OBAMA Y SU TONTO PRETEXTO PARA DESATAR LA GUERRA

Miguel Angel Ferrer

Hasta hace unos días, una invasión militar estadounidense contra Venezuela sólo era una hipótesis, una posibilidad abstracta. Pero ahora, luego de la emisión por Barack Obama, de un decreto ejecutivo que considera a la patria de Bolívar una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos, aquella posibilidad abstracta ha tomado el carácter de una posibilidad concreta.
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Una posibilidad concreta que nadie -y menos los venezolanos- puede dejar de considerar. No importa que el decreto de Obama sea una absurda patraña, una declaración sin base alguna. Un argumento visiblemente falso. Un planteamiento absolutamente increíble. Objetivamente no hay ningún motivo para que una mente sensata pueda considerar a Venezuela como una amenaza para la seguridad de EU. Y claramente Obama no es un tonto. Más bien es un cínico. Un individuo al que no le importa ser el hazmerreír del planeta. No le importa hacer el ridículo si con su inverosímil argumentación consigue vencer las resistencias -en EU y en el mundo- a una nueva guerra de conquista y rapiña, como las desatadas hace muy poco tiempo contra Irak, Afganistán, Libia y Siria.

Y como un poco más atrás en el tiempo contra México, Granada, Panamá, Vietnam, Laos, Camboya. Digamos que el ridículo que hace Obama es directamente proporcional a su urgencia por derrocar al gobierno de Maduro.

Y la urgencia es visible porque hasta ahora han fallado todos los anteriores intentos por tumbarlo. Ya han sido ensayados -y han fracasado- los intentos de desestabilización económica, social y política. Y han fracasado igualmente las tentativas de crear una oposición interna fuerte. Como han sido frustrados los aprestos de golpe de Estado.

Cual han fallado los propósitos de crear divisiones graves en el chavismo. Y como han sido un fracaso los intentos por asesinar a Maduro. A Obama, pues, sólo le queda una carta en la baraja: la intervención militar directa. Y en ésas anda. Y por eso no le importa usar argumentos burdos, inverosímiles. Está apurado. Empieza a desesperarse. Se le acaba el tiempo.

Pero desatar una guerra contra Venezuela no es una cuestión sólo de deseos y voluntad imperiales. Hay obstáculos objetivos y poderosos. Para empezar, la oposición en América Latina a una guerra contra Venezuela. Muchos países y organismos multilaterales de la región ya han expresados repudio al decreto de Obama y han exigido su derogación.

Argentina, Brasil, Bolivia, Cuba, Ecuador, Uruguay y Venezuela misma, entre otros, le piden a Obama moderación. Y lo mismo han hecho la Unasur, el Alba, la Celac, es decir, la totalidad de los países latinoamericanos y caribeños.

Y en el plano extrarregional, Rusia ha expresado su decidido apoyo al gobierno de Maduro. Lamentablemente en esta lista de opositores a la guerra no se ha escuchado la voz de México. El canciller José Antonio Meade no ha dicho esta boca es mía. Todavía está a tiempo de presenciarás contra la guerra anunciada. Y aún hay tiempo para que México no pase a la historia, con su silencio, como cómplice de una nueva guerra imperialista.

Por lo pronto, el gobierno de Maduro no se ha asustado. Llama al diálogo y a la negociación diplomática sin descuidar los preparativos para la defensa. Sabe bien que la mejor manera de ganar la guerra es evitarla. Y una buena defensa contribuye a evitarla. En este propósito, Maduro cuenta hasta con la derecha venezolana, la que bien sabe que en caso de una guerra pueden correr ríos de sangre. Y que en esa sangre puede ahogarse ella misma. Con sus familias e hijos incluidos. Y aunque Obama crea que la guerra contra Venezuela puede ser un paseo como en Granada y Panamá, también puede ser que se parezca a Irak, a Afganistan, a Siria, a Vietnam

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