EL SALTO AL VACÍO DE OBAMA


por Nydia Egremy Pinto

Este lunes pasará a la historia como la fecha en que el presidente estadunidense Barack Hussein Obama II optó por la confrontación con Venezuela, un país que con las fuerzas progresistas de América Latina y el Caribe lucha por su derecho a la autodeterminación, a la paz y a la seguridad.
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Al afirmar sin comprobar, que Venezuela es una amenaza “extraordinaria” para la seguridad de Estados Unidos, el mandatario demócrata –hoy acosado por su propio Congreso en rubros vitales para su Gobierno- firmó hoy una orden ejecutiva que ordena emprender y ampliar las sanciones contra el Gobierno Bolivariano de Venezuela.

Los venezolanos no han sido ni constituyen una amenaza para el país que lanzó bombas atómicas contra ciudadanos indefensos en Hiroshima y Nagasaki para declararse vencedor de una guerra, tampoco lo son para el país que ha apostado a matar de hambre y enfermedad a 11 millones de cubanos sólo por el capricho de no tolerar la Revolución Cubana ni lo son para el poder que desató una sangrienta guerra fratricida en Nicaragua bajo pretexto de expulsar a la URSS y cuyos efectos persisten hasta ahora.

Si esa medida no fuese tan dramática, en tanto que agudiza la confrontación entre Washington y Caracas y alienta a la oposición de ultraderecha fascista, la exposición de motivos de la orden ejecutiva resultarían risibles. Sin probar, la orden ejecutiva señala que el Gobierno del presidente venezolano Nicolás Maduro “erosiona” las garantías a los derechos humanos, “persigue y reprime” a los opositores políticos, lo que supone un “riesgo inusual” y extraordinario para la seguridad y política exterior de Estados Unidos. Para “lidiar” con esa amenaza, Obama declara en su orden una situación de emergencia nacional.

Esa medida, diseñada desde las oficinas del poder corporativo imperial, cierra más el cerco contra la Venezuela Bolivariana. Detrás de ella están: la frustración tras el desmantelamiento de la trama golpista del 12 de enero, la exhibición pública de la red de apoyo abierto y encubierto de la embajada estadunidense en Caracas a la asonada,  la orden del presidente Maduro para que Washington redujera a su personal en esa sede en los siguientes quince días y el anuncio de que el país bolivariano exigirá visado a todos los ciudadanos estadounidenses que visiten Venezuela.

La reacción a esos hechos anticipaba la furia imperial: el 3 de marzo Washington anunció que respondería por vía diplomática. Lo que llegó fue el anuncio del 44avo presidente de Estados Unidos de una acometida contra los hombres que constituyen la primera línea de defensa del Gobierno de la Revolución Bolivariana. Naturalmente, la venganza imperial al desafío bolivariano se centra en siete objetivos estratégicos: funcionarios en activo y exfuncionarios como el director general del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) Gustavo Enrique González López y el exdirector de Operaciones de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) Antonio Benavides Torres.

Los siguen el excomandante general de la GNB Justo José Noguera, la fiscal nacional de la Oficina del Ministerio Público Katherine Nayarith, el director de la Policía Nacional Manuel Eduardo Pérez; el exdirector general del SEBIN Gregorio Bernal y el inspector general de las Fuerzas Armadas Bolivarianas (FANB) Miguel Alcides Vivas. A todos se los sanciona por su supuesta responsabilidad “en las graves violaciones a los derechos humanos de ciudadanos venezolanos” y cometer acciones o políticas que “socavan procesos o instituciones democráticas” ¡Gulp!

Mientras esa noticia da vuelta al mundo y crea incertidumbre y temor en los ciudadanos venezolanos además de inquietar la región, se silencia el gesto de real politik que tuvo el presidente Maduro el 3 de febrero cuando solicitó al secretario de la Unasur, Ernesto Samper, asumir una iniciativa diplomática en busca de un mecanismo de diálogo con Estados Unidos.

La respuesta de la Casa Blanca a ese gesto fue agria en forma y fondo: instó a Caracas a comunicarse directamente con el Gobierno estadunidense sin recurrir a Unasur. Sagaz, el presidente venezolano sabía que al imperio le disgusta hablar de frente y a plena luz pues lo suyo es lo encubierto y la arrogancia.
Resulta paradójico que Obama actuara tan provocador e impertinente el mismo día que Samper informaba a la Unasur el resultado de su visita a Venezuela. Al frente de la comisión de cancilleres de Colombia, Ecuador y Brasil, Samper se reunió con el presidente Nicolás Maduro y algunas figuras de la oposición y convino que las partes mostraron voluntad democrática para avanzar hacia una solución de la crisis política interna.

También, la medida imperial ocurre tras el anuncio del Consejo Nacional Electoral de Venezuela de que las elecciones primarias de la alianza opositora Mesa de la Unidad Democrática se celebren el 17 de mayo y las del Partido Socialista Unificado de Venezuela se realicen el 21 de junio.
Ambas consultas son el paso previo para las elecciones legislativas, previstas para fines de este año, donde se renovará la totalidad de escaños de la Asamblea Nacional. Para ese proceso es necesaria la estabilidad, la paz democrática que tanto vocea la oposición y que hoy su principal aliado pone en riesgo con tan temerarias declaraciones.

Obama decidió socavar este proceso y ese salto al vacío nos hace formular una sencilla pregunta ¿Por qué?

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