EL FUTURO DEL CAMPO POPULAR: ¿CÓMO ACTUAR POLÍTICAMENTE?

Por Diego Conno

Los acontecimientos recientes han sido y son motivo de angustia, temor y dolor; pero también deben constituir un estímulo para una paciente reflexión teórica y una prudente práctica política.
PUEBLO
Al menos implícitamente, dichos acontecimientos planten la pregunta sobre qué formas de pensamiento y de comunicación, de oposiciones y de luchas, de resistencia y de organización hay que adoptar para que la derrota electoral del campo nacional-popular no se convierta sin más en una derrota política. Dicho de otra manera, ¿cómo hacer para conservar y profundizar todo lo que se hizo en estos años en términos de democratización, inclusión social, redistribución del ingreso y ampliación de derechos?

La tarea en este sentido debe ser doble. Por un lado, es imprescindible conocer muy bien la identidad y las prácticas del nuevo Gobierno, no alcanza con las usuales caracterizaciones como “derecha”, “oligarquía”, “neoliberalismo”. La fuerza gobernante contiene todos estos elementos, que enhebran las fibras más dramáticas de la historia nacional; pero a su vez ellos deben ser analizados en la coyuntura actual. Se deberá reconocer –aunque las primeras medidas no lo demuestren– que las derechas también aprenden de sus experiencias políticas. Esto implica, fundamentalmente, un modo distinto de relacionarse con el Estado y con la sociedad.

Por otro lado, también se deberá conocer las diversas modalidades que van asumiendo las distintas luchas sociales y sus posibilidades de articulación; y cómo las subjetividades pueden vivir y constituirse en ese proceso. De ahí que el problema no parece ser tanto el de la conciencia política (cómo saber algo que no se sabe), sino un problema ético-político acerca de cómo se conforman los deseos individuales y colectivos. El neoliberalismo contemporáneo no es solo una ideología política o un sistema de creencias acerca del funcionamiento de la economía y del Estado; es una tecnología de gobierno que moldea nuestras subjetividades. Por eso, la resistencia no puede ser solo política en el sentido clásico, debe ser una apuesta ética y moral. Se deberá trabajar para constituir otras formas de subjetividades, donde la palabra ciudadanía o “Frente Ciudadano” ya parece empezar a tomar consistencia. Contra un tipo de ciudadanía abstracta de individualidades en competencia, un proyecto nacional-popular exige una ciudadanía activa. Desde esta perspectiva, la ciudadanía deja de ser solo un status jurídico-político y se convierte en práctica de subjetivación política, cuyo carácter performativo implica la realización de derechos en el mismo momento en que se los enuncia o ejerce.

Se requiere un trabajo de articulación de las diferentes luchas sociales, donde puedan converger las experiencias diversas de movimientos y organizaciones sociales, partidos políticos, sindicatos, docentes y estudiantes, científicos, artistas y artesanos, trabajadores de la cultura en general. Se deberán ensayar formas novedosas de pensamiento y acción, para que cada ciudadano se transforme en legislador, en jurista, en intelectual, en comunicador, en político. Solo así las fuerzas nacional-populares podrán sostener su poder instituyente.

Se deberá conformar también un pensamiento colectivo y una práctica común de resistencia y organización, mucho más creativas e imaginativas, que no nieguen las mediaciones, las representaciones o los liderazgos, pero que tampoco las acepten como ya dadas, sino como compuestas día a día en la inmanencia de la vida social y productiva del país.

Política es el nombre de una potencia de afección. Las fuerzas democráticas deben recuperar la capacidad política de afectar y ser afectados por otros, por los que piensan distinto. Poder llegar a otros sectores y otras fuerzas sociales que en algún momento acompañaron el proyecto que se inició en 2003, y que por distintos motivos se fueron alejando. Pero también convocar a otros sectores y fuerzas sociales que quizás nunca se sintieron conmovidos. El kirchnerismo, como (des)borde del peronismo, deberá ampliar su núcleo duro. Esto también le cabe al peronismo. Y ese proceso tiene que venir no de arriba hacia abajo, o no tan solo, sino también y al mismo tiempo de abajo hacia arriba. Gramsci llamaba a este proceso de irradiación o ampliación político-cultural con el nombre de “hegemonía”.

Pero, fundamentalmente, lo que tenemos que hacer es algo que sabemos hacer y muy bien, porque es el lugar de donde venimos muchos de los que hemos apoyado el proyecto democratizador de los gobiernos kirchneristas, que no es el de las grandes empresas ni las corporaciones mediáticas, no es el de las consultoras ni las universidades privadas, no es el de los grandes estudios jurídicos ni las multinacionales, sino el de la lucha y la organización popular. Lucha y organización popular en cada uno de los espacios que habitamos, en las fábricas, las universidades, los sindicatos, los talleres, las organizaciones sociales, los partidos políticos, pero también en los barrios, las plazas, las calles, y en todas y cada una de las formas de la cultura: lucha y organización popular.

Tenemos que poder encontrarnos y saber reconocernos en estos espacios, para empezar a construir desde ahora un proyecto político alternativo, que pueda disputar el poder en cada proceso electoral, en legislativas, intendencias y gobernaciones, y desde ya, en las próximas elecciones presidenciales, pero también en cada uno de los resquicios donde se ponen en juego las formas de lo común. Nunca se toma el poder del Estado, se deviene Estado. El trabajo es arduo, lo sabemos. Pero solo así las fuerzas progresistas, democráticas, populares, emancipatorias, libertarias, que parecen estar de repliegue en América Latina, podrán encontrar cada una de ellas, pero también todas juntas, sus formas de volver.

*  Diego Conno

   Politólogo.

 

 

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