SEMIÓTICA DE LOS «LOCUTORES» BURGUESES



por Fernando Buen Abad Domínguez

Todas las patologías del capitalismo se notan, de las maneras más odiosas, en sus “locutores”. Entiéndese aquí, por “locutores”, a todos aquellos que venden su voz como mercancía para vender las mercancías del capitalismo.

locutores
Algunos de ellos, incluso, contra su voluntad o su conciencia. El abanico de tonos, inflexiones, acentos, gritos, quejidos, susurros y sentencias, ideados permanentemente para alentar el consumismo, constituye una galería inmensa de creatividad saturada de subordinación y decadencia. Muchos “locutores” lo padecen, paradójicamente, en silencio.

Y así como el concepto “mercancía”, bajo el capitalismo, abarca al trabajo, a las noticias, a los gustos, a las emociones, a las tradiciones… así abarca a las voces, a sus tonos, a sus palabras y a las ideas -explícitas e implícitas- con que insufla cualidades impertinentes a objetos, sujetos y valores burgueses. A eso se le llama “publicidad” y para ella el uso de las voces, manipuladas de mil maneras, es indispensable. El resultado es escalofriante, abrumador y odioso. Veamos.

Junto a la manía publicitaria, insoportable, de exagerarlo todo, se inocula al discurso mercantil de los “locutores”, el repertorio de supuestos fonéticos que emblematizan al “buen gusto”, al confort, al prestigio… al poder del dinero. No se habla con naturalidad, han naturalizado la idea bobalicona de que lo engolado, lo chillón, lo enfático y lo meloso son, entre otros, recursos impecables para fijar en las cabezas de los pueblos un lugar privilegiado para las mercancías de ocasión. El resultado es un pastiche nauseabundo y deprimente, tributario voluntarioso del ridículo. El colmo es que cuando se usan las voces “populares” se las usa para ridiculizar algo o a alguien. Hay millones de ejemplos insufribles e inefables.

No pocos proyectos de comunicación emancipadora, al excluir o al no haber desarrollado una crítica científica al modelo de “locución” burgués, repiten algunos de sus peores vicios.
Como, por ejemplo, confundir la seriedad con la solemnidad. Como permitir que la forma reine sobre el contenido. Como imitar el “prestigio” de las formas “exitosas” como gancho para las ideas revolucionarias. Hay una lista larga de ejemplos fallidos impregnados por la lógica de que imitando lo que al capitalismo le da “llegada”, será posible hacer llegar los mensajes emancipadores. Así hemos escuchado a no pocos voceros de la revolución hablando como “locutores” de la contra-revolución. Lo viejo no termina de morir donde lo nuevo no termina de nacer.

No existe un manual mágico para dar voz a la Revolución. Nada en una Revolución nace mágicamente y lo más probable es que nos tome tiempo liberanos, realmente, de los atavismos formales, del imperio de las formas, que la burguesía nos ha inyectado hasta en los rincones más insospechados de nuestras existencias. Las manías burguesas que se nos han infiltrado no son invencibles, es falso que no se pueda cambiar, y nosotros tenemos bien claro que la práctica revolucionaria es nuestra mejor escuela, sin empirismos bobalicones. Necesitamos impulsar la formación de cuadros científicos, cuya habilidad y fortaleza consista en interpretar a la revolución y darle voz a sus mensajes, hay que organizar y movilizar escuelas de formación revolucionaria en comunicación emancipadora. Desde abajo y desde la lucha de clases.

No podemos, ni por chantaje ni por inconciencia, ser vehículo reproductor de miserias burguesas, tan sonoras como las ridiculeces que vomitan, a cada instante, sus “locutores” en nuestras propias casas y narices. Y aunque algunos trabajadores de los medios crean que es muy “nice”, muy “chic”, muy “maquetinero” el modito burgués para la vendimia de su basura, no silenciaremos nuestra denuncia cuando a miles de trabajadores de la “locución” se los usa para drenar con sus voces, hacia los mercados, el veneno de la sobre-producción capitalista que, no sin guerras inter-burguesas, se les pudre en las bodegas.

No silenciemos el daño laboral, ni el daño moral, ni el daño cultural que nos causa el modelo burgués de “locución” mercantil. No aceptemos ninguna de sus payasadas. Impulsemos una semiótica emancipadora y una red internacionalista de escuelas para la formación de cuadros revolucionarios en comunicación que asuman su responsabilidad socialista en la búsqueda de nuevas voces, nuevos vocablos, nueva dicción y nueva locución… hacia la liberación veredera de los caudales expresivos nuevos. La libertad de expresión socialista. Del dicho al hecho.

 

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