EL ÚLTIMO VUELO DE UN PAJARITO INQUIETO


Por Roberto Bardini

En octubre de 2007, el periodista Rogelio García Lupo, conocido por su apodo de Pajarito, recibe en México un premio de la Fundación Nuevo Periodismo, que preside el escritor colombiano Gabriel García Márquez, por sus 54 años como reportero de investigación. “Toda mi vida he tenido prontuario. Ahora, por un acto de magia, he pasado a tener trayectoria”, declara en la ciudad de Monterrey.
Pajarito
El prontuario a que hace referencia García Lupo quizá comience en la década del 40, cuando seguramente quedó fichado como “nacionalista” y “antiperonista”, y concluya en los años 80, catalogado como “izquierdista” y “peronista”.

A los 13, Pajarito ingresa a la Alianza Libertadora Nacionalista. Su padre, un visitador médico, es amigo del farmacéutico Trento Passaponti; los hijos de ambos también son amigos y, además, camaradas en la ALN. Darwin Passaponti y Rogelio van juntos a la Plaza de Mayo el 17 de octubre y juntos pasan frente al diario Crítica en las últimas horas de aquella jornada. Cuando comienza el tiroteo y Darwin cae con un balazo en la cabeza, Pajarito y otros muchachos buscan refugio en la bombonería Las Delicias, ubicada frente al Hotel Castelar.

Son años de agitación política. En junio y agosto de 1946, con Perón en la presidencia, García Lupo sale a las calles con Rodolfo Walsh, Jorge Ricardo Massetti y muchos otros nacionalistas para protestar por la firma de los acuerdos de Chapultepec, que consideran una claudicación del gobierno ante el Departamento de Estado norteamericano.

Los tratados buscan neutralizar cualquier proyecto autónomo de política económica hispanoamericana. Son la ratificación de acuerdos anteriores, como los adoptados en mayo de 1944 por la Comisión Interamericana de Desarrollo, dirigida por Nelson A. Rockefeller, miembro de una de las familias más ricas de Estados Unidos y nieto del fundador de la Standard Oil. Su hermano David es presidente del Chase Manhattan Bank en 1946 y será fundador en 1954 del Club Bilderberg y en 1973 de la Comisión Trilateral.

Tras las rejas

En 1952, García Lupo estudia abogacia y trabaja en Tribunales como escribiente. Uno de sus compañeros es Juan Carlos Colombres, nacido en Buenos Aires, pero descendiente de una familia tradicional de Tucumán. Colombres es dibujante desde 1947 con el seudónimo de Landrú en la revista Don Fulgencio, editada por Lino Palacio.

A fines de julio de ese año a Rogelio lo despiden del juzgado de instrucción por no usar luto en el velorio de Evita. Sin embargo, consigue entrar a dos publicaciones peronistas, La Opinión Económica, semanario de la Confederación General Económica (CGE), y la revista cultural Continente, dirigida por Armando Cascella y Alicia Eguren, reemplazada a partir del número cinco por el abogado nacionalista Valentín Thiebaut, que también trabaja en el diario Democracia. Pajarito tiene 21 años y se inicia como periodista.

Al año siguiente, los nacionalistas se oponen a la privatización de ciertos sectores de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). García Lupo participa en una campaña de rechazo a los contratos petroleros que el gobierno peronista suscribe con empresas estadounidenses, entre ellas la California Gulf, subsidiaria de la Standard Oil, y termina preso tres meses en la cárcel de Villa Devoto. El ex aliancista conoce en prisión a comunistas y socialistas, y por primera vez en su vida está encerrado con obreros de la construcción y trabajadores gastronómicos; discute con ellos, intercambia opiniones, elimina prejuicios.

El hombre que pensaba demasiado

Juan Carlos Colombres se consagra definitivamente como Landrú cuando el 20 de agosto de 1957 lanza la revista de humor político Tía Vicenta. Los primeros 50.000 números se agotan rápidamente y la imprenta debe hacer un nuevo tiraje. El dibujante elige ese nombre inspirado en su tía Cora, una señora mayor que opinaba de todo con gran autoridad, pero no tenía la menor idea de nada.

En la publicación dibujan, entre muchos otros, Oski, Alberto Breccia, Caloi, Garaycochea, Quino, Copi y un uruguayo que prueba suerte en Buenos Aires: Hermenegildo Sábat. Escriben, también entre varios más, César Bruto, Conrado Nalé Roxlo, Miguel Brascó, María Elena Walsh, Dalmiro Sáenz y Rogelio García Lupo. Se dice que hasta el presidente Arturo Frondizi colaboró una vez con el seudónimo “Domingo Faustino Cangallo”.

El 17 de julio de 1966, el entonces presidente de facto, general Juan Carlos Onganía, ordena que la clausuren, molesto porque Landrú lo dibujaba como una morsa de enormes bigotes. En ese momento Tía Vicenta imprimía 450.000 ejemplares.

Uno de los personajes creados por Colombres es “Rogelio, el hombre que pensaba demasiado”, se dice que inspirado en García Lupo y el periodista y político frondizista Rogelio Frigerio
(1914-2006), afiliado en los años 40 al Partido Comunista, del que se alejó al propiciar un acercamiento hacia el peronismo. Frigerio reabre en 1956 la revista Qué e incorpora a escritores nacionales como Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Dardo Cúneo, Arturo Sábato y, desde luego, García Lupo. También es uno de los fundadores de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) y el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID).

“Rogelio, el hombre que razonaba demasiado” es un personaje que hace asociaciones de ideas y deducciones interminables, también originado en una adivinanza absurda que le hicieron a Colombres cuando tenía seis o siete años: “¿En qué se parece una vaca a un triángulo rectángulo?”. La repuesta era: “La vaca es una res, res en catalán quiere decir nada, el que nada no se ahoga, el que no se ahoga, flota, la flota es una escuadra y la escuadra es un triángulo rectángulo”.

Cuba, Crisis y censuras

En junio de 1959, García Lupo participa de la fundación de la agencia de noticias Prensa Latina, junto con Massetti, Walsh y García Márquez. Desde ese año y hasta 1973 es corresponsal del semanario uruguayo Marcha, mientras escribe en el diario Noticias Gráficas y en las revistas Qué, Usted y Esto es, que dirige Tulio Jacobella, aparecida en diciembre de 1953 con una tirada de 100.000 ejemplares, que sale hasta fines de 1957. Después, redacta artículos en Inédito, publicación radical que llega a sacar cien números bajo el régimen del general Onganía.

De 1963 a 1969, García Lupo es asesor de la editorial Jorge Álvarez. En 1968 colabora en el periódico de la CGT de los Argentinos, que dirige Walsh, y en 1970 es redactor internacional en el semanario Primera Plana. Su actividad como profesional está interdicta por la dictadura de Onganía y firma sus notas como “Benjamín Venegas”, nombre que elige al azar en una guía telefónica.

Poco después, el periodista escribe en la revista Crisis –que desde mayo de 1973 dirige el escritor uruguayo Eduardo Galeano– y es responsable de los libros de la Colección Política que edita esta publicación.

Entre los colaboradores de Crisis están Juan Gelman, Aníbal Ford, Vicente Zito Lema, María Ester Gilio, Haroldo Conti y Héctor Tizón. También aparecen ilustraciones del dibujante uruguayo Hermenegildo Sábat. Cuando en agosto de 1976 es clausurada por la dictadura militar, con el número 40 en la calle, Crisis vendía un promedio de 22.000 ejemplares. En 1973, con el gobierno de Héctor Cámpora, Pajarito es director de la Editorial Universitaria de Buenos Aires (Eudeba).

Para entonces, García Lupo ya ha publicado unos cuantos libros: La rebelión de los generales (1962), Historia de unas malas relaciones (1964), ¿A qué viene de Gaulle? (1964), Contra la ocupación extranjera (1968), Mercenarios y Monopolios en la Argentina (1971) y La Argentina en la selva mundial (1973).

Su primer título, publicado en el interinato presidencial de José María Guido, trata sobre el derrocamiento del presidente Frondizi: es prohibido por orden del ministerio del Interior y varios ejemplares terminan secuestrados simbólicamente de algunas librerías. Poco después, se transforma en best seller. “Ahí confirmé algo que siempre había sospechado: que no hay mejor destino para un libro que ser censurado, porque a continuación vende muchísimo más”, bromeará años después el periodista.

Después del golpe militar del 24 marzo de 1976, a García Lupo nuevamente le prohíben publicar. Entonces se gana la vida como ejecutivo de una empresa de construcción y edita una revista sobre arquitectura. Descubre, según sus propias palabras tiempo más tarde, que “si uno cambia de actividad en Argentina es como si cambiara de país”.

Convulsiones, negociados, logias y conspiraciones

En 1982 envía artículos a la revista española Tiempo, del Grupo Z. Desde ese año hasta 1986 es corresponsal del diario El Nacional, de Venezuela. Después, es colaborador permanente del diario Clarín y la revista Interviú, de España, y editor de la colección de libros políticos de Ediciones B. Tiene su oficina en un sexto piso de la avenida Paseo Colón, frente al edificio del Estado Mayor del Ejército, donde seguramente también le han confeccionado un “prontuario”.

En esa época, García Lupo publica otros libros: Diplomacia secreta y rendición incondicional (1982), sobre la guerra en las Islas Malvinas, y Paraguay de Stroessner (1989). Por este último texto es demandado por el magnate saudita, Gaith Pharaon, residente habitual en París y temporalmente instalado en Buenos Aires durante el gobierno de Carlos Menem.

El periodista señala al millonario como “lavador” de dinero a través del Bank of Credit and Commerce International (BBCI), de su propiedad.
Posteriormente, la justicia absuelve a Pajarito. En 1991, en medio de un escándalo internacional, el banco es clausurado en todo el mundo después de una investigación iniciada en Estados Unidos sobre “lavado” de dinero del narcotráfico y del comercio ilegal de armas. El Consejo Internacional de Bancos de Basilea ordena su clausura y la Reserva Federal estadounidense embarga a Pharaon por 37 millones de dólares.

En 2001 es compilador, junto con el investigador Mario Ranalletti, de La derecha argentina. Nacionalistas, neoliberales, militares y clericales, un conjunto de trabajos de historiadores y politólogos argentinos y extranjeros. Y en 2006 publica Últimas Noticias de Perón y su tiempo, diecinueve relatos alrededor del tres veces presidente y unos cuantos hechos políticos que van de 1930 a 1945, desde el derrocamiento de Hipólito Irigoyen hasta el 17 de octubre de 1945. Es un período de quince años marcado por golpes de Estado, convulsiones sociales, negociados, logias militares y conspiraciones.

Apoyado en documentos y testimonios, García Lupo describe operaciones encubiertas y tramas en las sombras que transcurren en la primera mitad del siglo veinte en Argentina. Los protagonistas son militares, diplomáticos, empresarios agentes secretos, presidentes latinoamericanos, europeos y estadounidenses, todo con el trasfondo de la Guerra Fría entre Washington y Moscú.

El 17 de Octubre, una gran operación de inteligencia

En septiembre de 2006, el periodista Juan Salinas entrevista García Lupo con motivo de la aparición de Últimas Noticias de Perón y su tiempo. El autor del libro sostiene que el 17 de octubre de 1945 fue “una gran operación de inteligencia militar” del líder, a quien algunos argentinos querían juzgar en el Tribunal de Nuremberg junto a los oficiales alemanes prisioneros de los aliados.

“Tanto la historia oficial del peronismo como la hecha por sus enemigos, dejaron congelados una cantidad de temas que nunca más se movieron”
, dice García Lupo. “El trabajo de Perón, su actividad antes del 17 de octubre de 1945 como oficial de inteligencia del Ejército, han sido esquivados por amigos y enemigos: nunca explican por qué Perón aparece, a partir del 6 de septiembre de 1930, en todas las grandes empresas en las que estuvo implicado el Estado Mayor General del Ejército. Desde ser el Jefe de Operaciones del golpe militar de Uriburu en aquella fecha, pasando por su condición de enlace con el comando militar del Paraguay durante la Guerra del Chaco, su actividad como agregado militar en Chile y como observador en Italia. No fue casual que Perón estuviera en Francia cuando los alemanes la invadieron”.

El escritor le cuenta a Salinas que su libro culmina con lo que para él es “la más grande operación de inteligencia militar” de Perón: el 17 de octubre.

“No digo que haya sido sólo una operación de inteligencia, pero sí que fue sobre todas las demás cosas el resultado de una gran operación de inteligencia militar”
, comenta. “Jaqueado por los Estados Unidos a causa de su neutralidad o simpatía pro alemana durante la guerra, el Estado Mayor del Ejército aceptó el proyecto de Perón de oponer a esa presión extraordinaria, la presión de las masas movilizadas. Objetivo que se logró… lo que fue una cosa extraordinaria… y la culminación de una carrera de agente de inteligencia de 15 años”.

García Lupo cita en el libro la correspondencia de la escritora Victoria Ocampo con el sociólogo y crítico literario francés Roger Caillois, quien estuvo exiliado en Argentina en 1939 y es autor de una veintena de libros. La antiperonista Ocampo, educada en La Sorbona de París, fundadora y directora de la revista Sur en 1931, doctora honoris causa de la Universidad de Harvard y cuñada de Adolfo Bioy Casares, era amiga y amante del antifascista Caillois.

En agosto de 1945 –comenta García Lupo– ella le escribe al ensayista francés, que ya está de regreso en París, y “le dice que hay que insistir en llevar a Perón ante el Tribunal de Nuremberg. Y que quien la impulsaba en esta dirección era nada menos que el embajador de Francia, que era el decano del cuerpo diplomático”.

“Lo que venía para el ejército argentino era muy grave”, estima García Lupo. “No se trataba sólo de Perón: había un conjunto de generales y coroneles que estaban en la mira de los Estados Unidos. Pero, para empezar y sentar precedente, las potencias occidentales analizaban llevar a Perón al Tribunal de Nuremberg. La única manera de frenar la inclusión de la Argentina en el paquete de represalias que se preparaba era producir una conmoción que diera lugar a un nuevo escenario político: un paisaje favorable a las reivindicaciones obreras. Recuerdo que en esa época en la calle se decía que en los actos políticos participaban soldados conscriptos con ropas civiles, algo que ahora estimo muy probable que fuera cierto. Porque fue entonces cuando se produjo el enfrentamiento de la rama pro británica del Ejército con su sector más duro y consistente, que había simpatizado con Alemania. Y ahí fue que Perón realizó la hazaña de poner a las masas en la calle y frenar con ellas esa fortísima presión”.

El escritor menciona una circunstancia histórica que generalmente se les pasa por alto a algunos antiperonistas, más preocupados en subrayar los “vínculos nazifascistas” de Perón que en comprender la realidad geopolítica de la época: el Reino Unido tenía una negociación permanente con la Argentina a causa del intenso comercio de carne y cereales.

“Si alguien podía dispensar a la Argentina del cargo de «colaboración con el Eje» era Inglaterra, que estaba decidida a no perder el abastecimientos de alimentos argentinos, lo que hubiera ocurrido si la Argentina entraba en guerra contra Alemania. Porque Alemania se hubiera puesto a hundir los barcos argentinos con sus submarinos, su especialidad. En la neutralidad argentina, Alemania e Inglaterra estaban de acuerdo”.

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