EN LA LUCHA POR LA VIVIENDA: LAS HUELGAS INQUILINARIAS A COMIENZOS DEL SIGLO XX

por Luciano Andrés Valencia
El problema del acceso a la vivienda está presente desde los comienzos del capitalismo. A fines del siglo XVIII la Revolución Industrial inglesa destruyó la economía y las formas de abastecimiento tradicional de las comunidades campesinas “liberando” (es decir “desposeyendo”) a numerosa población que para sobrevivir debía emplearse como mano de obra asalariada en la industria.

conventillo“La penuria de la vivienda no es en modo alguno producto del azar; es una institución necesaria que no podrá desaparecer, con sus repercusiones sobre la salud, etc., más que cuando todo el orden social que la ha hecho nacer sea transformado de raíz”.

Friedriks Engels, Contribución al problema de la vivienda, 1873.El problema del acceso a la vivienda está presente desde los comienzos del capitalismo. A fines del siglo XVIII la Revolución Industrial inglesa destruyó la economía y las formas de abastecimiento tradicional de las comunidades campesinas “liberando” (es decir “desposeyendo”) a numerosa población que para sobrevivir debía emplearse como mano de obra asalariada en la industria. Sin embargo las ciudades industriales de los siglos XVIII y XIX eran incapaces de absorber esta población.

Mientras el Estado se mantenía al margen, la burguesía supo encontrar rentabilidad a la necesidad de un techo. La carencia de viviendas por un lado y la necesidad de las mismas por el otro, se tradujo en alquileres casi imposibles de pagar por las familias obreras. Como señalan Marx y Engels, “una vez que el obrero ha sufrido la explotación del fabricante y ha recibido su salario en metálico, se convierte en víctima de otros elementos de la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista” (1). Es decir, la especulación con el derecho a la vivienda es otra forma que encuentra la burguesía para obtener ganancia del trabajo asalariado.

A esto se le suma las condiciones antihigiénicas de las viviendas obreras. En La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845), Engels señala que las viviendas obreras se ubicaban en los “Barrios Feos”: “están dispuestos del mismo modo en todas las ciudades; las casas peores están en la peor localidad del lugar; por lo general son de uno o dos pisos, en largas filas, posiblemente con los sótanos habitados, e instalados irregularmente por doquier. Estas casitas de tres o cuatro piezas y una cocina, llamadas cottages, son en Inglaterra y con excepción de una parte de Londres, la forma general de la habitación de toda la clase obrera. En general, las calles están sin empedrar, son desiguales, sucias, llenas de restos de animales y vegetales, sin canales de desagüe, y por eso siempre se llenan de fétidos cenagales. Además la ventilación se hace difícil por el defectuoso y embrollado plan de construcción, y dado que muchos individuos viven en un pequeño espacio, puede imaginarse qué atmósfera envuelve a estos barrios obreros” (2).

Pese a esto el problema de la vivienda no fue una reivindicación tan presente en el movimiento obrero como la lucha por el salario y mejores condiciones laborales hasta comienzos del siglo XX cuando se produjeron las primeras huelgas de inquilinos.

Una de las primeras experiencias huelguísticas de las que se tiene noticia ocurrió en el País Vasco en 1905, donde 2000 familias de Barakaldo y Sestao paralizaron la actividad económica en el Gran Bilbao durante casi un mes.
Si bien estos lugares eran la base social del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), la huelga se desarrolló de un modo autónomo y hasta enfrentado con el partido. Los reclamos de rebaja del 50% de los precios de alquileres, saneamiento anual de la vivienda y reconocimiento de las sociedades de inquilinos como interlocutores válidos resultaron derrotados. Esto tuvo como efecto el boicot de los inquilinos a la Huelga General convocada por el PSOE, que dejó en evidencia la falta de contacto que el partido tenía con sus bases (3).

En los últimos meses de 1907 estalló en Buenos Aires y otras ciudades argentinas una de las más importantes huelgas del inquilinato de este periodo, que sería ejemplo para luchas posteriores por el derecho a la vivienda.


II

En Buenos Aires, la epidemia de fiebre amarilla de 1871 -traída por las tropas argentinas que habían cometido un genocidio en la Guerra del Paraguay- provocó que las familias oligárquicas se trasladaran al Barrio Norte, abandonando sus residencias. Esto permitió que numerosas familias se ubicaran en los ya obsoletos caserones de la zona sur. Algunos comerciantes y especuladores acondicionaron viejos edificios o construyeron precarios alojamientos llamados “Conventillos” (diminutivo de “Convento” por sus numerosas celdas) para los trabajadores e inmigrantes que llegaban al país en las últimas décadas del siglo XIX. Las condiciones de estas viviendas eran miserables: carencia de ventanas, hacinamiento, falta de agua y cloacas, el servicio de baño y lavadero eran comunes, y había un servicio cada diez habitaciones-departamento. En este ambiente eran comunes el cólera, la fiebre amarilla, los parásitos y todo tipo de infecciones. Las cocinas eran comunes pero era frecuente que se cocinara en las habitaciones o en el patio que servía de ambiente de sociabilidad para bailar el tango u organizar los reclamos (4).

Los abusos de los propietarios estaban garantizados desde el inicio de su relación con los inquilinos: solían exigir una garantía de depósito de varios meses de alquiler por adelantado o el pago de dos meses de locación –como sigue sucediendo en la actualidad-, y el recibo se entregaba recién el tercer mes, por lo que ante un reclamo el inquilino aparecía como moroso. Aunque la ley estipulaba 30 días para el desalojo de las viviendas, los jueces solían dictar la orden en 10 días. El Censo Municipal de 1904 registraba que el 22% de los conventillos de Buenos Aires (559) no tenía baños, y que vivían 11,5 personas por casa, casi todas en el mismo piso. El 10% de la población se albergaba en conventillos y el alquiler representaba entre un 20 y un 30% del salario de un obrero. Quienes no pudieran pagar un alquiler debía someterse a sistemas como la “cama caliente”, en donde se alquilaban colchones para dormir en el patio, o la “maroma” que consistía en una cuerda que atravesaba la habitación para que la persona se apoyaba en las axilas durmiendo de pie o sentada en un largo banco. Además los reglamentos obligaban a “guardar el orden y la decencia” y prohibían “lavar ropa, estar parados en la puerta de calle o bailar, cantar, tocar órganos, acordeones, guitarras u otros instrumentos de música”. Ante esta situación no era de extrañar que algunos inquilinatos se llamaran “El Infierno”, “El Palomar”, “Babilonia”, “El Gallinero” o “Cueva Negra”(5).

En agosto de 1907 la Municipalidad de Buenos Aires aprobó un incremento de los impuestos para el año siguiente. Inmediatamente los propietarios de conventillos, inquilinatos y pensiones trasladaron este aumento al costo de los alquileres. El 13 de septiembre las 132 piezas del conventillo “Los cuatro diques” (Ituzaingo 279), propiedad de Pedro Holterhoff, conformaron un “Comité de Huelga” que se negó a pagar en tanto no se realizara una rebaja del 30% de los alquileres y se llevaran a cabo mejoras sanitarias en los edificios. Esto se contagió a otros conventillos e inquilinatos en los barrios de San Telmo, La Boca, Balvanera, Socorro, San Nicolás, Piedad y Barracas. Cada uno conformó un “Comité de Huelga” que a través de asambleas elegía delegados que coordinaban con el resto de los lugares en lucha a través del “Comité Central de Lucha contra los Altos Alquileres y los Impuestos”.

Para octubre ya había más de 500 conventillos en huelga, a los que sumaron 250 durante ese mes, llegando a 2000 casas (80% del total) hacia finales del conflicto. La huelga se extendió a otras localidades como Lomas de Zamora, Avellaneda, La Plata, Bahía Blanca, Mar del Plata, Rosario, Córdoba y Mendoza. El conflicto se había vuelto nacional y había más de 140 mil inquilinos en huelga (6).

Para hacer frente a la huelga los propietarios se nuclearon durante el mes de octubre en la “Sociedad Corporación de Propietarios y Arrendatarios” de la Capital, que reclamaron a las autoridades la eliminación de los impuestos que gravaban a los conventillos y medidas represivas contra los huelguistas. Entre los propietarios se encontraban “ilustres ciudadanos porteños” como el empresario marítimo Nicolás Mihainovich y el estanciero Anchorena.

La represión solía hacerse en horas de la mañana, cuando los hombres salían a trabajar. El protagonismo entonces lo tuvieron las mujeres y sus hijos/as que sacaban a los escribanos, abogados, jueces y policías a escobazos, por lo que la lucha de 1907 pasó a ser conocida como “La Huelga de las Escobas”. En medio del conflicto unos 300 niños y niñas marcharon por el Barrio de La Boca con escobas para “barrer a los caseros y las injusticias de este mundo” y al pasar por un conventillo recibían un nuevo contingente que se unía al reclamo. En las puertas de las viviendas se acumulaban palos, piedras y todo tipo de objetos intimidatorios. Crónicas relatan que las mujeres preparaban enormes calderas de agua hirviendo para desollar a quienes quisieran echarlos (7).

Pero a medida que se radicalizaba la protesta la represión se fue incrementando. Se empezó a utilizar a los bomberos para que arrojaran agua helada a las familias que resistían los desalojos. El 22 de octubre el coronel Ramón Falcón -quién 1909 ordenaría ametrallar una manifestación pacífica del 1° de Mayo porque “llevaban la bandera roja en lugar de la celeste y blanca” – reprimió a huelguistas en el conventillo “Las catorce provincias”, en el Barrio de San Telmo, causando la muerte del obrero anarquista Miguel Pepe de 18 años. Su funeral fue una manifestación de 15 mil personas que se inició en la Plaza de Once pasando por el Congreso Nacional y Avenida de Mayo hasta la Plaza San Martín. Allí se realizó un acto en donde hizo uso de la palabra la dirigente Juana Ruoco Buela en representación del Centro Anarquista Femenino.

Otros actos de represión se dieron en el conventillo de la calle Ituzaingó en donde se arremetió a machetazos, con el resultado de que Josefa Batar fue pisoteada por los caballos de la policía, Ana Llondeau fue arrastrada de los cabellos pese a estar embarazada, y resultaron heridas Catalina Álvarez y Josefa Rodríguez. Como se puede ver, las principales protagonistas del conflicto fueron las mujeres. A la citada Ruoco Buela se le suman Virginia Bolten, que entre 1922 y 1925 dirigió el periódico anarquista La voz de la Mujer, y María Collazo que arengó en el Conventillo de Estados Unidos al 768.

Otra ciudad en donde se radicalizaron las acciones fue Rosario, que para octubre tenía 300 conventillos en lucha.
Iniciado el conflicto se formó la “Liga Pro Rebaja de Alquileres”, con delegados de diferentes conventillos. Desde el primer momento el conflicto contó con la solidaridad de un sector de la prensa como fueron los diarios La Protesta, El Municipio (que en una editorial comentaba que “los explotados que dan la sangre por el progreso nacional y el enriquecimiento particular y a quiénes ni siquiera se les da el techo y pan que necesitan”) y El Tiempo.

La Liga elaboró un documento, reproducido por la prensa solidaria, que reclamaba una rebaja del 30% de los alquileres, higienización de los conventillos a cargo de los propietarios, eliminación del pago por adelantado y de las garantías, recibir familias numerosas y seguridad de que no se desalojaría a inquilinos que participaran en la protesta (8).

A fines de septiembre un mitín de la Liga fue reprimido por la Policía, cargando la Caballería y repartiendo sablazos y latigazos a hombres, mujeres, niños y niñas. También se dieron enfrentamientos durante los intentos de desalojo. La Protesta alentaba indicando a las familias de los inquilinos: “¿Desalojos? ¡Agua hirviendo! Todas las armas son buenas en épocas de guerra; y nadie puede decir que no estamos en plena guerra contra la explotación y la usura. ¡A defenderse, pues!” (9). Numerosos sindicatos se sumaron a la protesta y amenazaron con una Huelga General si no se cumplían las demandas de los inquilinos.

En noviembre todavía existían algunas casas en conflicto en varias ciudades y para mediados de diciembre el movimiento se fue agotando tras conseguir algunas de las demandas que no fueron del todo respetadas por los propietarios. En muchos patios de conventillos de Buenos Aires se celebró con fiestas y bailes la obtención de rebajas y el mejoramiento mínimo de algunas condiciones de vida. Mientras que en otros se produjeron desalojos que dejaron a decenas de familias en las calles. El Sindicato de Conductores de Carros se solidarizó con las familias desalojadas poniéndose al servicio para la realización de los traslados hasta los campamentos improvisados por los sindicatos anarquistas.

Un dato a destacar es que el Partido Socialista tuvo una postura ambigua durante el conflicto ya que consideraba que negándose a pagar los alquileres y destrozando casas no se fomenta la vivienda barata e higiénica. El 24 de noviembre su órgano de difusión, La Vanguardia, publicaba una nota en donde sostenía que la solución para “librarse de la tiranía del casero o atenuar su explotación”, estaba en “construir casitas que sean habitadas por los mismos socios, y con el alquiler ir amortizando el valor de la propiedad” (10). Por ello llamaba a los trabajadores a sumarse al Hogar Obrero, cooperativa de vivienda y consumo, creada por los socialistas en 1905.

Si bien se obtuvieron mejoras para algunos conventillos e inquilinatos, la situación de la vivienda entre las clases trabajadoras no se vio afectada. En 1915 el Congreso Nacional aprobó la Ley Nº 9677 de “Casas Baratas” propuesta por el diputado conservador Juan F. Cafferatta. Esta ley creaba la Comisión Nacional de Casas Baratas (CNCB), cuyo trabajo se limitó a la construcción de 161 viviendas obreras en la ciudad Buenos Aires, en lo que hoy se conoce como Barrio Cafferatta. Esto estaba muy por debajo de las necesidades reales de vivienda de la población.


III


Tras la “Huelga de las Escobas” en Argentina, comenzaron a darse huelgas de inquilinos en otras partes del mundo.
En 1907 y 1911 se llevaron a cabo huelgas en Budapest y Viena respectivamente, en el entonces Imperio Austrohúngaro, y hubo numerosas huelgas en ciudades inglesas entre 1911 y 1913. En 1915 tuvo lugar una de las más importantes huelgas en la ciudad escocesa de Glasgow, en donde 20 mil personas se negaron a pagar el alquiler logrando que la vivienda fuera tratada jurídicamente como derecho social, lo que dio origen al “Principio de la Vivienda Pública”. El Estado Español registró huelgas de inquilinos en Sevilla (1919), Barcelona (1930) y Tenerife (1933) que, a diferencia de la escocesa que tuvo un importante protagonismo socialista, fue movilizada por la anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT).

Estas huelgas europeas consistieron en dejar de pagar los alquileres colectivamente como forma de presión, reivindicando una rebaja de los precios de los alquileres y la construcción de viviendas públicas accesibles a los trabajadores.
En todas ellas se ejercieron formas de acción directa para evitar los desalojos, mientras se llevaban a cabo movilizaciones junto a otros sectores sociales que fueron duramente reprimidas. Al igual que el caso argentino, aquí las mujeres tuvieron un protagonismo clave en la organización y movilización política del proceso (11).

Otra importante lucha se desarrolló en Panamá en 1925, en donde los huelguistas debieron enfrentar a las autoridades locales y a las fuerzas estadounidenses que ocupaban el país. Recordemos que Panamá había sido independizada de Colombia en 1903 por los Estados Unidos, que estaba interesado en contar con libre acceso a la zona del canal.

En 1925 El Heraldo publicó una nota titulada “Problemas de los alquileres. Duelos y especulación de fincas urbanas”, en donde denunciaba que los propietarios, en complicidad con las autoridades y organismos de sanidad, alquilaban viviendas en condiciones inhumanas y a precios que podían modificarse en cualquier momento. Los más afectados eran los inquilinos que vivían en los barrios obreros de Calidonia, El Granillo, Malambo, San Miguel y El Chorrillo en la ciudad de Panamá, y en Arco Iris y Folk River en Colón. Estos barrios habían comenzado a construirse a fines del siglo anterior para los obreros que participaban en las obras del Canal Francés. Pero para la década de 1920 los gobiernos seguían sin establecer leyes de protección de los inquilinos (12).

El 11 de febrero de 1925 se aprobó mediante la Ley N° 29 una serie de reformas y adiciones al Código Fiscal que dispuso gravar la propiedad a 5 mil sobre el valor catastral y multando los atrasos con un incremento que podía ir del 10 al 20%. Esto repercutió -al igual que en Argentina- en un aumento de los alquileres de un 25 al 50%. Frente a esto un grupo creó la “Liga de los Inquilinos y la Subsistencia”, ligada al Sindicato General de Trabajadores (SGT), que llamó al no pago de los alquileres.

A principios de octubre comenzó la huelga de los inquilinos. Los propietarios, viendo amenazados sus intereses, reclamaron acciones al Gobierno que declaró ilegal a la Liga a la acusó de estar infiltrada por extranjeros que deseaban una “revolución comunista”, y desató la represión. El 5 de ese mes fue detenido y deportado el sindicalista español José María Blazquez cuando llevaba a cabo un discurso en donde expresaba ideas anarquistas en la Plaza Lesseps. El 6 de octubre el alcalde del distrito de Panamá Mario Galindo prohibió los mitines públicos. El 10 hubo una represión en la que fueron asesinadas seis personas y a los detenidos se los juzgó por “acciones violentas” de acuerdo al Código Administrativo.

Dado que las acciones seguían pese a la represión, el Gobernador de la Zona del Canal Archibaldo Boyd y el Consejo de Gabinete del Ejecutivo Nacional llamaron a la intervención de las tropas estadounidenses. El 12 de octubre las fuerzas de ocupación, a las que se les había dado el poder de policía, ocuparon parques y plazas en la ciudad de Panamá, y allanaron oficinas de la Liga de Inquilinos con el resultado de varios muertos, heridos y detenidos. Los extranjeros fueron inmediatamente deportados bajo la acusación de “perturbar la paz nacional” y “fomentar la revolución comunista” (13).

Con esta represión se puso a la huelga de inquilinos. En 1926 el presidente de la República Rodolfo Chiari encargó a una Comisión redactar una Ley del Inquilinato. No obstante no cumplió con sus objetivos y en 1932 estalló una nueva huelga que tuvo resultados similares a la anterior.

IV

Las diversas huelgas del Inquilinato que se llevaron a cabo en Latinoamérica y Europa en las primeras décadas del siglo XX tuvieron resultados disímiles. No obstante sirvieron para imponer en la agenda del movimiento obrero el tema del acceso a la vivienda como una lucha tan importante como el salario y las mejores condiciones laborales.

Muchas de las situaciones existentes a comienzos del siglo XX continúan vigentes en la actualidad. En Argentina el déficit habitacional es estructural tanto en lo que respecta a la cantidad como a la calidad de las viviendas. Entre 2000 y 2010 el número de “hogares” (14) respecto al de viviendas paso de 360 a 855 mil, lo que significa que 1,5 millones de hogares comparten viviendas en condiciones de hacinamiento. Asimismo el número de inquilinos creció de 11,6 a 16,1% mientras se redujo y concentró el número de propietarios. Además hay 6 millones de viviendas (la mitad de los hogares argentinos) en condiciones deplorables por el terreno donde se encuentran o la falta de acceso a los servicios. El 12,4% de las viviendas del país carecen de agua corriente, el 26,8% de gas natural, el 34,6% de cloacas, el 32,3% de desagües pluviales, y el 19,2% de pavimento. El Plan “ProCreAr”, del que se enorgullece el gobierno nacional, destina solo el 1% del PBI a viviendas y avanza a una lentitud que resulta alevosa ante la urgencia de la situación, además de que para ser beneficiario del mismo hay que contar con recibo de sueldo, lo que deja afuera la enorme cantidad de trabajadores precarizados (15).

Ante la falta de acceso a la vivienda se popularizan las “tomas” o asentamientos en terrenos fiscales o no ocupados por los propietarios, que son duramente reprimidas. En 2010 durante el intento de realizar una toma en el Parque Indoamericano de Buenos Aires fueron asesinados los trabajadores inmigrantes Bernardo Salgueiro, Rossmary Chura y Juan Castaneda Quispe por la represión de la Policía Federal del gobierno nacional de Cristina Fernández y la Policía Metropolitana creada por el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri (16).

En el Estado Español -cuna de las primeras huelgas inquilinarias- la crisis económica desatada en 2007/2008 repercutió en el terreno inmobiliario provocándose desalojos y desahucios a miles de personas que no podían pagar sus hipotecas o alquileres debido al incremento de los mismos. Situación similar se vive en Grecia y otros países europeos.

Frente a esta situación es necesario que el problema del acceso a la vivienda sea tomado por las organizaciones obreras dentro de sus reivindicaciones. Pero el reclamo no debe limitarse a la regulación de los alquileres para combatir los aumentos excesivos y la falta de condiciones de las viviendas, sino que también debemos exigir un salario por encima de la canasta básica y la eliminación de la precarización laboral a fin de poder cumplir con las condiciones necesarias para el acceso a la vivienda, y un Plan Nacional de Viviendas Populares bajo control de los/as trabajadores/as. Esto en el marco de una lucha superior para transformar de raíz -como sostenía Engels- todo el orden social.

– Luciano Andrés Valencia
es escritor. Autor de La Transformación Interrumpida (2009) y Páginas Socialistas (2013). Publica artículos en medios alternativos de Argentina y el exterior.

Notas:

1) Marx, Karl y Engels, Friedriks; El Manifiesto Comunista, Buenos Aires, Gradifco, Colección Nogal, 2001, p. 27.
2) Citado por Godio, Julio; Los orígenes del movimiento obrero, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1971, pp. 24- 25. El texto completo se puede descargar en el sitio web: http://www.marxismoeducar.cl/me-01a.htm.
3) Cortina, Mercé; “Primeros pasos en la lucha por la vivienda”, en: Solidaridad.Net, http://www.solidaridad.net/noticia/6157/, 9 de abril de 2010.
4) Sobre la situación en los conventillos se puede consultar: Pigna, Felipe; “Los Inquilinos en pie de guerra”, en: Clarin, Buenos Aires, 29 de junio de 2007; y Scwarcer, Carlos; “El Conventillo de la Paloma un siglo después”, en: Revista Cultural del CECAO, Córdoba, Año II, Nº 19, mayo de 2004. También hay información en el capítulo dedicado al Tango en: Andahazi, Federico; Argentina, con pecado concebida, Buenos Aires, Planeta, 2009.
5) Pascucci, Silvana; “La huelga de Inquilinos de Conventillos de 1907”, en: Diario Crítica de la Argentina, 17 de agosto de 2009.
6) Según el Censo de 1895 la población del país era de alrededor de 4 millones de personas. Para el Censo de 1914 esa población se había duplicado a 8 millones.
7) Cerruti, Leónidas; “La Huelga de las Escobas. Los trabajadores y sus viviendas en el país de la abundancia”, en: ANRED, http://www.anred.org/spip.php?article4477, 2 de octubre de 2011.
8) Cerruti, Leónidas; “La Huelga de las Escobas…”.
9) Citado por Cerruti, Leónidas; “La Huelga de las Escobas…”.
10) La Vanguardia, Buenos Aires, 24 de noviembre de 1907, en: Reinoso, Roberto (comp.); La Vanguardia: selección de textos (1894- 1955), Buenos Aires, CEAL, Biblioteca Política Argentina tomo 90, p. 60.
11) Cortina, Mercé; “Primeros pasos en la lucha…”.
12) Prado Franco, Samuel Antonio; “Breves notas para una historia de las ideas políticas panameñas. Segunda parte”, en: El Librepensador, http://www.ellibrepensador.com/2010/11/01/breves-notas-para-una-historia-de-las-ideas-politicas-panamenas-segunda-nota/, 1º de noviembre de 2010.
13) Prado Franco, Samuel Antonio; “Breves notas para una historia…”.
14) El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) de Argentina, considera “Hogares” a la persona o grupo de personas que viven bajo el mismo techo y comparten gastos de alimentación. Página web del INDEC: http://www.indec.mecon.ar/.
15) Arnone, Andrés; Zaldívar, Verónica y Mercatante, Esteban; “Sin lugar para los débiles. El negocio inmobiliario y las políticas de exclusión en las ciudades argentinas”, en: Ideas de Izquierda, Buenos Aires, N° 9, mayo de 2014, p. 16.
16) Esta misma Policía Metropolitana reprimió en 2013 a médicos, pacientes y periodistas en el Hospital Psiquiátrico “Borda” con el objetivo de desalojarlos para beneficiar los negocios inmobiliarios que el gobierno porteño de Macri pretendía hacer en ese terreno.

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