candidato Scioli, con el que quiso parecerse a aquello que los sectores medios supuestamente demandaban? Este fue un debate interno dentro del kirchnerismo que no salió a la luz.

¿Cómo fue ese debate?


Hubo quienes plantearon que no solo había que profundizar el modelo sino que además había que decir que se iba a profundizar. Porque para hacer una fotocopia ya estaba el original. La historia les dio la razón a tipos como Artemio López, que plantearon que Scioli no era de ninguna manera el candidato conveniente. Con el diario del lunes eso se reveló cierto y el conjunto de la llamada intelectualidad K no lo percibió. Este es un aspecto. Y otro aspecto fue la manía de hablarse a sí mismos, la no construcción. Una burocratización marcada de los cuadros del kirchnerismo —esto incluye a La Cámpora— y una política de comunicación, sobre todo en el último momento, muy pobre.

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¿Qué cuentas pendientes dejó el kirchnerismo?


Hay varias. Reforma de un sistema tributario claramente regresivo; en eso no se avanzó en absoluto. Y en la aplicación de la Ley de Medios, que no es un dato menor, porque a la hora de construir hegemonía los medios juegan un papel clave. El kirchnerismo tomó la sanción de la ley como un punto de llegada y no como un punto de partida. Las baterías se agotaron en la batalla contra Clarín y no se avanzó ni un paso en la capacitación de los nuevos actores y en el otorgamiento de licencias: el tercer sector quedó en un limbo. La batalla cultural ganada contra Clarín, en el sentido de disputar la hegemonía del periodismo independiente, no se condijo con una victoria política porque no se avanzó en ese sentido.
A mí eso me dio una bronca terrible.

¿Por qué no se avanzó?

Estuve en Casa Rosada e insistí con el tema de la capacitación, preparamos programas de capacitación… Pero nunca la vieron, nunca la entendieron. El kirchnerismo nunca tuvo cuadros comunicacionales propios. No me refiero a cuadros académicos sino a cuadros que entendieran qué significaba la disputa por la hegemonía. Como toda ley, la Ley de Medios es una herramienta. Y después de lograda la herramienta, tenés que tener buenos locutores, buenos periodistas, buenos movileros, buenos camarógrafos, buenos maquilladores. No se hizo nada. Lamento decirlo lanatísticamente, pero si creés que la historia se terminó con ganarle una ley a Clarín, y luego entregarle alguna radio a los wichis, tenés un concepto bastante equivocado de lo que es la construcción de hegemonía comunicacional. Esa fue una cuenta pendiente de proporción histórica, una enorme oportunidad que se perdió.


¿Cómo ves el mapa político del país hoy?

Yo creo que para cualquier tipo de avance necesitás tres estructuras: proyecto, territorio y liderazgo. Hoy el kirchnerismo es un proyecto que quedó aguachentado en sus posibilidades de retorno al poder, pero que claramente tiene el único liderazgo sectorial fuerte de la Argentina. Cambiemos es una derecha que no tiene líder, más allá de lo nominal que pueda representar Macri. Pero tiene un proyecto, aunque contradictorio respecto de la propia estructura del establishment: no es lo mismo Techint que el palo agropecuario. Y también tiene un territorio, que fue prestado por las estructuras radicales y sobre todo por la corriente nacional anti-K. En tercer lugar, hay un PJ que tiene territorio pero no tiene liderazgo ni proyecto. Imaginar en el corto o mediano plazo que puede redundar de todo eso es altamente improbable. Te juntás con los colegas del palo y no, con intelectuales del palo y no, y todos tienen la misma incertidumbre.

“El ajuste estaría siendo mucho peor de no haber sido por la resistencia que hubo y que hay. Se plantea un campo abierto. Y creo que es cierto lo del dichoso tercio fluctuante que va a terminar definiendo según la marcha de la economía”.


¿Por dónde puede empezar a definirse el tablero?

Quizás habría que mirar hacia las estructuras de las intendencias del conurbano, en tanto madre de todas las batallas, para pensar si de allí pudiere surgir algún tipo de alternativa que ensamble con el kirchnerismo. Y digo ensamble porque hay algo claro: con el kirchnerismo no alcanza y sin el kirchnerismo no se puede. Es una situación muy inestable desde el punto de vista analítico. Uno puede pensar en grandes estructuras de cálculo, por ejemplo que Massa es la opción de la derecha en caso de que el macrismo se revele como fusible y el establishment entienda que no tiene probabilidades de seguir avanzando sin una pata peronista consolidada. Pero también es cierto que Massa pintaba para comerse a los chicos crudos y después del 2013 no supo construir políticamente.

¿Cómo ves el futuro del Gobierno?


Es muy particular de Argentina el hecho de que hay retroceso pero también hay mucha resistencia. Suena hasta irrespetuoso con tanta gente que está sufriendo, pero el ajuste estaría siendo mucho peor de no haber sido por la resistencia que hubo y que hay. Es un campo absolutamente abierto el que se plantea. Y creo que es cierto lo del dichoso tercio fluctuante que va a terminar definiendo según la marcha de la economía. Personalmente no tengo dudas de que estos tipos finalmente chocan. No hay duda posible de que esto termina muy mal porque es una orgía de endeudamiento con un ritmo inédito en el mundo: Argentina se endeuda a razón de cientos de miles de dólares diarios. Esa fiesta en algún momento se paga.


¿Chocan antes del 2019?


No lo sé. Yo creo que pueden tripularla porque el año que viene es electoral, porque va a entrar alguna plata y porque el núcleo duro “no queremos más a Cristina” sigue siendo muy fuerte. Pero es solamente una creencia. Y tampoco querría decir que si ganan en 2017 tienen asegurado el 2019. Habrá que ver también las circunstancias internacionales:
cuánto más se cierra el mundo, cuánto más se abre.
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Recién decías que sin el kirchnerismo “no se puede”. Cristina Kirchner tiene un piso de alrededor del 25% en las encuestas pero también mantiene una fuerte imagen negativa para gran parte del electorado. ¿Te parece que en estas condiciones puede, como candidata, traccionar una mayoría?

Primero hay que preguntarse si Cristina quiere.

¿Alguien tiene esa respuesta hoy?


Supongo que no. Lo saben ella, Máximo y no creo que nadie más. Hasta donde me consta está bastante encerrada y pensando qué hacer. Si la respuesta fuere afirmativa, creo que todavía está en condiciones de traccionar a un núcleo duro. No es una figura que despierte temperaturas medias. Si habláramos de lo representativo, hoy Cristina concita más rechazo que adhesión. Pero si habláramos de lo significativo, no hay una figura que concite la adhesión que despierta ella. Y eso va a depender de la marcha de la economía. Yo coincido con Hugo Haime, que me parece uno de los consultores más respetables, en que estamos en la instancia en la que el núcleo fluctuante —no el anti-K, porque al igual que el K es permanente— tiene la esperanza de que el macrismo pueda revertir la situación.
Yo no lo comparto, pero no puedo negar que esa mirada existe.

¿Un sentir social?

Sí, y ese es el crédito que empieza agotarse para el macrismo. No sé si lo va a poder renovar el año que viene por vía de la obra pública y de ciertos planes sociales que ha mantenido, porque si no le hubiera estallado el conurbano. Pero yo diría que hoy está en cuenta regresiva, no en cuenta progresiva. La base de la cuenta regresiva es que se agota el discurso de la herencia recibida. Y la gente empieza a comparar.


“¿Qué organizaciones sociales y estructuras de base perdió el kirchnerismo? Yo no creo que esté ahí el problema, el problema está en el voto individual que perdió el kirchnerismo; no en el voto organizacional que perdió”.

Cristina Kirchner habla de construir un Frente Ciudadano, algo más grande que el FPV. ¿A quiénes te parece que quiere incluir?

Es muy difícil responder a esa pregunta sin pasar por los sectores que tienen una mirada muy cambiante respecto de la situación social. No me imagino a nadie del núcleo anti-K, ni a gente del establishment. Hay algún tipo de voto que el kirchnerismo perdió, nucleado en las clases medias de comerciantes, de algún sector profesional, que puede recuperarse. Macri también ganó con el voto de las clases populares, pero ese es un voto prestado: yo creo que el voto que nuclea al kirchnerismo en las clases populares es un voto firme. ¿Qué organizaciones sociales, estructuras de base, el kirchnerismo perdió y debe recuperar? Yo no creo que esté ahí el problema, el problema está en el voto individual que perdió el kirchnerismo; no en el voto organizacional que perdió.

El coqueteo del peronismo de derecha con Cambiemos, ¿es acomodaticio o puede llegar a nutrirlos de cuadros como para quedarse?

El peronismo no tiene cuadros. Las estructuras que tenía el peronismo durante el menemato —gobernadores como Gusti o Marín—, ¿dónde están ahora? ¿Quién habla? ¿Urtubey? Es muy pobre eso. Creo que no hay probabilidad de que el peronismo surta de cuadros. He tenido contacto con algunos gobernadores del PJ y los tipos te dicen: “A mí me gustaría tener un discurso más a la izquierda pero, ¿querés que me paren toda la obra pública y no reciba más un mango?”.
Me parece una absoluta situación de acomodamiento a la necesidad de fondos; no creo que tenga que ver con lo ideológico.

Pero más allá de la versatilidad ideológica del peronismo y de la derrota, algo pasó para que se fueran tan rápido…

Acá hay un punto en el que no está de más reparar desde una autocrítica, y es el destrato que muchos perucas sufrieron de parte de Cristina en particular y del kirchnerismo en general. El barro de la relación con el peronismo tradicional lo manejaba Kirchner: exactamente aquello que Cristina siempre despreció. No lo supo hacer, no lo quiso hacer; confiaba para eso en algunas gentes muy puntales, como Zannini. Y esa no relación le está pasando hoy la factura.


 

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